Tiene razón Jorge cuando
afirma en su blog que hoy, en Cataluña, el independentismo es hegemónico, lo cual no
significa que sea mayoritario. Lo mismo en relación al unionismo y a los
números de asistencia a la concentración del 12 de octubre en Barcelona. Porque,
claro, no hay que olvidar que el término unionista
lo han acuñado los independentistas para todo aquél que no lo sea. Cierto que
entre los unionistas los habrá
españolistas, pero también muchos que son federalistas, confederalistas, republicanos,
jacobinos, girondizantes, autonomistas y hasta es posible que apátridas
vocacionales o por convicción. Y excepto los primeros, ningún otro grupo acudió
a la concentración del 12 de octubre…
Porque se trata de gente
refractaria, de entrada –ya veremos de salida- a este tipo de escenificaciones
patriotero-populistas, se trate del 11 de septiembre o del 12 de octubre. Vivan
en Barcelona, en Madrid o en la isla de Diego García. El mismo Jordi comentaba el otro día el escaso entusiasmo que la idea de España suscita entre una buena
parte de la población. Y lo dice desde Valladolid.
Sociológicamente, los no entusiasmados
por España en Valladolid y que, por lo tanto, no van a los actos del 12 de
octubre, serían sectores de población análogos a los que, en Cataluña, no van
ni al 11 de septiembre ni al 12 de octubre. Que desde el independentismo catalán
se les llame unionistas indiscriminadamente
no demuestra sino dos cosas. La primera, que un determinado sector de población,
más o menos fanatizado, trasnochado o montaraz, lo constituye en España el
españolismo; la segunda, que este sector en Cataluña está constituido por independentistas,
mayoritarios, y por españolistas. Del otro lado, y a ambas orillas del Ebro, la
otra España –en Cataluña llamados unionistas,
quitando a los españolistas-. Una vez más las dos Españas, sólo que, desde
esta perspectiva, el nacionalismo catalán está en un lado que muchos de sus
entusiastas seguidores ni siquiera remotamente sospechan.
También es cierto que este unionismo que queda en Cataluña, una vez
excluidos por méritos propios los españolistas, está muy lejos de ser hegemónico. Y ello es así porque...
En primer lugar, queda
atrapado entre los medios al servicio del independentismo de Mas y Junqueras –todos
los radicados en Cataluña-, y la caverna mediática, en cualquiera de sus
versiones -pedro-jotera, cornúpeta o tonsurada-. En todos los casos, deyección de
doctrina escatológica de la peor especie.
En
segundo lugar, no hay en Cataluña un discurso
elaborado desde esta opción para hacer frente al apogeo hegemónico del independentismo,
porque aborrece por igual, o más, dados sus precedetnes históricos y sus propensiones chulescas, al españolismo recalcitrante que al independentismo catalán
irredento, hasta ahora más tendente al victimismo. Muy hábilmente, el nacional-pujolismo supo maniobrar
camaleónicamente y aprovechar esta situación, tendiendo a la vez una red de
complicidades y de sobreentendidos, una auténtica piovra que, al convertirse en independentismo explícito y además
hegemónico, pilló a la mayoría con los meaos
en el vientre. Este es el discurso que tendría que haber articulado, por
ejemplo, un PSC. Pero en lugar de esto ha preferido hacer de palafrenero del nacionalismo.
Huelga decir que, hoy por hoy, el PSC está incapacitado para producir este
discurso, porque no tiene a nadie capaz de producirlo.
Y
en tercer lugar, porque este es un discurso que debería
surgir también de estos mismos sectores sociales análogos en el resto de España,
pues se trata en definitiva de un discurso de civilidad que ponga de una vez a
España sociológicamente en Europa occidental y que aplique un tratamiento
anticaspa definitivo. Y al igual que en Cataluña, este sector tampoco dispone
de discurso en el resto de España, ni de ninguna instancia que parezca hoy por
hoy capaz de estar en condiciones de producirlo. Lo que decíamos del PSC en
Cataluña, sirve en clave española para el PSOE.
Y en cuanto a medios de comunicción, lo único que se le parece
lejanamente, es “El País” o “La Sexta”, ambos intoxicados con los tópicos de
una izquierda antiilustrada y ramplona, cuando no demagógica y autocomplaciente..
Diríase que ante este
panorama podría parecer que el independentismo catalán está en su mejor
momento. Sólo se le opone frontalmente el españolismo puro y duro, manifiestamente
débil en Cataluña, y que habría que ver si, llegado el momento con el que
sueñan los think tanks
independentistas, es decir, si llegado el momento de los tanques, iba a ser
capaz de mantener la tensión o le iban a correr a
gorrazos en media España. Vamos, que ya están preparando
la declaración unilateral de independencia.
Pues bien, a mí me parece
que su mejor momento ya pasó y que fue el último 11 de septiembre. Desde
entonces hay bastantes piezas del engranaje que parece que cada vez rechinan
con más frecuencia. Y claros síntomas de sectores de la sociedad civil catalana que están empezando a
atreverse a decir que basta ya de payasadas.
(Continuará)
Arribarà un moment que, tant d'acord com estem, haurem de fusionar els nostres comentaris sobre la situació actual a Catalunya i España. Subscric paraula per paraula el que dius. Que Déu ens agafi confessats (als catòlics almenys, la resta ja veurem com ens ho fem...)
ResponEliminaSí, certament hi ha risc. I el que més espaordeix és la frivolitat irresponsable amb què s'està actuant. Frivolitat o follia?
ResponEliminaAunque lo vea fuera de Cataluña, también comparto plenamente la argumentación y me alegra poder leer opiniones informadas y mesuradas al respecto. Estupendas tanto esta entrada como la siguiente.
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