Como siempre en estos
casos, seguimos con la guerra de cifras respecto a la participación en la “V”. Mientras los organizadores y los
poderes públicos catalanes hablan de un millón ochocientas mil personas, la
delegación del gobierno lo deja en quinientas mil. Una diferencia muy sensible,
sobre todo, si tenemos en cuenta que con los medios hoy en día al alcance de
casi cualquiera, se trata de una operación bastante fácil. Calcúlese la superficie
que abarca la concentración, dedúzcase la no ocupable y multiplíquese por el
coeficiente de concentración persona/m2 –esto, con fotos aéreas es
perfectamente posible-, y ya tenemos una cifra razonablemente aproximada que,
hasta nos atreveremos a aventurar.
Los
dos tramos de la V abarcaban una distancia de unos 11 kilómetros, desde la Plaça de les Glòries hasta las plazas Pius XII y Cerdà,
a lo largo de la Diagonal y la Gran Vía, respectivamente. El grueso de la participación se dio desde
la Plaça de les Glòries hasta Francesc Macià y Plaça Espanya, unos 7 kilómetros. El ancho de ambas vías en estos
tramos es de 50m. Tenemos, pues, que la superficie total –ocupable y no
ocupable- es (70.000m x 50m.) de 350.000m2. Las imágenes y fotos
aéreas que se han difundido -me remito a TV3- indican claramente que la
concentración ocupaba, en el mejor de los casos, la mitad del ancho la vía, y
eso sin contemplar los claros que se percibían entre los distintos tamos. Pero
aceptemos una concentración humana, ininterrumpida y homogénea, de 25m de ancho
a lo largo de 7 kilómetros, lo que arroja una superficie total de 175.000m2.
La
concentración máxima de personas por metro cuadrado se calcula entre 2 y 4. En los
tramos que nos ocupan, tratándose de una concentración, no de un recorrido, y a
juzgar por lo visto, estaríamos, como mucho, entre 2 y 3 personas por metro
cuadrado; vamos a asumir 2.5, lo que significaría que cada persona ocupaba un lebensrau
de 0.4m2. No se puede ser más generoso. Pue bien, esto nos daría la
cifra de (2.5 x 175.000) 437.500, pongamos 450.000 personas. En los 4 kilómetros
restantes, la densidad era, a ojos vista, mucho menor, y el espacio de amplitud
de la vía ocupado, también. Si, aun así, mantenemos la misma anchura ocupada y
reducimos el coeficiente persona/m2 a 1.5, obtendríamos (1.5 x 4000
x 25) la cifra de 150.000 personas.
Sumadas a las 450.000 anteriores, el total de asistentes a la “V” nunca habría
superado las 600.000 personas.
En cualquier caso, el
independentismo sigue teniendo tirón.
Cierto que desde todos los medios se invitó, arengó y presionó para asistir, y
que toda la logística de la Administración se puso al servicio de la “V” –los
tiempos en que los noticiarios de TV3 eran lo más parecido en España a la BBC,
quedan ya muy lejos-. Y es cierto también que, si yo fuera de los
organizadores, no me sentiría nada satisfecho. Porque no sólo se puede detectar
un cierto estancamiento en lo referente a conseguir la masa crítica necesaria
para el proyecto -siguen estando todos los que son, y todos los que son, están-
sino incluso un cierto reflujo. Seguimos en una división en dos bloques, uno
independentista, activo y militante, hegemónico y con todos los medios
logísticos y propagandísticos a su disposición, pero estancado, y otro bloque
no independentista, mayoritario, constituido más o menos por el resto de la
población, incluyendo a los cada vez menos “no sabe, no contesta” de las
encuestas, que es, a su vez, disperso y heteróclito en función de su propia naturaleza
y, por ello, sólo identificable como no-independentista, pero poca cosa más.
Una muestra de ello es
la escasa participación de la concentración en Tarragona, auspiciada por la SCC –Societat Civil Catalana-. Aun siendo a
mi juicio dicha plataforma la más seria de cuantas han aparecido –es, como
mínimo, la más plural y razonable en sus planteamientos-, apenas consiguió
agrupar unos pocos miles de personas: 3500 según los mossos d’esquadra, 7500 según la policía municipal. Ahora bien, si
la mayoría de la población catalana no es independentista, y todo parece
indicar que los independentistas van a por todas ¿cómo se puede explicar tan
exiguo seguimiento?.
