Acabé el año anterior con una
entrega sobre educación; “Hipocresía educativa”, se titulaba. Y empezaré éste
con el mismo tema. Eso sí, con las debidas dosis de pesimismo que inevitablemente
infunde tanta majadería mezclada con la hipocresía a que aludía en el post
anterior. Por un lado, tenemos al «amigo» Wert perseverando contumazmente erre
que erre. Lo de este hombre, desde luego, no tiene remedio. Pero no es el
único.
Porque que en este juego del
disparate educativo en que parecen andar metidos todos los políticos, la
competencia es de una intensidad tal entre los miembros del oligopolio educativo, que ríanse del ultraliberalismo económico. Y las
iniciativas «emprendedoras» resultantes, también. Ahora resulta que la Generalitat, a través del inefable Departament de Ensenyament, se descuelga con la cuadratura del
círculo educativo mediante una doble titulación única de ESO que permitirá evitar los
ya de por sí timoratos itinerarios que propone la LOMCE, y que eran de lo poco
mínimamente sensato de dicha ley. Porque, según se afirma textualmente, de lo
que se trata es de “mirar de no perdre
res del que ja tenim”.
Una afirmación muy temeraria
esta de “no perder nada de lo que ya tenemos”, por lo que implica, verbigracia:
que todo ya estaba bien. Porque si no hay que perder nada, es que nada estaba
mal; y si nada está mal, entonces está todo bien. ¡Pues qué bien!
Realmente, y con la
probable excepción de Gabilondo, en Educación en este país, ya sea estatal o
autonómicamente, de derechas o de izquierdas, confesional o laico… todo ha
consistido desde la LOGSE en una sucesión de canalladas y de despropósitos, a
partes iguales, destinadas a cargarse el sistema educativo. Y seguimos en ello.
Con tales dosis de contumacia, todo puede seguir empeorando. Por increíble que
parezca.
"Contumaceando", diríamos, si tal verbo existiera.
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