Como ya podrán suponer los
lectores más avispados, «EDU.0/18» es el lema que sugiero para la PSOEZ propuesta de escolarización obligatoria desde los cero hasta los dieciocho años. Como eslogan, suena
la mar de molón.
Se trata de una medida cuya
aplicación presenta una serie de retos a los cuales el sistema educativo debe
saber adaptarse. Como ciudadano responsable y preocupado por la educación, me permito
presentar una serie de propuestas de acompañamiento a esta medida, que someto
al juicio de los expertos para que, aprovechando la fecunda experiencia de la
LOGSE, se obtengan resultados similares, pero más consolidados, si cabe, en el tramo de edad 16/18, en consonancia con el espíritu de los obtenidos en todos los tramos inferiores con su implantación. Propongo para ello una drástica modificación de los planes de estudio hasta ahora vigentes, para que se implemente una nueva dinámica que nos blinde ante la eventualidad de cualquier vuelta atrás.
1.- PROPUESTA DE NUEVO PLAN DE
ESTUDIOS:
PARA EDUCACIÓN INFANTIL: Queda como hasta
ahora. Susceptible a extenderse hasta los cero años de edad. Las aulas deberían habilitarse en las mismas salas maternales, bajo supervisión de expertos pedagogos, para que los recién nacidos no experimenten ningún transtorno adaptativo del claustro materno al aular, pero puedan desarrollar libremente sus impulsos naturales bajo la benévola observación de acreditados expertos.
PARA EDUCACIÓN PRIMARIA: Se extiende desde 6 hasta
los 14 años, incorporando 7º y 8º a los seis cursos actuales, respectivamente
en los tramos de edad 12/13 y 13/14 años. Los objetivos de la etapa se
mantienen invariables, pero aplicados ahora a un recorrido de 6 años, que
facilitará su mejor adquisición y consolidación entre el alumnado.
PARA EDUCACIÓN SECUNDARIA
OBLIGATORIA (ESO): Se mantiene en cuatro años, pero desplazándose del tramo de
edad 12/16 al más razonable 14/18. Los objetivos se mantienen también
invariables, pero desplazados a un universo de alumnado de dos años más de
edad. El título de Graduado en ESO facultará para acceder a la Universidad. Prohibidos los exámenes y repeticiones de curso. Para favorecer el desarrollo de la autorresponsabilidad y el espíritu crítico, el alumno se autoevaluará y evaluará su nivel de satisfacción con el profesor. Tendrá efectos vinculantes.
PARA EDUCACIÓN SECUNDARIA
POSTOBLIGATORIA:
FORMACIÓN
PROFESIONAL: 1 o 2 años, según (banderillero o picador, por ejemplo, uno; diestro
matador, dos). En el caso de los estudios de tauromaquia reseñados como ejemplo, se propone la supresión del término «matador», por razones de corrección política, y dejarlo en «diestro» o «torero», con la debida incorporación de los femeninos diestra, torera, picadora y banderillera.
BACHILLERATO:
Queda suprimido, pero la titulación de Bachiller seguirá existiendo, adjudicada como
acompañamiento al título de graduado en ESO, es decir, a todo el mundo.
En la etapa postobligatoria, teníamos hasta hoy el Bachillerato (de dos
exesivos años), y la Formación Profesional (uno, en algunos casos dos). La
extensión de la ESO hasta los 18 requiere de una profunda transformación
de ambos estudios postobligatorios, cuya complejidad aconseja su reducción
en aras a su simplificación, siempre buena si aporta innovación. Una reducción que se compensa con creces con la escolarización
universal hasta los 18 años, con la cual se garantiza la equidad más que en
ningún otro país del mundo. Se garantiza también la imposibilidad intelectual de percepción de cualquier diferencia.
En el ámbito de la Formación
Profesional, urge la introducción de nuevas familias profesionales con
creciente demanda social que requiere de la debida y diversificada oferta que
dé cumplimiento y satisfacción a las expectativas de tales demandas. El sistema
educativo no puede vivir al margen de la sociedad y hay que dignificar de una vez la FP. La eliminación material del Bachillerato puede coadyuvar a ello, pero es preciso que se evite la reaparición de la diferencia entre las distintas familias profesionales. Para ello deberán estudiarse las correspondientes medidas igualadoras.
En este sentido, la nueva familia
profesional de la «Tauromaquia», con la debida titulación reglada de la figuras
profesionales de banderillero, picador y diestro, no ha de ser sino un avance
de lo que realmente deberá marcar el futuro de la Formación Profesional en el país,
adecuándola a sus necesidades y requerimientos. Se está estudiando también la
introducción de nuevas familias profesionales representativas de actividades
ampliamente constatadas, hoy en una suerte de limbo educativo, como «Prostitución»
(hetero y homo), o «camello». Y también una nueva especialidad estrella de la
nueva FP: «Paraduría», que prepararía para el oficio de parado o desempleado,
el más extendido, sin que hasta ahora haya sido objeto de la debida formación
para ejercerlo.