La respuesta a esta
última pregunta es ciertamente muy compleja. Aquí me limitaré a esbozar algunos apuntes. Acogiéndose
a un cierto victimismo, se acostumbra a explicar a partir del auge
independentista, que sería, a su vez, la secuela de los 30 años de hegemonía
nacionalista que habría estado preparando el terreno. Presión social, miedo a
significarse y a verse estigmatizado, acomplejamiento, el silenciamiento y el
ninguneo a que las opciones no nacional-independentistas se ven sometidas por
parte de los medios, cuando no la simple descalificación de demonización por botiflers o «españolistas»…
Sin
que sean por ello necesariamente falsas, me parecen insuficientes y de muy poco
calado. En mi opinión, la razón profunda de tan escaso seguimiento radica en la
naturaleza heteróclita de las distintas posiciones que, simplemente, coinciden
en no ser independentistas –como podrán coincidir en que la raíz cuadrada de 16
es ±4-, pero en nada más. Y el sesgo que, por regla general, ha sido
característico de la mayoría de estos movimientos, partidos y plataformas
varias, ha condicionado su escaso eco entre la población. Algo que, a mi
entender, es deudor de la secular ceguera y displicencia con que desde España
se ha abordado el tema catalán.
Digámoslo claro, ser
no-independentista no implica abrazar la bandera española y pasarse al otro
nacionalismo. Y la
retranca de la sociedad civil catalana en este sentido, con su consiguiente
refractariedad a ciertos cantos patrios, puede ser tan fuerte como su no-independentismo.
Y que desde demasiadas opciones se esté vendiendo un españolismo tan
recalcitrante, irredento y energumenesco como el independentismo de las Sras.
Forcadell o Casals, o incluso más peligroso, es algo más que una sospecha, es
una certeza. Porque de enfrentamiento entre dos nacionalismos se trata. Y en
estas tesituras el no nacionalista queda irremisiblemente atrapado entre los
voceros de los beocios.
Si
algo queda de una sociedad catalana que ha sido la más avanzada de España, es
precisamente esto: la reluctancia a las arengas y una civilidad que los
fanatismos y los extremismos precisan erradicar porque son el mayor obstáculo
para la realización de sus designios. Si tuviéramos que juzgar por los
resultados obtenidos, a tantos conspicuos tertulianos, presidentes autonómicos
y otros variopintos personajes de toda laya y jaez, por sus manifestaciones y acciones en relación al
hecho catalán, diríase que están a sueldo del independentismo. O que, como se
decía antes, son sus aliados objetivos.
Me
pregunto cuánta gente en Cataluña no se habrá hecho nacionalista e
independentista siguiendo aquella frase atribuida a Cicerón: “Prefiero equivocarme con Platón a tener
razón con «esos»”. Irracional, qué duda cabe, pero es preferir Guatemala a
Guatapeor, y eso es humano. Mientras no ser independentista implique tener que
envolverse en la bandera rojigualda, se tratará de un problema de identidades
simbolizadas. Y en esta trifulca, el no-nacionalismo tiene muy poco que decir,
porque su discurso es otro. Pero este discurso, hoy, sigue sin tener voz.
Otra consecuencia que se
desprende de este último 11 de septiembre, es que el Sr. Mas está pillado por
los huevos. Así de
claro. Decidió sembrar vientos y está recogiendo tempestades. Ha dicho en
privado que la consulta no se celebrará, pero en público sigue tensando la
cuerda… porque no puede hacer otra cosa. Ya no depende de él. Somos dueños de
nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras, y su incontinencia, verbal
y mental, le ha llevado hasta al cul-de-sac
en que ahora se encuentra, sin aparente solución de continuidad. Que él y
su equipo son una caterva de mediocres y corruptos cuya ramplonería política e
intelectual azora, es algo evidente; que se han apoyado en fanáticos dementes
que les han robado la cartera, también. No es mala suerte, es que son,
simplemente, malos de solemnidad.
¿Y ahora qué? Esta es la gran pregunta. Mas sigue porfiando
por una consulta que sabe que no podrá celebrar, porque el Estado se lo
impedirá. Además, la exigencia de las masas ayer era la independencia, no el
mero trámite de una consulta que dan por ganada de antemano sin tan siquiera
contemplar que fuera de otro modo. Si no hay referéndum, entonces, declaración
unilateral de independencia. Esta es la posición de ERC y de las plataformas
que el Sr. Mas auspició para que lo enaltecieran a mayor gloria suya.
