Rayanas en la cuarentena están
ya las vanguardias de las generaciones que han sido escolarizadas con la LOGSE.
Y se nota, cómo no iba a notarse. Un amigo me comentaba no hace mucho que en primero de ingeniería de la Complutense hay estudiantes con problemas para entender el sistema métrico decimal. Y sabía de lo que hablaba. Sí, ya sé que los antilogse somos cada vez
menos y muy pesados, además de poco imaginativos y de seguir firmemente
persuadidos de que Astronomía y Astrología no son disciplinas equiparables, ni
cuestión de opiniones o creencias igualmente respetables; de que la primera es
una ciencia y la segunda una superchería; de que una cosa es el respeto
personal y otra el intelectual, y que el hecho de que toda persona sea de
entrada respetable no implica que lo haya de ser también todo lo que diga o
crea.
También llevamos años
denunciando que no son hechos independientes que, por un lado, cada vez haya
más gente que crea en supercherías y que, por el otro, la ciudadanía esté más
domeñada y manipulada por políticos a su vez más inescrupulosos y analfabetos,
sino relacionados entre sí y consecuencia del creciente nivel de aculturación e
ignorancia que se da entre la población. Y que igual que el turista medio no está
viajado ni aunque haya dado cien veces la vuelta al mundo, el hiperespecialista
sin formación cultural general, ignorante incluso de ramas paralelas a las de
su propia especialidad, es la antesala a la barbarie que ya denunciaba Ortega en
los años veinte del siglo pasado.
Y que todo esto es en gran
medida el resultado de un sistema educativo hecho a la medida de una sociedad cortoplacista
y sumida en el aquí y ahora de la más burda inmediatez, que se enorgullece y regodea de
su ramplonería y la eleva a la categoría de virtud. Y que la formación cultural
básica que ha de dotar a una persona de capacidad de discernimiento y criterio,
no es en sí lo que uno adquiere en la universidad –donde en todo caso se amplia
y profundiza en ámbitos de elección propia-, sino a lo largo de proceso de
instrucción que uno recibe en Primaria y en Secundaria, la antigua enseñanza
media.
¿Y a cuento de qué viene todo
esto? Se preguntarán… Pues de dos noticias que, si bien merecerían un tratamiento
separado, pienso que están íntimamente relacionadas. Al menos para un jeremíaco
antilogsiano como un servidor, y no me resisto a citarlas en un mismo post bajo
este genérico título de «Hijos de la LOGSE». Ustedes verán.
La primera la pueden leer
aquí. Si es verdad o no es un extremo que no puedo garantizar, pero sí su verosimilitud. Cierto también que no es como para sorprenderse tanto si tenemos en cuenta que, hace ya un
tiempo, se destapó el escándalo de la prueba de cultura general en las
oposiciones a maestro de Primaria en Madrid, con «graduados» respondiendo que
el Ebro el Tajo y el Guadalquivir pasaban por Madrid –eso es centralismo y lo
demás, tonterías-, que gallina era un mamífero o que el palabro «disertación»
significa dividir un todo en partes más pequeñas. ¿Lo recuerdan, verdad? Pues bien, si por
entonces quedaba el consuelo de que, al menos en Madrid, y dado el carácter
eliminatorio de esta prueba, semejantes orates nunca superarían unas
oposiciones, ahora resulta que ya los tenemos dentro. Claro que, bien pensado,
lo de incorporar la «h» a «echar» puede que esté relacionado con las nuevas
tendencias de la ortografía natural –por cierto, una contradictio
in termini-, porque si no ¿A qué venía que nos tuvieran que decir aquello
de que del verbo «echar» lo primero que había que echar era la «h»? Por algo
sería ¿o no?
Luego van apareciendo padres
escandalizados por la condición ignorante de los maestros de sus hijos, como
pueden constatar si siguen el enlace de más arriba. Con docentes escribiendo
observaciones en los exámenes de sus alumnos «kon» «desaprobechadas»
oportunidades de haber disimulado su ignorancia. Pero tiene razón
Pérez-Reverte, el problema no son estos maestros o profesores orates, sino el
sistema. Un sistema que no les exigió ni les enseñó, y que luego se escandaliza
cuando se hace pública su ignaridad. Muy especialmente porque se haga pública, que es lo único que importa.
Y la verdad les diré. En mi
opinión lo extraño es que estas cosas no ocurran con más frecuencia. Porque
vamos a ver. Si es la misma condición de «padre» que se indigna con las faltas
de ortografía de un maestro, la que luego exige que se le apruebe a su hijo un
examen en blanco. O el sistema que favorece que un instituto que decida aprobar
a todo quisqui porque si no el alumnado se va al del barrio de al lado porque
allí impera el aprobado general, o tantas otras cosas… entonces ¿de qué nos
sorprendemos? ¿De qué nos escandalizamos?
