El umbral entre lo sublime y
lo grotesco es sin duda muy tenue en ciertos ámbitos, como entre la lucidez y
el delirio… Circulaba en su momento un chiste que viene bastante al caso.
Alguien comentaba que cada vez que respiramos nacen cien chinos. Al oírlo, uno
de los contertulios se pone a respirar rápida y repetidamente hasta el jadeo.
Acaban de nacer cuatro mil, afirma convencido después de 40 resuellos
meticulosamente contabilizados…
Y ahora sí que estamos ya de
lleno en las versiones bufas de lo que, en principio, podía ser una aspiración
legítima de conocimiento: el artículo que ha motivado estas entregas, que
anuncié en su momento, y este otro, si cabe aún más chabacano en atención a su
mayor tendenciosidad. Un supuesto «divulgador» de la matemática de la
historia, por nombre Juli Gutiérrez Deulofeu, nos anuncia que su abuelo, cómo no,
matemático de la historia, predijo en su momento que la independencia de
Cataluña se alcanzaría en el año 2029. El nombre del profeta matemático y
abuelo del entrevistado en el rotativo de más tirada en Cataluña es Alexandre
Deulofeu.
De entrada, lo primero que a
uno se le antoja ante tamaña estupidez es tomársela a chanza. Una majadería más
de tantas como se están diciendo y, en este sentido, digna de incorporarse a
los anales del inefable “Institut de la
Nova Història”, egregia institución dedicada a rescatar verdades sobre la
Historia de Cataluña que la avidez española por las glorias impostadas nos
hurtó a los catalanes durante siglos. Como a algunos ya les constará, entre
tales verdades destacan que el Quijote fue escrito por un catalán, Miquel Servent, al que luego la
historiografía imperial castellana denominó "Cervantes"; lo mismo en
el caso del Lazarillo -sólo que el autor era valenciano-; o que Erasmo de
Rotterdam fue el seudónimo utilizado por Ferran
Colom -hijo de Cristóbal Colón- para dar curso a sus veleidades literarias
y filosófica. Para qué seguir…
Y siguiendo con el estilo
propio de la antedicha institución, hasta podríamos seguir con la mofa y acusar
a Isaac Asimov de habernos ocultado que se inspiró en Alexandre Deulofeu,
abuelo del divulgador, para crear al personaje de Hari Seldon, atribuyendo tal ocultación al anuncio del año
de la independencia catalana. Algo que por fuerza había que escamotear a
cualquier precio. Vamos, que ríanse ustedes de los misterios de Eleusis.
Pero no. La cosa no es para
tomársela a chanza. Y no sólo por los alarmantes índices de credulidad que se
están dando entre cierto sector de la población catalana en la actualidad, en
la mejor línea de la fe del carbonero; ni porque detrás del aparente
pintoresquismo de la noticia subyazga un seudodeterminismo ramplón,
ideológicamente sesgado y adoctrinador muy a tono con el modelo de súbdito
pensado para la nueva era; ni porque un rotativo que va de serio debería ser
algo más cuidadoso en sus entrevistas… No, hay otra razón a mi parecer mucho
más importante, y es que cada vez está tomando más cuerpo un discurso hegemónico
cuya única posibilidad de serlo radica en la aculturización generalizada de la
sociedad, que ha puesto manos a la obra en ello con toda desfachatez, a la vez
que, entre medio en broma medio en serio, condena ya, todavía sólo formalmente
por ahora, al ostracismo a cualquier que denuncie tales payasadas como lo que
son: auténticas aberraciones conceptuales disueltas en un totum revolutum en el cual todo vale si, y sólo sí, sirve a la
causa. Y esto me parece gravísimo.
Porque la majadería es
dignificable en este tipo de contextos, por más irrelevante i pintoresca que
sea la afirmación y la disciplina en que diga basarse. Hasta ahora el
independentismo era voluntad política, metafísica y teológica. Todo muy bien,
pero faltaba lo fundamental, la certeza científica. Ahora ya la tenemos,
gracias a la actividad divulgadora del nieto de l’avi Deulofeu.
Y hay dos cosas que aún me
parecen más aborrecibles. La primera, que por increíble que parezca, más de uno
se lo tragará a pies juntillas. La segunda, que el abuelo no es del todo
culpable del dislate que su nieto está cometiendo con él.
Desconozco la obra de
Alexandre Deulofeu, hasta poco más allá de lo que pueda encontrase aquí. Pero
lo cierto es que no se trataba de ningún imbécil. Sus relativas licencias
proféticas son, en cierto modo, un eco de la época, y las influencias, sobre
todo, de Spengler y su “decadencia de occidente”, parecen más que evidentes.
Incluso en su nacionalismo catalán, Deulofeu fue sin duda un hombre de su época.
Una vez más, una cosa es sacar constantes de la historia, más o menos
discutibles y azarosas, y otra es creerse en disposición de poder anticipar el
futuro. Considerar que los imperios tienen un ciclo de 550 años, tras el cual
se desintegran; tomar el año 1479 como el de constitución del imperio español –por
del real matrimonio- e inferir de ello que el año de la independencia de
Cataluña será el 2029 puede ser, en el mejor de los casos, un divertimento.
Pero si uno es de los que piensa que por respirar más rápido nacerán más
chinos, entonces está incurriendo en una payasada; que de creerse, deviene «revelación»
en la más pura línea de la irracionalidad rampante. Y eso es peligroso, muy
peligroso.
El gran error de nuestra
época es que estamos pasando de la cientificidad racional a un cientismo
supersticioso donde, por el simple hecho de estar aplicando las matemáticas, ya
estamos haciendo ciencia. No deberíamos olvidar que la astrología, los
astrólogos, utilizaban las matemáticas, pero sin que esto convirtiera su
disciplina en una ciencia, porque su objetivo era el propio de una
superstición, por más que sus cálculos fueran correctos y por más elevados que
fueran los conocimientos matemáticos requeridos para realizarlos. Porque al fin
y al cabo, por más rápido que nos esforcemos en resollar, no nacerán más
chinos. ¡Si sólo pudiéramos entender esto!
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