dijous, 10 d’octubre del 2013

...Y DEL ORGULLO A LA CONTUMACIA (II de III)




Quien crea que se trata de una simple instrumentalización de políticos irresponsables, está equivocado, o al menos, lo está parcialmente, lo cual para el caso, sesga una vez más el problema y sus posibles soluciones. Igualmente, quien crea que los independentistas caen sólo del lado de la población catalana "originaria" y con apellidos, genealógicamente hablando, inequívocamente catalanes, está cometiendo un error de análisis de dimensiones mastodónticas. En estos momentos, lo cierto es que el movimiento independentista, y la corriente de opinión que conlleva, se está nutriendo de muchísimos catalanes de segunda o tercera generación, hijos de la inmigración de los años sesenta y setenta -con "zetas" en los apellidos, por decirlo así-, hasta el punto de que la genealogía territorial del apellido no es un criterio definitorio de la opinión de nadie sobre este respecto.

Y quien crea, como suele también decirse "por ahí", llorando sobre la leche derramada, que "tanto independentista" es el resultado de una política educativa fuertemente connotada ideológicamente desde el sesgo catalanista, supuestamente así aplicada por dejación del Estado o por mercadeos politiqueros, o al "Club super-tres", o al Barça, o a cualesquiera de los tópicos ad usum, está incurriendo en un error de análisis propio de la miopía política con que se han abordado secularmente los problemas políticos a lo largo de la historia de España. Una cosa es que las categorías conceptuales con que opere la clase política catalana beban de fuentes futbolísticas -de ahí su escasa talla política-; otra muy distinta, que el independentismo sea «culpa» de Barça.

No creo que el independentismo sea mayoritario en Cataluña en estos momentos. Todavía no. Pero hay un dato que no debería pasar por alto ningún sociólogo ni analista político que se precie: hay una amplia mayoría que concibe conceptualmente la independencia de Cataluña como posibilidad; otra cosa es que luego, cada cual opte o no por el independentismo. Y esto es lo verdaderamente significativo: si el problema se enquista, el independentismo puede llegar a ser mayoritario. Una vez más, el problema no es si a Cataluña le iba a ir mejor o peor, el problema es la percepción que en estos momentos es mayoritaria entre la población de Cataluña. Y ahí España tiene un problema.

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