El rotativo «El País», muy
en su línea, publica hoy la impagable entrevista con un gurú educativo de moda,
uno más, que parece obedecer al nombre de Sugata Mitra, y cuyo centro de atención educativo preferente es acabar con los exámenes porque, dicé él, es una cosa de los tiempos de los imperios, de hace 300 años, y como hoy en día no hay trincheras, no hay ninguna razón como para tener que controlar los nerivos y los exámenes son innecesarios. Una entrevista que da
mucho que pensar, ciertamente que no por lo que dice -una sarta de majaderías
aliñadas por un picaruelo para consumo de infelices-, sino por lo que concierne a
la propia condición de «gurú educativo», un sociotipo poco estudiado
estudiado hasta ahora y que prolifera por doquier.
La entrevista es particularmente
interesante y significativa por todo lo que tiene de tópica. Un déjà vu insidiosamente recurrente en
todo este tipo de glosas: complicidad fingidamente aséptica que se traduce en acríticidad
absoluta hacia el entrevistado, con preguntas que parecen más bien escritas por
el propio gurú para su mayor redondeamiento retórico para que se las pongan como a Fernando VII, y unos entrevistadores
que, a la vez que refutan en sí mismos la viabilidad del método socrático de la
mayéutica, se manifiestan también indefectiblemente incapacitados para ejercer
la no menos socrática eironeia -la
ironía-, que tanto juego daría en las entrevistas a estos tipos.
También, más allá de la
receta milagrera particular de cada gurú, parecen surgir algunas
características comunes a todos ellos, configurándose un borroso perfil de gurú
que, ya sin más dilaciones, hay que esclarecer y establecer nítida y
definitivamente.
No nos estamos preguntando
por las causas que han facilitado la proliferación de la figura del «gurú
educativo» -lo dejaremos para sociólogos y psicólogos-, ni tampoco por ninguna
variedad del sociotipo que se constituyera en «gurú educativo a priori» -ímproba
tarea, que correspondería a fichteanos irredentos-, sino, en el sentido más
genuinamente kantiano, por la possibilitas
del gurú educativo.
Aclaramos. Si un concepto es
la obtención del universal a partir de la supresión de la diferencia, o sea, el
conjunto de notas o predicados que
constituyen su possibilitas -aquello que ha de haber para que se dé tal
concepto-, nuestra pregunta es ¿cómo son a priori posibles los gurús
educativos? ¿Qué ha de haber en un «gurú educativo» para que sea efectivamente
un «gurú educativo? ¿Cuáles son las condiciones de la posibilidad del «gurú
educativo» o, si lo prefieren en más trendy:
¿Cuál es el «perfil del gurú educativo»?
A este propósito dedicaremos
algunas de las próximas entregas: a un conocimiento trascendental del «gurú
educativo», entendiendo, con Kant, por «trascendental», aquel conocimiento que
se ocupa, no tanto de objetos, sino de nuestro modo de conocerlos en la medida
que ello sea posible a priori.
Ya les iremos contando.
En el caso del señor Mitra, me parece que la idea central es que en las condiciones adecuadas se produce el autoaprendizaje: al alumno se le deja un ordenador con conexión a internet y el alumno, él solito, aprende a usarlo y, gracias a él (al ordenador), aprende muchas otras cosas, por ejemplo, consigue un notable desempeño en matemáticas.
ResponEliminaEllo es probablemente cierto si el alumno tiene la gana de aprender (motivación) y está dispuesto a dedicar el esfuerzo necesario, aparte de condiciones innatas que no todos los alumnos tienen. Pero dejando aparte estas últimas, especialmente incómodas ¿qué proporción de los alumnos realmente existentes aquí y ahora tienen la gana de aprender y están dispuestos a esforzarse lo necesario?. Y los que tienen esa motivación y esfuerzo ¿qué no conseguirían con unos buenos profesores?.
Parte de la valoración de Mitra parece estar relacionada con la posibilidad de que sus ideas sirvan para donde esos profesores no existen, sobre lo cual no tengo una opinión formada.
Respecto al gurú educativo, lo que me parece claro es que recomendando esfuerzo, por parte del alumno, a uno no le van a dar la plaza.
¿Qué ocurriría hoy si Sócrates o algún buen imitador fuese profesor y se dedicase a hacer preguntas difíciles esperando que sus alumnos trabajasen sobre ellas, y haciéndoles ver que en realidad no saben lo que creían saber?. Que los alumnos irían a la academia (no a la Academia) o al profesor particular para obtener allí las respuestas y no "perder tiempo" ni "estresarse". Y desde luego a tal maestro no le darían tampoco el título de gurú educativo.
Sin exámenes, sin deberes, sin tarima, sin pizarra, sin pupitre, sin asignaturas... qué barbaridad. Y luego piden más inversión. ¿Para qué? ¡Si no hacemos falta ni nosotros!
ResponElimina¡ESO! ¡ESO! Precisamente ESO.
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