Hablábamos en la anterior
entrega de las paradojas que sugiere el Brexit ¿Pero y el referéndum?
Según los datos que se han
publicado, la distribución del voto en el referéndum ofrece claros contrastes,
generacionales, territoriales, «nacionales» y, cómo no, de clase. Las cohortes
generacionales más jóvenes -acaso por haber crecido crecido ya de lleno en el proyecto
europeo- se han pronunciado mayoritariamente por el «remain», mientras que las de más edad lo hicieron por el «exit». Por territorios, a su vez, arroja
otro dato altamente significativo: las poblaciones urbanas de las grandes ciudades
apostaron por la permanencia, las más provincianas y rurales optaron
mayoritariamente por la salida. Es decir, ha sido la Inglaterra profunda la que
ha ganado el referéndum. No así en Escocia e Irlanda del Norte, donde ganó el «remain» -¿Algo más que un voto simplemente
anti-inglés?-, lo cual puede traer nuevos problemas añadidos si,
como parece, Escocia plantea con motivo del brexit una nueva consulta
independentista, que esta vez ganaría con claridad, o si Irlanda del Norte opta
por alguna forma de integración en la República de Irlanda que le permitiera
seguir en la UE.
Finalmente, por grupos
sociales, empresarios, clases medias más o menos cultivadas y universitarios, parecen haber optado por
Europa, frente al brexit de las clases trabajadoras más humildes, castigadas
por la crisis y las políticas neoliberales de sus gobiernos -desde los tiempos de la
manifiestamente antieuropea Margaret Tatcher-, que ven
en la UE y en la inmigración el origen de todos sus males. Es decir, algo así
como si las víctimas propiciatorias de las políticas neoliberales hubieran
decidido darle una patada a Tatcher en el culo de Europa. Toda una ironía. Ello
sin olvidar a significativos ejemplares de la aristocracia más rancia, familia
real incluida, partidarios también del Brexit, pero por otras razones.
En cierto modo, podría decirse
que la vieja Inglaterra, siempre recelosa del Continente, ha decidido poner fin
al progresivo proceso de europeización que su población estaba experimentando,
antes de que fuera demasiado tarde. Pero tampoco es que hubiera en la UE ningún
inminente proceso de convergencia o integración que resultara inasumible para
el espíritu británico. Incluso más bien todo lo contrario. Además, mantenía su
libra esterlina en una cómoda situación de independencia frente al euro del que
parasitaba. ¿Por qué entonces el Brexit? ¿Nostalgia imperial? ¿Imposibilidad
psicológica de admitir la supremacía de una Alemania con la que sintonizaba
perfectamente, cada cual desde sus respectivas posiciones?
¿Y cuál es el escenario que se
abre ahora? Algunos parecen temer que otros países, espoleados por sus
respectivos populismos, puedan sentir la tentación de seguir el ejemplo inglés,
como Holanda, Dinamarca, o incluso Francia, lo cual abriría, quizás
irreversiblemente, una brecha definitiva. Otros afirman que el Brexit será malo
para la UE, pero peor para el Reino Unido o lo que quede de él. Europa, al fin
y al cabo, podrá superarlo y hasta es posible pensar que, sin Gran Bretaña haciendo
de escudero de Alemania, se abriera una etapa más social en lo que hasta ahora
había sido sobre todo la Europa de los mercaderes; o la famosa Europa a dos
velocidades, con un núcleo duro en la zona euro y una periferia externa a ella.
¿Hasta qué punto el ingreso precipitado de tantos países no habrá sido
contraproducente para la idea de Europa? ¿Y quiénes la propiciaron?
En fin, no parece que el
brexit sea una buena idea para el Reino Unido, y esta es la razón por la cual
pienso que se trata de un postureo que, al final, no irá a mayores. Muy
especialmente porque donde se cuecen las habas británicas -la City y el gran capital financiero- la
salida de Europa resulta particularmente enojosa. Y desde el mundo neoliberal
de la UE, lo mismo. De modo que creo que, al final, el Brexit no se consumará. Como
mínimo explícitamente, al menos en la medida que lo implícito está siendo un
«eurexit», en la línea de lo apuntado hoy mismo por Manuel Castells en un
excelente artículo.
¿Y cómo se las arreglarán para
subvertir el resultado de un referéndum vinculante? Muy fácil. Permítanme
aventurar algunas hipótesis. Una posibilidad sería otro referéndum –no deja de
ser curioso que un 7% de los votantes mostrara, sólo dos días después de la
votación, su «arrepentimiento» por haber votado brexit. Pero es que no creo que
ni siquiera haga falta organizar un nuevo referéndum. Vamos a imaginar el
siguiente escenario.
La salida de la UE es un
proceso laborioso que llevaría al menos dos años hasta ser efectivo, y en este
tiempo pueden pasar muchas cosas. El apremio de la Comisión Europea instando al
gobierno británico a actuar con celeridad no ha de verse, desde esta
perspectiva, sino como una ayudita al gobierno británico. En unos meses, el
primer ministro David Cameron hará efectiva su anunciada su dimisión y, o bien
le sucede quien designe el estado mayor tory,
o se convocan nuevas elecciones. En el primer caso, el sucesor debería
pilotar la desconexión con Europa; en el segundo, ya veríamos.
Hasta ahora, los populismos
han estado difundiendo los males que supuestamente provenían de la pertenencia
a la UE, ante la relativa pasividad de los partidarios de seguir en ella y de
una clase política vagamente europeísta, por convicción o conveniencia- pero algo
atolondrada. Ahora las tornas pueden cambiar pasando acaso al primer plano los
inconvenientes y problemas que derivarán de salir de ella. Imaginemos que se
convocan nuevas elecciones y, con Cameron o no al frente de los tories, se anuncia como punto primero e
irrenunciable del programa electoral la permanencia en la UE. Y que lo mismo
hacen los labour y hasta los
desaparecidos libdem. O si se quiere,
con la promesa de convocar rápidamente un nuevo referéndum para revocar el
anterior. Eso sí, con la debida salvaguarda de los irrenunciables intereses británicos... que comportaría una modificación no sólo del estatus británico, sino de todos lo miembros.
Puede parecer un órdago muy
peligroso, pero con todo el establishment metido en faena ¿alguien piensa
verdaderamente que el UKIM ganaría las elecciones? No sé, a mí me parece del
todo improbable. Y más si se empieza a anunciar que Escocia y el Ulster se
largan; que las consecuencias de salir de la UE serán mucho peores que la que
comporta permanecer en ella etc. Los ingleses puede que sean muy suyos, pero no
son tontos; lo han demostrado muchas veces a lo largo de la historia. Y hasta
puede que la generosa Europa, bajo presión alemana y de otros disidentes, haga
de su capa un sayo y les apañe algún que otro privilegio estatutario a cambio
de la permanencia. Así que, salvado el honor, se quedan y todos contentos. Y es
que, después de todo, Inglaterra es tan Europa como el que más.
¿Estamos ante una astuta
estratagema inglesa para mejorar su posición en la UE? ¿O simplemente ante una
fantasía delirante? Pues no lo sé, la verdad, pero a mí me da que lo primero. Sólo
que a lo mejor la estratagema no es sólo inglesa y de lo que se trata es de
salvar los negocios guardando las apariencias, y encubriendo un innombrable «eurexit».
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