Una cosa es que la política
sea el arte de lo posible, y otra muy distinta que lo real se dictamine como lo
único posible. Menos aún si quien lo dictamina es juez y parte. Algo así ocurre
hoy en día con la clase política, gestora de unos intereses, acaso algo
abstractos, pero con nombres, siglas y acrónimos muy concretos. Con el tema de
la crisis y su pésima gestión, por ejemplo, se nos ha estado diciendo durante
todo este tiempo, y se nos sigue diciendo, que no hay más cera que la que arde,
o lo que es lo mismo, que los de siempre, a tragar, que para eso estamos.
Y cuando la gente se harta de
tragar y empieza a tomar en consideración otras opciones, entonces vienen las
amenazas y los chantajes. Ellos, la casta, son la garantía de la democracia y
de que la respeten sus valedores –los intereses a los que sirven-. Y sin ellos,
el caos. Si Grecia no traga, por ejemplo, y Siritza gana las elecciones, la
echarán del euro. No hará falta que se vayan, simplemente se la echará y aquí
no ha pasado nada. Lo que hace dos años se antojaba un desastre, hoy se
presenta incluso como una medida sanitaria. Lo ha dicho Frau Merkel, que de
esto sabe mucho.
Es posible que Grecia haya
estado sumida en una corrupción galopante, pero es la misma corrupción que les
permitió a los banqueros alemanes hacer pingües negocios hasta que la cosa no
dio más de sí. Y en esto no tuvo nada que ver Siritza. Pero Siritza es ahora el
demonio y a los griegos se les advierte sin contemplaciones: si votáis a Siritza,
os quedáis fuera; si votáis a los «nuestros», es decir, a los mismos que
perpetraron el dislate, ya veremos… a lo mejor hasta os dejamos quedaros. A
esto se le llama democracia…
En realidad, lo de Grecia no
es sino una advertencia a fenómenos como PODEMOS en España, o a otros de
variopinto signo que están proliferando en Europa, desde el Frente Nacional en
Francia hasta Beppo Grillo y sus estrellas en Italia, cuyo factor común es el hartazgo con una
clase política inoperante, sujeta a directrices que se ven como lejanas,
tendenciosas y siempre a favor de los mismos, y unas políticas de lo «posible»
que, desde la caída del muro en 1989, pasaron de ser el talismán del
capitalismo de rostro humano a económicamente insostenibles, y llevan camino de
cargarse lo que en su momento se llamó el estado del bienestar. Si no se lo han cargado ya.
Será una exageración, pero las
alarmas que en su contra se están activando en España, desde la
izquierda oficial domeñada, hasta los nacionalistas de uno u otro signo, son claramente
indicativas de este miedo a perder la poltrona como casta. La poltrona desde la
cual se gestionan los intereses a los que sirven. Luego, los que vinieren,
acaso sirvieren también a estos intereses o no, eso ya se vería, pero no serían
ya «ellos». Y esto les pone nerviosos. Son parte del establishment y quieren
seguir en él, les va muy bien en él…
Ahora nos dicen que ellos son
la garantía de la democracia, y que si vienen los otros, los bancos no darán
créditos –como si ahora los estuvieran dando-, los empresarios despedirán a sus
trabajadores –como si ahora no lo estuvieran haciendo cuando peligra el beneficio-, los ricos se
llevarán del dinero a paraísos fiscales –como si ahora no lo hicieran también
ellos mismos- y que, eso es lo importante, la democracia peligra –como si lo
que tenemos ahora no fuera sino remedo de democracia. En definitiva, ellos, la
casta, se presentan como garantes homologados de un orden que está saltando por
los aires en gran parte por sus propias culpas. Y sin ellos, nos dicen, la
demagogia y el caos. Mientras los alternativos sean unos pocos, vale, y si sólo se preocupan por el
medio ambiente o el matrimonio gay, mejor que mejor. Pero si son demasiados
¡ay! esto ya es harina de otro costal. En definitiva, los pirómanos que incendiaron el sistema se presentan como los únicos bomberos posibles.
