Sin más. Así lo proclamó el
jefe galo Breno ante los horrorizados romanos que, refugiados en el Capitolino,
le estaban pagando el tributo. Surgió una discusión sobre el peso y la calidad
de la plata; los romanos trataron de explicarse y, por toda respuesta, Breno
desenvainó su espada y la puso amenazadoramente sobre las balanzas pronunciado
el famoso Vae victis, ay de los
vencidos[i], porque el vencedor, se lo
queda todo y no tendrá piedad con el vencido, o sea The
winner takes it all, como decía la canción del grupo Abba allá por los
ochenta (y perdón por la comparación).
Pero también “Una salus
victis nullam sperare salute[ii]”,
la única salvación para los vencidos
es no esperar salvación alguna. Cuando alguien lo tiene todo perdido, ya no
tiene nada que perder, una perogrullada de pleonasmo, sí, pero no por ello
menos cierta.
Viene todo esto a cuento de la
aparente resolución que por ahora se apunta del tema de Grecia y su contencioso
con Europa, o lo que es lo mismo, con Alemania. Parece confirmarse que sí, que
es cierto que la última propuesta alemana, que Tsipras ha aceptado y que el
Parlamento griego deberá aprobar, es más dura, más desventajosa para Grecia,
que la penúltima que motivó el abandono heleno de las negociaciones y la
convocatoria del referéndum.
No pretende uno, de verdad, ponerse
trascendente. Pero frente al estulto pragmatismo de lo inmediato imperante, le
resulta difícil. ¿Es de verdad, como dice Krugman, un golpe de estado económico?
¿Es un aviso para navegantes? ¿Ha primado más en el endurecimiento de las
posiciones lo pasional que lo racional? ¿Fue el referéndum de Tsipras un
gatillazo o se acojonó ante la que vio que se le venía encima? ¿Hubo presiones
rayanas con las amenazas? ¿De qué tipo? ¿Es Tsipras un «traidor»? A todas estas preguntas
seguramente podría responderse con un «sí» más o menos condicionado, pero lo
que a uno le preocupa es este ensañamiento con Grecia, cuyo gobierno ha acabado
tragando con una propuesta que no es sino «más de lo mismo» y que condena al
país a seguir empeorando en la misma línea que hasta ahora. Un ensañamiento que
me parece, por encima de todo, codicioso.
Sí, Merkel ha ejercido de
Breno y los griegos se han quedado como los pobres romanos recluidos en el
monte capitolino. Pero también de nuestros actos se desprenden en la historia
consecuencias que luego se minimizan, pero que no por ello sus causas dejan de
estar ahí. Si dentro de unos meses, o de unos años, Grecia vuelve a estar en el
abismo, las opciones pueden ser otras, porque, perdón por repetir la cita, la
única esperanza de los vencidos es haber perdido toda esperanza. No será sin
duda como con Breno, cuyo pueblo cayó al final dominado y esclavizado por Roma,
sólo un siglo y medio después. No, pero quien se rasgue las vestiduras si algún
día Grecia se va geopolíticamente de Europa, quizás antes de rasgárselas
debería echar una mirada retrospectiva a los recientes acontecimientos que
estamos viviendo. Porque una cosa es lo del ¡ay de los vencidos!, y otra que
ensañarse luego con ellos sea la opción más inteligente para el vencedor, y
porque si se lo quita todo, el único que quedará con algo que perder es él
mismo.
Hay mucha gente en Europa que,
sin disculpar a los griegos, pensaba que había que actuar con cierta grandeza
de espíritu. Entre otras cosas porque las culpas, eso sí que está clarísimo,
están muy equitativamente compartidas. Y la obcecación y la intransigencia no
son las mejores consejeras. Eso sí, a eso muchos nos ha acabado de demostrar por
dónde van los tiros en la UE. A muchos ciudadanos europeos no griegos.
Por eso, quizás, lo más
difícil no es saber perder, sino saber ganar y administrar inteligentemente la
victoria. Algo que, desde luego, nunca ha estado al alcance de Alemania. Aunque
ella sí ha sido beneficiaria de la grandeza de espíritu de sus vencedores en
más de una ocasión. Dejar al vencido sin esperanza puede a acabar perjudicando
al vencedor. Si sólo uno tiene algo que perder, lo acaba perdiendo. Quien
siembra vientos, recoge tempestades.
[i] Tito
Livio, Ab Urbe Condita 5.34-49. Se ha especulado sobre el posible anacronismo
implícito a esta anécdota, ya que faltaba todavía algo más de un siglo y medio
para que Arquímedes descubriera la noción de “peso específico”.
[ii] Virgilio,
Eneida, 2, 354
En este lío europeo en el que estamos metidos se me pasan algunas cuestiones por la cabeza...
ResponElimina1) Los diversos pueblos europeos a fecha de hoy... ¿somos amigos o enemigos? Si somos enemigos, mejor navegar separados. Si somos amigos, tiene sentido navegar juntos, pero para navegar juntos tenemos que llevar ritmos parecidos.
2) ¿Qué ritmo adoptamos? ¿El de los países económicamente fuertes? ¿O el de los países económicamente débiles? ¿Alemania o Grecia? ¿Quién debe sacrificar más en esta puesta en común? ¿O mejor llevar una marcha intermedia?
3) Tal vez la marcha intermedia pueda resultar una solución atractiva, pero el barco europeo navega en un largo y ancho océano, rodeado de naves que, sobretodo en los últimos tiempos, van a todo gas. ¿No nos podemos quedar rezagados con el paso del tiempo? ¿Qué significaría eso para el futuro de Europa?
Cambio de rumbo: A menudo hablamos de lo mal que está nuestro sistema educativo, de la falta de esfuerzo que los alumnos demuestran en su labor diaria, y de cómo este entorno de desidia contagia a menudo a nuestros estudiantes más brillantes. ¡Y nos gustaría que las cosas fueran al revés! Si cada país europeo fuera representado por un alumno y Europa fuera una clase, ¿a quién pondríamos como ejemplo a seguir? Se me puede decir que lo bonito está en la diversidad..., ¡¡pero todos sabemos lo difícil que es dar clase a un grupo demasiado diverso!! Saludos cordiales.
Observaciones muy interesantes, querido Weno, y difícilmente rebatibles. Todos tendríamos que hacérnoslas. El problema no sólo es si con estos mimbres se podía hacer un cesto europeo, sino también que no se ha construido el cesto, acaso porque no se ha querido, pero sí un cajero automático. Y Europa no puede funcionar así; no sé si podría de otra manera, pero de esta seguro que no. Estas cosas acaban pagándose, porque también son deudas adquiridas.
ResponEliminaMuy bien artículo, como siempre. Comparto las observaciones de Weno. También yo pensé en "clave educativa" al leer sobre la cuestión griega. El problema es que aquí hay demasiados daños colaterales. Que los griegos tienen parte de culpa es evidente, tanto como que no la tienen toda. En cualquier caso, es de agradecer que todavía puedan leerse opiniones matizadas. En este, como en tantos otros asuntos, nos estamos acostumbrando al blanco o negro.
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