Después de elaborar el
programa económico de CIUDADANOS, el ilustre economista y profesor de la London
School of Economics, Luis Garicano, parece que ha decidido adentrarse en el
proceloso terreno de la educación. O como mínimo, eso es lo que puede colegirse
de su artículo publicado hoy en El País «¿El fin de la clase magistral?», en el cual responde afirmativamente a la pregunta
que él mismo se planteaba.
Ignoro la originalidad y la solvencia
innovadora del programa económico que el Sr. Garicano ha elaborado para su partido,
aunque por lo que he podido saber, no sólo no contiene precisamente ninguna
fórmula magistral ni innovadora como las que exige a la educación, sino que lo más relevante del informe parece ser que no es
el propio informe, sino que él es su autor. Tampoco es nada original la
propuesta educativa que se sigue de su artículo. Muy al contrario, todo indica
que el Sr. Garicano ha tirado de los tópicos pedagógicos al uso, a la vez que incurre
en confusiones conceptuales que, tratándose como se trata de un prestigioso
economista, lo menos que se puede decir es que sorprenden.
Empieza
fuerte el Sr. Garicano: “¿Cuándo
empezaremos a adaptar los contenidos, y (mucho más importante), la forma de
estudiarlos y presentarlos, a las necesidades de un mundo conectado, en el que
los jóvenes disponen de todo el conocimiento?
Poco después, y tras
describirnos las maravillas del proyecto final de bachillerato en un instituto
técnico holandés, concluye que lo que hay que hacer es abandonar la clase
magistral,
“(…) en
la que el profesor, desde lo alto de su podio, predica a los ignorantes
estudiantes cuya obligación es callar y tomar sus abominables apuntes
(…)”
Y esto, prosigue, es una
estupidez, porque
“(…) en un mundo en el que Google nos
permite inmediatamente conocer la respuesta a la pregunta más absurda o
complicada, nuestro sistema continúa insistiendo en conseguir que los alumnos
memoricen largas listas de datos que, usando esos teléfonos móviles que no
salen de sus manos en ningún momento del día, cualquiera de ellos podría
encontrar en segundos.”
Bien por Garicano; se puede decir
más alto, pero no más claro:
“(…) Una buena lección magistral de álgebra, o de
historia griega, se puede ver en vídeos profesionales y clases en línea, y
tendrá dibujos, diagramas, mapas, fotos, pequeños test para asegurar el
progreso, etc.”
Además,
al parecer del Sr. Garicano,
“(…) De este modo, el tiempo en clase se puede
usar para aplicar el conocimiento y recibir críticas del profesor (…)”.
Es decir, si hasta ahora se
hacían los deberes en casa y se aprendía en clase, ahora debería ser al revés.
Todo ello gracias a internet. A la vista de todo esto, diríase que hay ósmosis directa entre el cerebro y la pantalla del ordenador.
“(…) Los estudiantes pueden leer un texto
(preferentemente una fuente primaria, no un libro de texto) y discutir en clase
bajo la dirección del profesor. Una discusión bien preparada sobre Karl Marx y
su influencia en los nuevos partidos, por ejemplo, tendrá muchísimo más impacto
en los estudiantes (¿Qué diría Marx de “la casta”?) que una aburrida lección sobre
el materialismo histórico (…). Total, para concluir que el “(…) énfasis en lo que se aprende restringe
la innovación en cómo se aprende. Debemos liberar las energías de los
profesores y de los colegios para innovar, y adaptar los curriculums (SIC) a
las nuevas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías.”
Y dale con las nuevas tecnologías. Así que no sólo hay que acabar
con las clases magistrales, sino también con los libros de texto, porque todo
lo que pueden ofrecer las primeras y todo lo que pueda haber en los segundos,
está ya en internet. La verdad es que a uno le recuerdan estas argumentaciones
las de Mahoma cuando ordenó quemar la biblioteca de Alejandría: si lo que
contienen los libros que hay allí dentro es contrario al Corán, han de ser
quemados, y si está de acuerdo con el Corán, entonces son innecesarios porque
ya tenemos el Corán, por lo cual deben ser quemados también.
En realidad, nos hallamos ante
un planteamiento falaz que no discrimina entre información, conocimiento y
formación. Para empezar, no sé qué entenderá el Sr. Garicano por conocimiento
cuando afirma, como lo hace, que los jóvenes de hoy disponen de todo el
conocimiento. Más bien me temo que está confundiendo, en primer lugar, el
acceso a la información, con su posesión como conocimiento; y en segundo, mucho
más grave, se confunde también la información con la formación, quedando esta
última confundida y asimilada a la primera.
Porque una cosa es el acceso
al conocimiento como posibilidad, y otra muy distinta su posesión. Si tengo en
casa un libro de física cuántica, podría decir en rigor que tengo acceso al
conocimiento allí contenido, pero no puedo decir en absoluto que posea este
conocimiento o disponga de él. Lo mismo con internet. Pero es que además,
detrás del sofisma del Sr. Garicano según el cual los jóvenes disponen de todo
el conocimiento –gracias a la conexión-, se esconde la negación de la necesidad
de una formación previa como condición de la posibilidad de poder acceder a cualquier
tipo de conocimiento que me permita asimilar la información que estoy recibiendo.
Y parece que el empeño de toda la pedagogía moderna consista precisamente no
sólo en negar la necesidad de un docente que instruya, sino también la de una
formación previa que medie entre el sujeto y la información que adquiere. Es
decir, se presupone una secuencia inmediata entre el acceso a la información,
la adquisición de ésta y la posesión de conocimiento. Y el problema es que la
realidad dista mucho de funcionar así.
