¿Alguien se imagina qué
ocurriría en los Estados Unidos si el candidato a presidente anunciara que
cuando gane las elecciones dimitirá en favor del vicepresidente, y que si se
presenta a presidente es para que lo sea el otro, al cual la gente no votaría
porque cae mal? Pues bien, esto es ni más ni menos que lo que está ocurriendo
actualmente en la Cataluña preindependiente de nuestros días, en el año de
gracia de 2015.
Más allá de lo inconcebible
que resulta pensar semejante escenario en los Estados Unidos, no cuesta mucho
especular con el destino político de un candidato así: no pasaría ni de las
primarias de su pueblo. O en cualquier otro país, con independencia de que sea
mínimamente serio o no, sin distinciones. Pasó en Argentina, sí, pero incluso
allí fue bajo otros condicionantes. Héctor Cámpora se presentó como candidato
peronista a las elecciones que convocaron los milicones el año 1973, a las que
Perón no podía concurrir porque estaba exiliado. Cuando las ganó, autorizó el retorno
de Perón y le cedió los bártulos.
Pero aquí no hay nadie
exiliado que no pueda concurrir a las elecciones; luego ¿cómo se puede
entender que un tío que va de número cuatro vaya a ser el investido como
presidente si dicha lista gana las elecciones? Porque esto es exactamente lo
que se ha anunciado, por parte del propio interesado, con esta suerte de lista
para la independencia que concurrirá a las elecciones catalanas del próximo
veintisiete de septiembre. Un apaño con ribetes de surrealismo daliniano, pero
que a uno se le antoja que más bien enraíza con la mejor tradición del
esperpento, eso sí, en su variante bombero torero y la banda del empastre.
De momento, ya es
público quiénes serán los tres testaferros que precederán al Sr. Mas y a su
escudero Junqueras: un tránsfuga y dos activistas empesebradas que viven del
momio, a cuenta de las subvenciones públicas del gobierno presidido por el
número cuatro de la lista.
Publicado en Catalunyavanguardista. El artículo completo, AQUÍ.
Un análisis magistral de la situación, Xavier. Aquí ya nos imaginamos cualquier cosa (aquí en España, en general, quiero decir) porque cualquier cosa es posible. Wondercat y Wonderspain. Es todo de chiste pero con caspa. De verbena. De opereta. Hemos bajado tanto, tanto (si alguno día lo tuvimos) el nivel de exigencia a nuestros políticos que tragamos con todo (eso sí, nos ponemos estupendos con chorradas como la "Versión Original Carmeniana" -¡¡¡censura!!!- y así nos creemos que somos muy exigentes -hoy, ya se sabe, HAY que estar "indignado"-). Porque esta gente que ha perpetrado semejante juerga va a ser votada. Y aquí paz y después gloria. O lo que venga. Un abrazo.
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