Murió ayer. Se llamaba Víctor
Mora y fue el creador del Capitán Trueno. Durante muchos años firmó como Víctor
Alcázar, que más que un nombre artístico fue «contranombre de guerra» para
poner sordina a su militancia clandestina y a su condición de expreso político
en una lista negra de la que se aprovecharon los de siempre. No fue el único en
sufrirlo, Marcial Lafuente Estefanía, por ejemplo, había sido general del
ejército republicano durante la guerra civil y también lo padeció.
Dicen algunos que todo gran
lector ha padecido en su infancia de algún forzado período de reposo que inicia
en la lectura para combatir el aburrimiento, y que el vicio se queda pegado al
alma. Una perversión, vamos, al menos en el sentido originario del término:
desviación de los fines naturales. Ellos sabrán, los rousseaunianos…
Por mi parte, obviando por
supuesto lo de «grande» y quedándome en mero «lector», puede que algo haya de
esto. Me aficioné al Capitán Trueno con motivo de un forzado período de reposo
que tuve que guardar durante tres o cuatro meses debido a una fea fractura de
fémur que sufrí a los ocho años. Alguien me trajo un ejemplar una revista
juvenil con distintas historietas de cómic de aventuras, humor y reportajes; un
magazine, que diríamos hoy. Se
trataba de «El Capitán Tueno (EXTRA)». Y así me enganché. Lo demás vino solo.
El Artículo completo, aquí.
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