Pues no crean, siempre hay
razones para sorprenderse. Y si no, lean esta extraordinaria noticia. ¿Qué?
¿Cómo se les ha quedado el cuerpo? Pues les voy a contar una cosa. Algo que me
ocurrió en Madrid, debe hacer aún no un par de años, y de lo que Alberto,
nuestro profesor Atticus, fue también testigo. Verán.
Teníamos
una reunión en el Ministerio de Educación y Cultura, solicitada por SPES, la
Federación de sindicatos de secundaria española, para tratar de convencer al
director general de turno del dislate que suponía el proyecto de decreto de especialidades
que por entonces estaba pergeñando el ínclito Wert, actualmente de luna de miel
pagada en la OCDE, en agradecimiento por los servicios prestados.
Tal vez fuera porque, al ser un
viernes por la tarde, en el edificio del ministerio no había prácticamente ni dios
y el conserje estuviera aburrido, o por cualquier otra razón, el caso es que el
hombre estaba particularmente comunicativo, y mientras nos preparaban las
acreditaciones para acceder al interior del edificio, empezó a hablarnos. Tenía
toda la pinta de ser un hombre que llevaba trabajando allí un porrón de años.
Tantos que muy probablemente consideraba que el ministerio era suyo, no sin
parte de razón si atendemos a que los conserjes de toda la vida acostumbran a
ser fijos –y auténticos señores del edificio que campan a sus anchas por sus
dominios-, mientras que los ministros y su séquito de cargos y carguetes son
interinos que están sólo de paso. Prosigamos.
El hombre estaba indignado y nos
estaba explicando las razones de su enojo con un tono algo vesánico, pero también con cierto gracejo.
Como ya sabrán ustedes, el por entonces ministro Wert era un gran aficionado al
oprobio tenido por fiesta nacional que son las corridas de toros. Y como
aficionado a la tauromaquia y en la convicción de que semejante salvajada es
«cultura», decidió darles cobijo a los toreros en el sacrosanto edificio del
ministerio, habilitándoles una sección para que
se reunieran y dispusieran. ¡Toreros en el Ministerio de Educación! Esta era la
razón de la indignación del conserje: la profanación del edificio del saber por
los toreros. ¿Por qué no se reunían en otro sitio? ¿Por qué
precisamente aquí? Se exclamaba no sin cierta socarronería. Otro nostálgico demodé, pensé. Y a continuación me planteé
si tenía demasiado sentido que, ante tal tesitura, fuéramos a intentar
convencer a todo un ministerio de que empresariales y filosofía son disciplinas
distintas no intercambiables, y que un profesor de Biología no tiene por qué
saber dibujo. Que lo de la polivalencia curricular era un camelo...
Ahora ya tendrá que callarse
definitivamente. Él y todos los que pensamos como él, so pena de ser arrojados
a las tinieblas exteriores. No sólo los toros son «cultura», sino que van a
tener su propio ciclo formativo de Formación Profesional en nuestro sistema
educativo reglado para que aquellos alumnos que lo deseen, puedan aprender el
noble oficio de torero en las debidas condiciones de calidad y con titulación
homologada. Y ya puestos a hacer, no veo por qué no se introduce también como
una modalidad de bachillerato; hace mucho tiempo que ya no merece tal nombre.
Si es que ya les digo, eso de
ser anti-LOGSE es muy poco trenddy. Por
eso caemos cada día más antipáticos con nuestras jeremíadas. Y es que ni la Religión
es lo que era. Seguro que ni los que eligen tal materia saben quién fue
Jeremías. Y tampoco nadie sabrá, claro, si tenía razón con sus reproches y si acertó con las
calamidades que anunciaba.
El último que apague la
luz.
La ignorancia ultrasatisfecha y el docilismo ciudadano se relacionan con más fuerza que la x y la y. A propósito de antilogsianos, si ad+ nos declaramos furibundos anti ebook y escépticos de la Galaxia Tic 2.0, entonces sí que se nos mira con condescendencia , como al yayo cascarrabias. En fin, O tempura, o amores... Acerca de la ortografía: Nunca olvidaré esa Fe de herratas con la que una venerable publicación educativa española confesaba sus gazapos del número anterior. ¿Acaso un duende irónico en tan sesuda e imprescindible publicación? Y para acabar, ¿por qué no una Fp de tertulianos arbitristas?
ResponEliminaMartín, Martín, está la cosa para dar ideas... Xavier, estupendo el artículo. Con permiso, me lo llevo y lo difundo (igual que el siguiente). Un abrazo.
ResponEliminaEl "con" lo tiene bien escrito, míralo bien, tampoco nos pasemos
ResponElimina;-)