Una cosa es que nadie en sus
cabales niegue la importancia de la revolución que el acceso a la red comporta
en lo referente a la posibilidad de acceso a la información. Pero esto es algo
muy distinto que el conocimiento. Con anterioridad al mundo conectado, el
acceso a la información era ciertamente mucho más limitado y sujeto a
restricciones materiales mucho más severas. Lo que internet supone es la
superación de estas restricciones y la posibilidad de tener en casa la biblioteca
universal, pero no la posesión del conocimiento universal. Y cuando confundimos
ambas cosas y obviamos el concepto de formación, frente al de información,
entonces nos despachamos con ejemplos tan falaces como el planteamiento inicial
del que cuelgan.
No hay información sin formación
previa, porque toda información se procesa de acuerdo con una categorías sin
las cuales dicha información no es nada. Como no es nada la información que yo pueda
adquirir de griego antiguo o de física cuántica, ya sea a través de internet o
en papel, si carezco de la formación previa para procesarla.
Otra cosa es que a partir de
unos ciertos niveles de formación, el individuo pueda aumentar su conocimiento
adquiriendo información por su propia cuenta. Por supuesto que sí, sólo faltaría.
Pero la adquisición de una formación pasa necesariamente por un proceso de
tutorización que, genios autodidactas aparte, requiere de una mediación en la
cual la figura del docente es esencial. Y una lección magistral de álgebra
presencial, se diga lo que se diga, no es lo mismo que estudiar esta materia a
través de internet. Otra cosa es que internet sea un complemento fundamental,
pero no el substituto, al menos en la fase de formación, que es de la que
estamos hablando. El conocimiento humano está, además, sistematizado, y debido
a ello sólo se puede adquirir a través de un proceso debidamente estructurado y
orientado hacia ello, no a través de improvisación espontánea o creatividad.
Esto vendrá en todo caso luego, y con todas la reservas de rigor. En fin, tal
vez la ciencia de la economía sea un caso aparte, pero el resto de disciplinas
funcionan mucho más a base de rigor metódico y rutina, que de creatividad o
improvisación.
Y suponer, como hace
alegremente el Sr. Garicano, que una discusión bien planteada (?) sobre Karl
Marx resultará más provechosa que un libro de texto donde se nos introduzca
sobre este autor, el contexto de su obra y su pensamiento, es simplemente
truculento. Porque si no conozco el pensamiento de Marx, la información que
pueda adquirir de un simple texto suyo será, en el mejor de los casos, sesgada.
La verdad, desde la perspectiva del Sr. Garicano, no se acaba de entender cómo
no aprendemos a leer y a escribir solos frente al ordenador.
La formación es anterior
a la información. Cierto también que no hay formación pura, sino que consiste
en categorizar la información que vamos adquiriendo. Parafraseando a Kant,
diríamos que la formación sin información es vacía, pero la información sin
formación es ciega. Y la confusión entre formación e información tal vez no sea
tan inocente como a simple vista podría suponerse. Puede serlo, ciertamente, en
algunas almas ingenuas, pero el Sr. Garicano no es un ingenuo, de eso sí que estamos
seguros.
Una explicación impecable, Xavier. Es desolador: ni los partidos de siempre, ni los más recientes, ni los nuevos. Ninguno presenta un programa educativo que no abochorne.
ResponEliminaBueno, el señor Garicano ya está en mi lista negra. Cuando estaba llegando "lo de Bolonia" ya me tragué unos cuantos artículos sobre lo de abandonar la "clase magistral", adobados con los mismos tópicos que trae éste.
ResponElimina"en un mundo en el que Google nos permite inmediatamente conocer la respuesta a la pregunta más absurda o complicada"...Cuando se hacen estas propuestas alguien debería levantar la mano y preguntar: Profesor G., ¿puede garantizar que un día Google no pasará a ser de pago?
ResponEliminaClaro que no puede. Pero hay algo peor, y es que obtener respuestas implica saber hacer preguntas. Y si las respuestas que obtengo son chorras, a lo mejor es porque no me enseñaron a hacer preguntas. Y fíjate, es que hasta puede que no tenga preguntas que hacer, que es probablemente lo que busca Garicano, que nadie pregunte nada. La verdad, querido Bacon, da grima ver como gente con supuesto talento le toma el pelo al personal y se queda tan "de moda". Un saludo.
ResponEliminaPodrá parecer una broma, pero es de un humor muy negro: acabaremos añorando los tiempos en que de educación solo hablaban los pedagogos, porque ahora solo hablan ya gente como los políticos, los economistas o los banqueros, o esbirros ignorantes que les hacen el juego. Los profesores, de ningún modo. Hace unos años, desde ABC "El País", solían incluir colaboraciones de gente como Savater, García de la Concha, Adrados o Muñoz Molina hablando de los verdaderos males de la escuela o defendiendo a los profesores, pero ahora... Da pavor. Este señor y Ciudadanos van claramente en busca del espacio del PP. Tienen la ventaja de parecer más honrados, pero, en lo referido a la educación, sus popósitos son los mismos. Y como la izquierda o el nacionalismo proponen lo que propone, pues así estamos. No es casual, ¿eh?Los planes con la enseñanza son los que son, muy conscientemente y con el propósito de implantar un modelo que la va a hundir aún más. Dios nos asista.
ResponEliminaNo, no es humor negro Guachimán, no. Ya decía Gregorio Luri, que de esto sabe un rato, que la cosa empezó con los pedagogos, luego los psicólogos y que ahora están entrando los economistas. Y me da que tiene razón. Está claro que aquí todo el mundo tiene algo que decir. Lo curioso de los economistas es que no son tan creativos ni innovadores en su disciplina ¿Por qué será?
EliminaPorque la economía es una cosa seria y no se puede andar con tonterías y la educación...pues eso.
EliminaPedagogos a la violeta, que diría Cadalso...
ResponEliminaO simplemente Garicano, que también.
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