dissabte, 27 d’abril del 2013

¿QUIÉN SE ACUERDA DE JULIÁN GRIMAU?



Nos lo ha tenido que recordar Gregorio Morán hoy en sus “Sabatinas” de la Vanguardia (que no puedo enlazar por ser accesibles sólo para suscritpores): hace ahora 50 años que Julián Grimau fue asesinado. Aún 24 años después del final, los vencedores seguían en pie de guerra civil. Lo fusilaron sentado en una silla porque no se tenía en pie de tantos huesos rotos; había sido cruel y sádicamente torturado y arrojado al vacío desde el tercer piso de comisaría. El juez que le condenó en una parodia de juicio tenía dos años de derecho y tres de pistolero a sueldo del régimen franquista. Fraga Iribarne, ese ilustre “demócrata” que era entonces ministro de Franco, ejerció de vocero del régimen justificando su ejecución.

Grimau había sido un policía profesional que se mantuvo leal a la República. Durante la guerra, dirigió los servicios de contraespionaje en Barcelona y Madrid, destinados a capturar quintacolumnistas. Dura y sucia tarea, sin duda, la de capturar espías y saboteadores, dura y sucia como lo es la propia guerra. De haber estado en el bando de los vencedores, habría sido magistrado como el que le condenó a muerte. Su problema fue que estaba en el de los vencidos. Morán nos recuerda también como entre tanto quintacolumnista estaban los amigos del hoy prócer de la patria catalana Francisco Cambó (Francesc en la intimidad), quien a su vez financiaba el franquismo desde su dorado exilio en Suiza y Argentina.

Hoy Cambó es una figura respetada y jaleada por el nacionalismo catalán. De golpista y reaccionario ha metamorfoseado en prohombre del catalanismo y hasta precursor del independentismo. No es raro ver monumentos erigidos en su honor. De Grimau no se acuerda nadie. Sigue habiendo vencedores y vencidos.
Definitivamente, la memoria de este país es una mierda. No es raro que nos vaya como nos va. Hasta puede que nos lo merezcamos.

divendres, 26 d’abril del 2013

CLAUSEWITZ Y EL FÚTBOL COMO NÉMESIS



Si como afirmaba Clausewitz en el siglo XIX, la guerra es la continuación de la política por otros medios, también habría que incorporar hoy al fútbol entre estos "otros" medios. Religión, signo identitario, ejército simbólico... sublimación, en definitiva, aquí, allá y acullá. Y metáfora tendente a la transgresión de su estatus.

No sólo en el fútbol se da esta propensión a ser considerado como un campo de batalla simbólico que con frecuencia va mucho más allá del simbolismo. El duelo ajedrecístico entre Bobby Fischer y Boris Spasky, por ejemplo, fue en su momento una escenificación de la guerra fría entre los EEUU y la URSS hasta el punto de provocar auténticas pasiones en función del posicionamiento de cada cual en función de sus filias y fobias sobre este respecto. Fue un fenómeno ante el cual sucumbieron durante un tiempo personas que no sabían, ni sabrían nunca, qué era "matar un peón al paso" o qué significa ajedrecísticamente el término "gambito".

En el caso del fútbol, y muy particularmente en este pintoresco país empeñado cada vez más en imitarse a sí mismo, la identificación del fútbol con elementos extradeportivos ha sido de tal intensidad que hasta podríamos hablar de una inversión conceptual -como los hombres arrodillándose ante los dioses que ellos mismos habían inventado-, incluso ontológica, llegando a unos extremos de paroxismo muy propios del pathos hispano. No es ya que la política se proyecte en el fútbol, sino que uno tiene la sensación de que cada vez más, es el fútbol quien se proyecta en la política. Y parodiando a la patria de Clausewitz cuando se decía que Prusia no era un país con ejército, sino un ejército con país, acaso podríamos decir hoy que no es que el fútbol sea un reflejo de la política, sino que la política es un reflejo del fútbol.

Veamos si no. Las recientes y apabullantes derrotas del Barça y del Madrid en los partidos de ida de la Champions frente a sendos conjuntos teutones alejan, yo diría que de forma prácticamente definitiva, no sólo la tan ansiada final Barça-Madrid con la que tantos se relamían, sino incluso la posibilidad de que alguno de ellos quedara apeado en semifinales y fuera el otro el que -el peor de los supuestos para forofos de uno u otro lado- se hiciera con el ansiado título. Así que todos tristes, tragedia colectiva, pero menos, porque la tristeza del otro mitiga la propia.

No sólo hay pues en esta «debacle», que también, como apunta Jorge en su blog, una cierta justicia poética y, desde luego, que nos ahorremos unas semanitas de insoportables arengas nacional-futbolísticas. Creo que hay algo más: nuestra Némesis. Una Némesis que, no me cabe la menor duda, ni unos ni otros sabrán leer.

Y si la política es hoy en día, como digo, un reflejo del fútbol, se me ocurre entonces una idea. En 1898, después de la consumación del desastre colonial, al gobierno de turno se le ocurrió declarar duelo nacional y prohibir durante unos días las corridas de toros. La reacción airada de las masas fue inmediata: los tumultos y algaradas se sucedieron por doquier en las principales capitales españolas. Entiéndase bien, no contra un gobierno incompetente y corrupto que había estado llevando a miles de jóvenes a la muerte y que acababa de hacer el mayor de los ridículos con la más estrepitosa y grotesca de las derrotas; no, de ninguna manera. Las protestas eran contra la «intolerable» prohibición de las corridas de toros mientras durara el duelo.
Bueno, pues ya que el fútbol es ahora quien prima sobre la política, quizás se podría declarar duelo nacional y, al revés que en el 98, prohibir la política por un tiempo. Al menos por un tiempo. No se perdería gran cosa. En realidad, Política,  lo que es Política -con mayúsculas- aquí apenas la hubo nunca. ¿Qué falta nos iba a hacer si ya tenemos el fútbol, o antes los toros, los herejes, los judíos...? Con un vecino a quien odiar ¿Para qué la política?

dijous, 25 d’abril del 2013

¿YA SE HAN IDO LOS ALEMANES?



