No recuerdo quién fue el
lúcido exiliado que, cuando le ofrecieron desde el régimen franquista regresar
de rositas a España, declinó educadamente la oferta porque, según él, no cabía
un tonto más. Algo parecido debió sentir unos cuantos decenios antes el primer
presidente de nuestra I República, Estanislao Figueras, cuando después de
anunciar ante las Cortes su dimisión proclamó “Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
Y algo así siente uno cuando
lee noticias como ésta. Entiéndaseme, no es que por definición piense que no
haya que mejorar nuestro régimen horario, dicho así y sin más. El problema
viene cuando una propuesta, en principio tan abordable como cualquier otra, va
acompañada de argumentaciones tan groseras que, en lugar de legitimarla, la
descalifican; si no a la propuesta en sí, sí a quienes la promueven, lo cual
dado el caso que nos ocupa, casi es lo mismo.
Leo con estupor la propuesta
-¿debería decir exigencia?- de una «ley de horarios» que una supuesta
plataforma de la sociedad civil catalana, denominada «Iniciativa per a la reforma horària» promueve con el noble objetivo de europeizar y
racionalizar los horarios en Cataluña. Algo que, de acuerdo con el balance que
presentan y que mañana debatirá el Parlamento de Cataluña, permitirá mejorar la
calidad de vida. Lo más curioso, según el reportaje, es que la necesidad de una
ley que regule el tiempo se debe a que “(…) la
pedagogía, la difusión de buenas prácticas y las pruebas piloto por sí solas,
no bastan”. De ahí, inferimos, la necesidad de una ley, con su poder
coercitivo, sus multas y lo que haga falta. Si a las buenas no nos convencen,
pues a las malas. A comer a las 12 y a cenar a las 6.
Pero lo más grotesco de todo es
el auténtico derroche de ignorancia que se explicita en las argumentaciones.
Debe ser cierto aquello de que cualquier causa, por ridícula que sea, siempre encontrará
tontos dispuestos a defenderla. Porque si no cómo explicar, por ejemplo, que se
afirme que lo que se pretende sea deshacer sinsentidos. ¿Cuáles? Pues a ver,
cito textualmente “(…) la larga jornada
laboral española y catalana con una pausa excesiva para comer penaliza la vida
de las personas, su libertad, y también la de la sociedad: menos productividad,
ocio, conciliación, cultura, democracia, sueño, más fracaso escolar...”
Vaya por delante que si de lo
que se trata es de reducir el horario laboral, lo compro ya, pero como no se
habla de eso, sino de que somos poco productivos, la verdad es que la pata de
cabra empieza a asomar de forma alarmante. ¿Quién demonios son esta gentuza
para decidir lo que es una pausa excesiva para comer? ¿O para decretar que esto
atenta contra mi vida, mi libertad…?
Luego vienen, no se lo
pierdan, las propuestas concretas entre las cuales me quedaré con la que
refiere al ámbito educativo. Resulta que la racionalización y europeización
horarias requieren acabar con la jornada compactada en los institutos de
secundaria. ¡Vaya! Precisamente lo único europeo que tenemos. Sí, ya sé que
circula por ahí un presunto informe que asegura que la mayoría de países
europeos no tienen jornada compactada en secundaria. Se trata de un «estudio»
mendaz, elaborado por una socióloga de pacotilla, que confunde interesadamente
primaria con secundaria, desayuno/almuerzo con comida y horario académico con
actividades lúdicas o complementarias de cualquier índole, y que basta ver qué
Fundación lo ha financiado para entender qué intereses
únicamente crematísticos defiende.
Pero no se acaba aquí. Por
ejemplo, y curiosamente, a la vez que se postula lo anterior, resulta que se
recomienda que no haya actos públicos –así, sin más- a partir de las siete de
la tarde; hemos de suponer que ni conferencias, teatro, cine, ni bares de tapas…
¿televisión?
Pero lo mejor de todo viene
quizás al final, cuando se apuesta por un doble horario, uno para los turistas
y otro para la ciudadanía en general. Los turistas podrán comer a la hora que
quieran o irse de copas a lo Salou Fest,
pero los indígenas no.
Así que ya lo saben ustedes, a
partir de las siete, sólo turistas. De
ello podemos deducir que, teniendo en cuenta el nivel cultural del turismo que
nos frecuenta, sólo quedarán al cabo de un tiempo bares de comida rápida y
licorerías cutres para macerarlos luego en alcohol… y poca cosa más. ¿Cines?
¿Teatros? ¿Conferencias? ¿Sardanas tal vez? Pues parece que ni eso…
Inútil hablarles de las
horas de luz que tenemos aquí y de las que no tienen en Noruega; o de la
temperatura media según la época del año… eso de la latitud, ya saben; o de
tantas cosas más, como una puesta de sol en verano a las nueve y media de la
noche con un vino blanco, unos mejillones al vapor y una buena compañía; o
contemplar la luna unas horas después… no, claro, eso sólo para los turistas. Y
es que, en última instancia, aunque la mona se vista de seda, mona se queda;
sólo que las monas son ellos. Y llevan las de ganar, ése es el problema.
"Los expertos de la plataforma consideran que parte del fracaso escolar se debe a la irracionalidad horaria. "
ResponEliminaY porqué existia el mismo fracaso escolar, además de muchísimos mas problemas de disciplina, cuando la jornada en los institutos era partida, finalizando las clases a las 17.00h?
Con esta ley pretenden que volvamos a aquella asquerosidad horaria?
Van a partirnos otra vez la vida?
Que se la partan ellos, los expertos de la LOGSE, que son los verdaderos responsables del fracaso escolar.
Magnífico artículo. Felicidades!
Ellos no se la partirán, tranquilo. La respuesta está en el siguiente post.
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