Para las especialidades
«clásicas» de la FP –electrónica, mecánica, administrativo, técnico informático etc-, y con el fin de evitar el resurgimiento del nefando espíritu elitista que caracterizaba al anterior sistema educativo, se recomienda
que de la FP dual se pase a la FP integral; es decir, que se lleve a cabo íntegramente en las empresas del gremio que corresponda, como en la Edad Media. ¿O no funcionaba
por entonces bien la cosa y sin sobresaltos?
En lo referente al Bachillerato,
su supresión se recomienda encarecidamente dada su manifiesta falta de encaje y sentido en
el nuevo marco educativo. Por un lado, sus contenidos curriculares,
distribuidos en especialidades, son anacrónicos y contrarios a las nuevas
tendencias educativas. Las especialidades son una cosa de los siglos XIX y XX,
y consecuencia, a su vez, de los nefastos siglos XVII (la Revolución
científica) y XVIII (la Ilustración). Lo que se enseñaba en el Bachillerato,
además, ya está hoy en día en internet.
Es también recomendable que la lengua vehicular sea en todas las etapas el inglés, muy especialmente en sus ricas y variadas e inagotables modalidades de «slang». Se contratará para ello personal nativo debidamente acreditado, como estibadores portuarios, camioneros, albañiles y camareros de pubs, «eastenders» preferentemente. Se ha comprobado que el dominio de la lengua inglesa en su variante culta incita a veleidades intelectuales y elitistas cuya aparición hay que evitar para el bien de la igualdad.
Por el otro lado, las
exigencias de la especialización en el mundo universitario moderno, carecen de
relación con los contenidos genéricos propios del clásico currículo del antiguo Bachillerato, «explicado»
por licenciados universitarios –fracasados, además, porque no consiguieron «conectarse»
como profesores de Universidad, y tuvieron que limitarse a ganar unas
oposiciones-, sin preparación pedagógica y carentes por completo de inteligencia emocional,
que sólo entienden de exámenes y de aprobados o suspensos, empeñados en la obsoleta
dicotomía según la cual hay una respuesta correcta y el resto son incorrectas,
e ignorando altivamente hechos constatables como que los alumnos de hoy en día
saben más de la vida que ellos, que habiendo calculadoras y correctores
automáticos carece de sentido saberse las tablas de multiplicar o disponer de
rudimentos de ortografía, o que el conocimiento que no se olvida es el que no
se aprendió, con lo cual ya no se podrá decir que la mayoría de cosas que a uno
le enseñaron en la escuela las olvida luego.
Y una última razón en favor de
la supresión del Bachillerato, ésta para reticentes obsesivos. No se puede
retrasar más la edad de acceso a la Universidad. Allí ya pagarán de lo lindo
los que vayan y se compensará así, parcialmente, el incremento de gasto que
comporta la escolarización hasta los 18, que para eso está la privada concertada. Y los que quieran aprender algo, pues que paguen. Además, la Universidad fue siempre cosa de ricos ¿no? Pues que
vayan ellos. Y que inventen ellos.
Hay también un efecto
colateral altamente positivo que hace aún más deseable tal medida. La
escolarización obligatoria hasta los 18 acarreará un cambio legislativo que
reducirá el universo de la población activa en dos años, con el
consiguiente impacto en las estadísticas del paro, para regocijo de ministros o consejeros de economía, y de
políticos de toda ralea en general. Al menos durante los dos primeros años,
podrán proclamar altaneramente que el paro está bajando. ¿Qué más se puede
pedir?
Sí, algo más. Ya puestos en ello,
y enardecido al calor del entusiasmo por la propuesta del PSOE y sus salvíficos
efectos, uno hasta estaba por sugerir la reimplantación del servicio militar
obligatorio de dos años, con los cual, también al menos durante los dos
primeros, las estadísticas del paro bajarían ostensiblemente. Pero como
esta medida sería impopular, podría substituirse por algún tipo de voluntariado
«obligatorio» de la misma duración en alguna ONG. Sí, es una contradicción,
pero qué más da. Los afectados no estarían en condiciones de percibirlo…
Y fíjense ustedes, dos y dos,
cuatro. Cuatro años de vertiginoso descenso del paro; justo el periodo de una
legislatura. Reelección asegurada para otros cuatro años; ocho en total. No
estaría mal ¿no?
Y luego, claro, el diluvio ¿pero a quién puede importarle esto?
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