Hasta ahora, el PSOE había
vivido de dos factores, la preponderancia de cada uno de los cuales variaba
según el momento, pero que siempre habían funcionado como vasos comunicantes.
A un lado, el liderazgo; al otro, el tópico. Un maquillaje bajo el cual se
emboscaba la más absoluta vacuidad ideológica y que permitía, a la vez,
simultanear su propia auto referencialidad como la única izquierda
"posible" y de orden, con una praxis entre cuyas máximas
realizaciones se encuentra haberle hecho a la derecha todo el trabajo sucio
que, de haberlo acometido ésta, hubiera topado con una resistencia civil al frente
de la cual se hubiera situado, sin la menor duda, el propio PSOE.
Este modelo se gestó durante
la transición y cabe reconocer que ha funcionado razonablemente bien durante un
tiempo bastante largo, unos cuarenta años. El más conspicuo de los liderazgos
corrió a cargo de Felipe González; el tópico, a su vez, gozó siempre de buena
salud y tiene sus más genuinos modelos en Alfonso Guerra y en el inefable Zp.
En su primera etapa, el
liderazgo fuerte se complementaba con una factoría de tópicos made in Alfonso Guerra: una imagen auto
proyectada de populismo descamisado, más deudora de la estética peronista que
de la tradición socialista, con las debidas concesiones cromático-estéticas de
banderas rojas, puños en alto y hasta tirando de "La Internacional" cuando
las cosas se ponían feas. La compatibilización del liderazgo a cargo de
"el Felipe" con los tópicos guerristas, le permitió al PSOE gobernar
durante casi quince años y cuatro legislaturas -tres de ellas con mayoría
absoluta-, un periodo durante el cual cambió de posición en temas clave cada
vez que lo juzgó oportuno, aguantando no obstante el envite como si tal cosa,
desde traiciones, incumplimientos flagrantes y renuncios, hasta chapuzas y
corruptelas, tirando de lo uno o de lo otro: del liderazgo o del tópico, según el caso.
Este modelo empezó a
flaquear con la defenestración de Guerra a raíz del caso de su hermano Juan, y
quedó finiquitado con la derrota electoral de 1996 y la retirada de la escena
de Felipe González. La breve etapa que siguió a esta derrota acaso sea la única
en la historia del PSOE moderno en que realmente se miró al espejo y se
preguntó qué quería ser cuando fuera mayor. En vano. Con el advenimiento de
Zapatero, y debido a sus propias carencias, la imposibilidad de un liderazgo
fuerte y de tintes mínimamente carismáticos se compensó con un incremento de
dosis tópicas, que no de uso tópico.
Pero claro, de los tópicos peronistas y/o priístas al estilo del
descamisado Alfonso ya no se podía tirar, así que, a falta de tópicos propios,
se optó por buscarlos en otra parte: en los caleidoscópicos restos de la
izquierda naufragada tras el colapso del PCE. Una izquierda a lo "monja
progre americana". Una izquierda malthusiana, étnico-culturalista,
buenista, rousseauniana, anti intelectualista, neocristiano-milenarista y
oenegera. Unos mimbres más que cuestionables para hacer un cesto, si de
izquierdas estamos hablando, pero eso es lo que había y ésta fue la estética
que el PSOE impostó, con todos sus tópicos. Luego, aupado por la proverbial
incompetencia de Acebes y la arrogancia de Ansar
en su respectivas gestiones del 11-M -peor imposible-, el PSOE de Zapatero
llegó al poder.
Y esta vez, el tópico se
hizo carne y habitó entre nosotros durante siete largos años. Que Zapatero
ganara unas segundas elecciones, incluso mejorando resultados, no es algo que
deba sorprender. La derechona ansarista
de los Acebes y Zaplanas lo hizo tan mal que hasta se diría que le estaban
haciendo intencionadamente la cama a don Mariano. No les salió bien la jugada, pero eso es otra
historia, aquí estamos hablando del PSOE...
Seis años después de acceder
al poder en olor de multitudes, los tópicos zapateriles entraron en fase de
precipitación y el suflé se convirtió en tortilla de huevos caducados. Casi de la noche al día, en nada. Con
franqueza, la sordina que envolvió todo el proceso de liquidación de Zapatero
no creo que tenga parangón y hasta convierte a un personaje tan bobo en entrañable y digno de compasión. Porque no fue él el único culpable, sino sólo su cara más visible.
Pero el problema no era el
de un liderazgo que nunca había existido, sino el escoramiento hacia la
descompensada tiranía del tópico que había presidido la praxis del PSOE durante
los últimos años, precisamente por mor de esta ausencia. Quizás Rubalcaba
entendió este problema, pero pecó de ingenuo, o de ambicioso, pensando que él
iba a poder cubrir este vacío de liderazgo que compensara el decantamiento
hacia el tópico. Digo esto porque no parece que Rubalcaba intentara en modo
alguno cambiar esto, sino más bien compatibilizarse él en este contexto. Muy al
contrario, se regodeó en los tópicos más ad
usum del zapaterato, acaso en la confianza de que su carisma le permitiría,
si no enaltecerlos, sí, como mínimo, compensarlos. Craso error. Si alguna vez
se escribe una novela sobre Rubalcaba, su título debería ser sin duda "El
hombre que porfió".
Y ahora se encuentra el PSOE
en la que acaso sea su definitiva encrucijada, su némesis. Igual que le ha pasado
al bueno de Artur Mas en Cataluña, la gente prefiere el original a la copia. Y
así como a Mas cada vez que hay una nueva convocatoria electoral se le van más
votos hacia ERC, a Rubalcaba su electorado, acaso adicto al tópico después de
tantos años, también se le ha ido a la auténtica y genuina fábrica de tópicos,
de la cual la factoría zapaterista los plagiaba: la izquierda oenegera, anti
ilustrada y étnico-culturalista cuya praxis social tanto se asemeja a la
sopaboba de la doctrina social de la Iglesia, ahora substanciada en PODEMOS,
cuya interminable lista de topicazos empieza con el propio nombre de su líder:
Pablo Iglesias, ni más ni menos.
Y lo peor para el PSOE es
que su dinámica a lo largo de los últimos decenios ha determinado unas inercias
de las que no puede zafarse, porque ni hay cuadros de talla intelectual como
para ello, ni parece que tenga de donde obtener otro paradigma tópico que le
disimule las carencias y le permita aguantar el tirón.
Rubalcaba se va, sí. Bon voyage, Alfredo, no te echaré de
menos. Ni como docente -fuiste uno de los mentores de la LOGSE, otro de los
grandes tópicos hecho carne y que habita aún entre nosotros- ni como ciudadano.
Pero, la verdad, no sé
distinguir entre los hombres ni entre las mujeres que aspiran ahora a sucederle
en el sillón de secretario general y presidenciable socialista. Clónicos y sin
atributos, ya sean hombres o mujeres. ¿En qué se diferencian Carme Chacón,
Susana Díaz y Elena Valenciano, de Viviana Aído o Leyre Pajín? ¿O Patxi López
del "campeón"?
Los medios parece ser que
están aupando a Susana Díaz. Deben estar al servicio de la FAES. Aunque, bien
mirado, también puede que no ¿O no acabamos de decir, al fin y al cabo, que no
se distinguen ni en un solo atributo?
Ni liderazgo, ni tópicos, ni
capacidad para reinventarse. Y con el aliento de los oenegeros en el cogote. El
PSOE lo tiene mal, muy mal. Lo peor es que tal vez se lo tenga merecido.