¿Elecciones
anticipadas con un frente independentista que anunciara la proclamación
unilateral de obtener mayoría absoluta? Es una posibilidad que dejaremos para
el final. Puede que haya elecciones anticipadas, casi seguro, diría, pero dudo
mucho que se produzca dicho frente o coalición, tanto por parte de CDC como de
ERC. Convergencia se está hundiendo, víctima de su incompetencia y de sus
corruptelas. ERC sería, casi con toda seguridad, la fuerza más votada. ¿La
distribución de las listas se haría de acuerdo con la situación actual, o en
base a las prospectivas electorales? ¿Sería Mas el cabeza de lista o el Sr.
Junqueras?
Si
CDC y ERC concurren por separado, pero con programa independentista ambos y
recogiendo la promesa de declaración unilateral de independencia, dejando de
lado que ello sería bastante absurdo y difícil de entender para buena parte del
electorado independentista, CIU se desploma y ERC gana las elecciones, pero a
mucha distancia de poder articular una mayoría absoluta para la declaración
unilateral. Por otro lado, está por ver qué resultados obtendrían las otras
formaciones, tanto las independentistas como las que no lo son. Puede que Duran
Lleida y UDC decidan de una vez qué quieren ser cuando sean mayores, y esto
podría significar un batacazo definitivo para Mas y CDC. Por su parte, entre la
llamada izquierda, ICV-EUiA tiene una dirección que apuesta claramente por la
independencia, pero su electorado no. Y esto puede ser especialmente
significativo si contemplamos la irrupción de PODEMOS, que podría barrer
literalmente del mapa a la casta de ICV. PODEMOS dice estar por la consulta,
pero no por la declaración unilateral… ya veremos. Las CUP pueden verse también
afectadas por el fenómeno PODEMOS. Fenómeno, por cierto, de matriz claramente
española y hasta, para ser más precisos, madrileña.
El
PP no parece que arranque, lo cual es muy normal y sobran razones para
explicarlo que, de tan evidentes, obviaremos. C’s acaso mejore, pero no mucho
según las encuestas, respecto a su situación actual. Queda el PSC-PSOE, que
sigue sin vivir en sí, aunque ya no muy alta vida espere… a poco que sea consciente de su situación. Un
partido, este, especialista en desaprovechar oportunidades históricas. Con la
deriva independentista de Mas, y de haber tenido un mínimo de talento político,
hubiera podido recuperar posiciones y hasta constituirse en alternativa a los
despropósitos independentistas, pero sigue incapaz de articular un discurso
mínimamente coherente y, a la vez, sugerente. En cualquier caso, no parece que
en este escenario se diera una mayoría suficiente para proclamar
unilateralmente la independencia. Y si se convocan elecciones en estas
circunstancias, CDC sabe que se verá arrojada al Hades… y desposeída de sus
sillones oficiales. Tema, por cierto, nada baladí.
Puede
que ante expectativas tan poco halagüeñas, el Sr. Mas opte por prolongar su
agonía y la de su partido, con el apoyo puntual, acaso del PSC –ya se lo ha
ofrecido- o incluso del PP, que no se ha mostrado renuente a ello. Eso sí, con
la condición de que abandonara sus veleidades independentistas. Difícil, pero
no impensable. Una variante de este mismo escenario sería que se facilitara con
la substitución del Sr. Mas y su equipo, que se irían a su casa, por dirigentes
más moderados y no contaminados por el fiasco del referéndum. ERC y la mayor
parte de los asistentes a la concentración de ayer, montarían en cólera y se
echarían al monte, con lo cual se consumaría su viaje sin retorno hacia la
batasunización. La trama de complicidades urdida por el nacionalismo hace que
cualquiera de estos dos escenarios se me antoje muy difícil, pero no imposible.
Algo menos si se pudiera presentar algún activo, aun testimonial, ante la
población más moderada, lo cual requeriría de la complicidad del gobierno
español.
Si
por el contrario, y aunque no esté nada claro que CDC+ERC –“Mas &
Junqueras”- sumaran linealmente sus votos en el caso de ir en coalición como
frente independentista, sí existe la posibilidad de que, con un 35% de votos o
poco más, y debido a la dispersión del voto en las otras formaciones, pudieran
alcanzar una mayoría absoluta que les permitiera la declaración unilateral de
independencia. De ser así, el conflicto estaría servido. Y las consecuencias que acarrearía, totalmente
imprevisibles.