dimecres, 13 de desembre del 2017

El auténtico tesoro de Sijena


Parece bastante claro, al menos desde una perspectiva lógica, que los mismos argumentos que justificaban en su momento el retorno de los papeles de Salamanca a Cataluña, valen también para la devolución a Aragón de las piezas que estaban en el museo de Lleida. Y no me parece relevante que, en el primer caso, el expolio documental proviniera de una incautación amparada en el derecho de conquista –como farfulló Torrente Ballester ante una furibunda masa helmática contraria a la devolución-, mientras que en el segundo las adquisiciones artísticas se ampararan en un contrato de compra-venta que, según parece, no era del todo ajustado a derecho.
Cabría igualmente suponer que quiénes fueron favorables a la devolución de los legajos, deberían serlo también ahora de las maderas en litigio.  Igualmente a la inversa. Es decir, lo lógico sería pensar que los que consideraron la devolución de los papeles un expolio del patrimonio salmantino, ahora pensaran que se trata de un expolio del patrimonio catalán. No está de más recordar que, en ambos casos, la policía tuvo que entrar de noche en las respectivas dependencias. Y que también en ambos casos, hubo algaradas protagonizadas mayoritariamente por gentuza que no ha entrado en un museo en su vida, o que si lo ha  hecho, como si nada.
Pero no parece que sea así, sino que más bien se detecta una muy significativa asimetría que los propios interesados deberían explicar, si es que pueden. Por un lado, los más conspicuos enemigos del traslado de los papeles de Salamanca están actualmente entusiasmados con el retorno de las piezas a Sijena, con unos argumentos prácticamente idénticos a los que, en su momento, utilizaban los favorables igualmente conspicuos, quienes, a su vez, han hecho ahora suyos los de sus antagonistas de entonces, en un grotesco intercambio de argumentarios que, digámoslo claramente, no dice mucho de su coherencia lógica, aunque sí de su estupidez o de su mala fe, según sea el caso.
Y es que el auténtico tesoro de Sijena no son las piezas en disputa, cuyo valor artístico desconozco, pero que no parece que sean precisamente equiparables a la Gioconda o a la Piedra de Roseta, sino la golosa posibilidad de aprovechar la ocasión para seguir suscitando agravios que entretengan a los feligreses de las respectivas parroquias. Nunca mejor dicho tratándose de obras de arte sacro.
Me gustaría saber qué piensan el ínclito Acebes o el inefable Zaplana, en su momento adalides del movimiento contra la devolución de los papeles de Salamanca, del caso de Sijena. Corrijo, ya sabemos lo que piensan al respecto, igual que sabemos lo que piensan Puigdemont o Junqueras. No-sí, aquéllos, sí-no, éstos. Eso es lo que hay.
Por cierto, de Sijena era el olvidado Miguel Servet, otra víctima de la intolerancia y el fanatismo. ¿Qué pensaría de todo esto?