A uno todo esto le recuerda
una vieja película que pasaron por TVE hace muchos años. Lo protagonizaba el
inefable Telly Savalas, también conocido por su epónimo "Kojac". Se
corresponde a lo que en su época se le llamaba un "telefilme",
palabro que, técnicamente, refería más a lo que no era que a sus contenidos
propios. Filmación de metraje -en tiempo- de sala de cine, pero para la
televisión. Aventuraría que el argumento se basaba en un relato de los "Completely Unexpected Tales”, de Roald Dahl, pero
no me atrevería a asegurarlo. El tema era el
que sigue.
El gurú de una secta de tarados y sus adeptos,
entre espiritualistas y terroristas a lo Charles Manson, se infiltran como
turistas en un transatlántico de lujo. Una vez en alta mar, se hacen con el
control del buque, matan a parte de la tripulación para demostrar que la cosa
va en serio y exigen una serie de condiciones, básicamente dinerarias, para liberar a los rehenes
que han tomado. Las autoridades acceden a sus peticiones. Llega entonces el
momento de abandonar el barco y cubrir debidamente la retirada.
Pero el gurú no es tonto, sabe que si la banda de
secuestradores se larga en los transportes que les han facilitado, irán a por
ellos. Para evitarlo, cada miembro de la banda toma un rehén para la fuga entre los pasajeros del barco. Si
eran treinta terroristas, pues treinta rehenes. Y huelga decir que al menor atisbo
de persecución o represalias ni aun insinuadas, los rehenes cascan. El acuerdo
es que cuando la banda llegue a su Arcadia particular, ya a salvo de
represalias, liberarán a los rehenes. Pero hay trampa ¿Cuál?
El paranoico gurú -paranoico no es sinónimo de
tonto- había urdido un ingenioso plan.
En realidad, no eran treinta los terroristas que habían subido a bordo, sino
sesenta, y cada uno de los treinta elegía a un rehén que, en realidad, era
también de la banda. Con ello se aseguraban la impunidad hasta que, como
mínimo, se descubriera el pastel, si es que se descubría. Y para entonces
estarían ya todos a salvo. A su vez, dejan en el trasatlántico una bomba que se
lo llevará para siempre al fondo del mar. El ardid, ciertamente, y dicho sea de
paso, acabó fracasando. El factor humano, ya se sabe…
A mí, lo que me evoca esta situación de falso
secuestro y de ampararse en supuestos rehenes que son en realidad cómplices, es
su analogía, acaso algo estrambótica, con la actitud de la casta política
frente a PODEMOS. Dicen que sin ellos peligra la democracia, como si la
tuvieran secuestrada, pero en realidad los supuestos rehenes son sus prebendas
y privilegios, a la vez que han puesto también una «bomba» en la democracia:
sus prácticas corruptas y la milonga de que sin ellos, el caos. Lo que nos están diciendo en realidad cuando nos advierten contra PODEMOS, es que los que de verdad mandan no aceptarán a otros interlocutores que a ellos. Ya veremos si
les sale bien…
Permíteme felicitarte, Xavier, por este brillante artículo. En mi opinión, recoge con fidelidad máxima la situación política actual; o mejor dicho, las bambalinas de la misma. Suscribo cada idea, incluso la que dice que "se presentan como garantes homologados de un orden que está saltando por los aires en gran parte por sus propias culpas". Yo creo que en la frase sobra la expresión "en gran parte", pues su responsabilidad en los males del país es total. En democracia, la soberanía reside en el pueblo y cualquier intento por obviar el alma del estado de derecho es una perversión. Me hace gracia cómo los que se escandalizan por el asunto de Charlie Hebdo y reivindican a voz en grito la libertad de expresión (soberanía de expresión, en realidad) son también los mismos que no cejan de demonizar a Podemos, Syriza o a cualquier "underdog" que, como bien dices, amenace su poltrona. En tan flagrante contradicción se refleja su verdadera naturaleza. Felicidades de nuevo por el artículo. Me ha parecido excelente.
ResponEliminaGracias, Manuel, por tus observaciones. Cuando decía "en gran parte" es porque la otra parte, toda la sociedad, transigió "mínimamente", claro. A lo peor es que los pueblos tenemos los gobernantes que nos merecemos, por desidia, por irresponsabilidad... o por complicidad, que siempre hubo clases.
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