Como cada año cuando empieza
el curso escolar, proliferan las noticias y declaraciones sobre educación.
Ahora bien ¿se habla realmente de educación o solamente de aspectos externos a
ella que, aunque sin duda importantes, no dejarían de ser cortinas de humo que
eluden los problemas y retos que tiene realmente planteados nuestro sistema
educativo?
En cierta ocasión, inicié una
conferencia afirmando que la transmisión
de aquellos conocimientos –añado: teóricos y prácticos; aptitudes y
destrezas- que la sociedad considera necesario preservar y que un individuo no
puede adquirir en su entorno social más inmediato, se estructuró en torno a la
institución escolar bajo el modelo de la Academia. Un modelo basado en el
binomio docente-discente incardinado en una institución cuya función primordial
era la transmisión de dichos conocimientos; fueran cuales fueran, según la
época, la sociedad, etc.
Tres afirmaciones que a día de
hoy habrían quedado obsoletas a juzgar por las tendencias educativas hoy
hegemónicas, que no parecen ir en esta dirección, sino más bien en la opuesta. Veamos.
Que hay cosas que «la sociedad considera necesario preservar»
me pareció, en su momento, evidente en sí mismo, pero acaso no lo sea tanto. Y
ello en el sobrentendido que la sociedad, entendida como abstracción, quiera
preservar algo. Porque entendía que, de una forma u otra, siempre habría un
substrato sobre el cual se construiría un cierto consenso. Y a lo mejor resulta
que no a todo el mundo le interesa preservar lo mismo. Sin ir más lejos, del
mismo modo que algunos sectores de la sociedad suprimirían las academias
militares, otros sectores, afines a determinadas prácticas curativas
alternativas, suprimirían sin duda las facultades de medicina. De modo que la
proposición sobre lo que «la sociedad
considera necesario preservar» es, como mínimo hoy en día, más bien
problemática.
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