diumenge, 27 d’agost del 2023
El ósculo del año
dimarts, 15 d’agost del 2023
DEL PEDAGOGISMO Y EL SANTO GRIAL
El que lo quiere todo, nunca
tendrá bastante. La pedagogía, tal como hoy la conocemos, es pedagogismo, o
sea, la consideración de aquélla como el sanctasanctórum y la génesis de toda
posible educación, su alfa y omega; su causa material, formal, eficiente y
final. Todo lo demás –transmisión del conocimiento, aprendizaje y adquisición
de aptitudes, valores, currículo, el binomio docente/discente, socialización…-,
todo, está supeditado y subordinado al despliegue de la idea que exige su
realización desde su propia génesis conceptual, son momentos de ésta cuya única
significación es que están allí para llevarnos hasta aquélla.
Es el modelo de Fichte, por
ejemplo, en su génesis del derecho (Fundamentos del derecho natural según los
principios de la teoría de la ciencia, Leipzig, 1796). De forma análoga a cómo
este autor no distingue entre derecho y moral -no puede hacerlo en aras a lo
coherencia lógica de su propio modelo de génesis conceptual-, tampoco el
pedagogismo distingue entre pedagogía y educación o enseñanza. No puede si
quiere mantener la coherencia formal de un modelo que sólo puede beber de sus
propias fuentes. Cualquier contrastación, comprobación, verificación, falsación
o como queramos llamarlo, ha de quedar descartada de antemano. Desde una verdad
empírica, particular o individual, no se puede cuestionar la verdad absoluta,
general o universal.
Esto es así por las mismas
razones que en Fichte la libertad individual, particular, queda absorbida,
diluida y negada por su subsunción en la idea del universal, del concepto de libertad (absoluta).
La única función de cualquier «hecho» es que sea metabolizable, que tenga un
encaje en ella. Y lo que no lo tiene, o lo que en un mundo más epagógico y
fenoménico diríamos que cuestiona, refuta o «falsa» la teoría, aquí simplemente
se niega porque no es integrable en los esquemas categoriales propios del
modelo. Y de lo que se trata, lo que se requiere fácticamente, es que se
carezca, que no se «disponga» de dichos esquemas categoriales, porque sin
ellos, tales «hechos» carecen de concepto, no «son». La proscripción y la
prescripción se retroalimentan en un círculo perfecto.
En sus concreciones prácticas,
hay variedad de fórmulas literarias que nos explicitan en qué se resuelve todo
esto y cómo. Brave New World (1932),
de Aldous Huxley, o Nineteen Eighty-Four (1949), de George Orwell, son sin duda
algunas de las más brillantes y conocidas. Pero también tenemos otra cuyo
modelo no ha sido tan cuestionado, muy probablemente porque es precisamente el
que está resultando triunfante, escrita por un psicólogo profesional que es, además, uno de
los fundadores del behaviorismo: Walden
Two (B. F.Skinner, 1948). En realidad, la única diferencia entre las dos
primeras y la tercera consiste en que, en Brave
New World, la determinación del individuo se lleva a cabo mediante la
manipulación genética –dicho en términos hodiernos adaptados- previa a su
«nacimiento». Con ello, nos «sale» el individuo que queremos, desde un alpha
hasta un épsilon. En Nineteen Eighty-Four
es mediante la arbitrariamente planificada y organizada coerción y represión,
cuyo mensaje acaba interiorizado en el psiquismo del individuo. En Walden Two es por medio de la educación,
con sus técnicas de modificación de conducta mediante la administración
dirigida y mediada de la ecuación E → R.
Tenemos también las brillantes
reflexiones de Leonardo Sciascia en un pasaje de su magistral relato/novela Il contesto (1971), que entroncan
directamente con la generación de la idea de derecho en Fichte y su proyección
sobre el modelo pedagogista -con el añadido de la posverdad contemporánea que
lúcidamente anticipa-, que han sido objeto de especial tratamiento en mi último
libro, aún no publicado.
Dejémoslo como empezamos. El que
aspira a todo, nunca tendrá bastante. El pedagogismo aspira a todo y, aunque
nunca tendrá bastante, seguirá persiguiéndolo como un Santo Grial en cuya
creencia consiste su única justificación (probablemente moral), sin la cual
carecería de enjundia y se manifestaría como lo que es: un discurso
pseudocientífico y trufado de majaderías milagreras que, ello no obstante, le
va muy bien al modelo que desde el poder –el de verdad- se ha decidido para
nuestra sociedad postindutrial, posmoderna, posdemocrática, posverdadera y
«post» no sé cuántas cosas más.
Y aunque a veces acierte, o nos
lo parezca, no lo olvidemos: un reloj parado también da bien la hora dos veces
al día, una con pantalla en formato UTC. Podemos incluso creérnoslo si sólo nos muestran
la hora en estos precisos instantes. Pero el reloj está parado. El otro, el que
funciona, ése está a buen recaudo.