Aunque todo indique que fue
una apuesta personal de Susana Díaz, la anticipación de las elecciones
andaluzas bien hubiera podido obedecer a los designios del estado mayor del
PSOE, con un objetivo muy claro: minimizar mediante placebo el impacto
de los previsibles calvarios que le aguardan hasta el Gólgota de las generales.
Que no haya sido el resultado
de una decisión colegiada entre la dirección federal y la andaluza en nada
cambia, a mi entender, que al haberse conseguido sólo parcialmente el objetivo
que se perseguía, se abran escenarios mucho más complejos e incómodos para los
socialistas. Tampoco conjura la
tentación de un desembarco «susanista» en Madrid, más bien incluso puede espolear
tal opción a la mínima que las cosas se tuerzan.
La apuesta era sin duda
arriesgada, pero acaso también la menos mala. El PSOE es todavía en Andalucía algo más
que un partido: es un régimen. Y aunque corrompida y agrietada, es la única
plaza fuerte que le queda. Las expectativas para las municipales y autonómicas
no eran nada halagüeñas, incluso devastadoras. Y esta vez el problema no era el
rival de siempre, el PP, también muy desgastado por méritos propios, sino los
partidos emergentes. Hasta ahora, la alternancia era la red sobre la cual el bipartidismo realizaba sus
cómodas acrobacias; la garantía de que ante cualquier caída, el trapecista
volvía a subir inmediatamente por la escalerilla, se reincorporaba a su
trapecio, y a esperar que caiga el otro.
Ahora ya no es cosa de dos. El
riesgo de encontrar ocupado el trapecio al llegar de nuevo a lo alto de la
carpa política empieza a ser una posibilidad tan contemplable como inquietante. Y no digamos ya si algún guasón ha quitado la red. Un
fracaso sonado en las próximas municipales/autonómicas, y la previsible
residualización de los socialistas en las elecciones catalanas de septiembre, si
las hay, presagiaban un descalabro tan devastador en las generales
que podría poner en peligro la propia supervivencia del PSOE, al menos tal como
lo hemos conocido desde la Transición. La alternancia bipartidista podría pasar
a la historia debido a la irrupción de dos nuevas formaciones, PODEMOS y C’s,
que parecen haber llegado para quedarse. Y el mayor perjudicado sería el PSOE.
Una perspectiva nada reconfortante; para el PSOE, claro.
La convocatoria de elecciones
anticipadas en Andalucía obedeció objetivamente, en clave española, al
desesperado intento de dar un golpe de imagen que permitiera salvar los muebles
de las siguientes convocatorias si salían bien parados de esta. Además, pillaba
a contrapié a los dos paracaidistas, sin aún estructura ni implantación en el
territorio, sólo encuestas, poniéndolos en un brete electoral para el cual no
estaban aún preparados. Cierto que C’s le araña más votos al PP que al PSOE,
pero no así PODEMOS, cuyo tirón abarca todo el espectro de la izquierda y gran
parte del voto de castigo.
¿Se ha conseguido con los
resultados de ayer conjurar los pésimos augurios que se anunciaban? Ya he dicho
que, en mi opinión, sólo parcialmente, pero es que en este tipo de situaciones,
«parcialmente» equivale a un «no» categórico. Más bien pienso que el golpe de
imagen mediático se va a evaporar rápidamente y se va a quedar en victoria
pírrica.
Porque si bien el PSOE mantiene
los mismos 47 escaños que tenía, el
escenario será muy distinto, y su posición creo yo que de mayor debilidad. Eso sin
contemplar que ha perdido votos pese a un sensible aumento de la participación.
Está lejos de la mayoría absoluta y no parece que nadie le vaya a facilitar la
labor, como no sea un regalo envenenado del PP, teniendo en cuenta las inminentes convocatorias electorales que se avecinan. Y ahora no podrá tener al lado a una sumisa e inane
IU dontancredista que le aseguraba la mayoría absoluta, ni enfrente únicamente
a un PP tan desacreditado como el propio PSOE. Y esto le complicará enormemente
las cosas a Susana Díaz. Entre otras cosas porque el parlamento andaluz será a partir de ahora una caja de resonancia que se proyectará por toda España hasta las generales. Quizás no sea esto un problema en lo que incumba a las tareas de gobierno, pero sí en
cuanto al desgaste político y mediático. Y esto último es lo que contará en
clave española.
Si jugando en casa y habiendo
pillado a contrapié a los emergentes con la convocatoria anticipada, los
socialistas han sido incapaces de impedir su más que significativa irrupción y, encima, se quedan sin
su aliado tradicional ¿Qué hubiera ocurrido si dichos emergentes hubieran
tenido más tiempo para prepararse? O lo que es lo mismo ¿Qué puede ocurrir en
aquellos territorios donde sí lo estarán y además las encuestas auguran una
caída en picado socialista?
Cierto que no tenían
muchas opciones, y que probablemente la de la anticipación de las elecciones
andaluzas era la más inteligente. Pero mucho me temo que se quedará en un simple
golpe de imagen que pronto se desvanecerá. Porque el descenso del PP
difícilmente llegará a los niveles andaluces, y aun cayendo, seguirá siendo la
primera fuerza en muchos casos. En cambio, la previsible caída del PSOE en
plazas menos benévolas que la andaluza, puede relegarlo al tercer lugar o a un
empate técnico con PODEMOS, si esta formación confirma sus expectativas. Y esto
es lo que se trataba de evitar con la apuesta andaluza, que se ha quedado en un
golpe de imagen con efecto placebo, al que auguro una duración más bien
efímera. Ya veremos.
Podemos y C's ahora van a poder demostrar si tienen algo que merezca la pena, y eso en sí es muy bueno, y PSOE y PP tendrán que mejorar si no quieren perder todavía más votos; eso en sí también es bueno. Tengo el día esperanzado, o ingenuo, no sé.
ResponEliminaLa verdad es que yo tampoco lo sé muy bien.
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