PUES ESO...

A PROPÓSITO DE "EXCEL Y LENTEJAS": DE LA ECONOMÍA A LA IDEOLOGÍA (II)


Porque a diferencia de disciplinas como, por ejemplo, la música, cuya dotación matemática le es inherente per se, pero que precisamente por ello no equipararemos sus «verdades» con las verdades físicas, sino que se encuadraría en las bellas artes y en la creación del artista -un músico será en general inteligentemente indiferente a que se le considere científico o no... Porque su arte tiene entidad propia- a diferencia de la música, decíamos, otras disciplinas parece que, de no utilizar, incluso innecesariamente, e impostadamente en muchos casos, la matemática como lenguaje, no serían nada. O mejor, que sus profesionales no conseguirían la credibilidad que demandan del respetable. De ahí que nos lo estén recordando ad nauseam.

Pero el hecho de utilizar el lenguaje matemático no convierte a un saber o disciplina automáticamente en ciencia. Véase si no la astrología. O en un caso más actual y mucho más sangrante dada su rabiosa actualidad, la pedagogía. Obviamente, ni en un caso ni en otro tienen la menor culpa las matemáticas de sus dislates. Como no la tienen tampoco si alguien se empeña en forzar unos hechos para cargarse de razón en sus convicciones apriorísticas y utiliza las matemáticas para ello.

Así que, volviendo a nuestros Reinhard-Rogoff, sería un error pensar que la utilización abusiva, capciosa y hasta impostada de las matemáticas en determinadas disciplinas que se autoinvisten con ello del rango de «ciencia», es debida sólo a un complejo de inferioridad profesional que busca de este modo adquirir una mayor respetabilidad. Y sería un error porque no se trata, o al menos no se trata solamente de que un determinado gremio profesional o académico aspire a gozar de un mayor prestigio y credibilidad, sino de algo mucho peor: se trata de que una vez se haya "reconocido" este prestigio y credibilidad sociales, nos puedan colar impunemente gato por liebre. Es decir, vendernos ideología de la peor estofa como si fuera una irrebatible verdad científica.

Que esto sea epistemológicamente hablando una auténtica aberración no parece que tenga la menor importancia para los implicados. De lo que se trata es de conseguir el prestigio social para imponer un modelo tan teológico como los prejuicios de que dicen huir y que atribuyen impúdicamente a los que siguen sin impresionarse por tanta parafernalia con ribetes de impostada cientificidad.
Este era ni más ni menos el contexto en que se inscriben nuestros Reinhard-Rogoff: colarnos teología por ciencia. Desgraciadamente para ellos, el cálculo matemático les jugó una mala pasada y se descubrió el pastel. Su actitud posterior no hace sino ratificar sus vasallajes ideológicos. Y como no podía ser de otra manera, por debajo de la impoluta túnica del pragmatismo, asoma una fea pezuña de cabra.

dimarts, 23 d’abril del 2013

A PROPÓSITO DE "EXCEL Y LENTEJAS": DE LA ECONOMÍA A LA TEOLOGÍA (I)



En el ámbito que aquí nos ocupa, los errores de cálculo están una posición similar a la de los errores conceptuales y de valoración. Y ello no sólo porque Reinhard-Rogoff se reafirmen en sus tesis, eso sí, algo atemperadas, con independencia de los resultados que pueda arrojar un cálculo matemático, sino porque su función incorpora el propósito de llegar a lo que se quería llegar, es decir, a la verdad teológico-económica según la cual hay que evitar el déficit a cualquier precio y primar la austeridad. Y si resulta que el cálculo matemático coincide con sus apriorísticos postulados, tanto mejor. Y si no, peor para las matemáticas.

Cuando la ideología se enmascara de ciencia, nos las tenemos con la peor de las manipulaciones. En su teoría de la adequatio, Aristóteles definía la verdad como la adecuación de un enunciado a un estado de cosas. Pero si este enunciado contiene elementos valorativos previos de una naturaleza tal que me obliga a forzar el "estado de cosas" para que se «adecue» a él, lo que estoy haciendo es, simple y llanamente, ideología. Y si la revisto de matemáticas para darle un toque de cientificidad, entonces es ideología de la peor especie.

Alguien podría decir que también en el experimento científico se fuerzan los hechos. Y es cierto, sí. Pero más allá de los requisitos metodológicos y de verificación o falsación -que se diría en popperiano- de las leyes que pretenda establecer en base al comportamiento de unos hechos determinados, la diferencia radica en la naturaleza de los fenómenos con que nos las estemos habiendo. Creo que aún queda mucho que decir sobre la condición nomotética o idiográfica de los saberes humanos y de sus sendas funciones de descripción (Erklären) o comprensión (Verstehen), según se trate de Naturwissenschaften o Geisteswissenschaften; saberes (ciencias) de la naturaleza o saberes (ciencias) del espíritu.

Las primeras, las Naturwissenschaften, se corresponden a lo que conocemos genéricamente como «ciencias», y su lenguaje es la matemática. Las segundas, las Geisteswissenschaften, remitirían a aquellas disciplinas del conocimiento humano cuyo ámbito, sensu lato, se corresponde con los propios saberes sobre el hombre y sus realizaciones, no susceptibles, de entrada al menos, de ser tratados como lo que cartesianamente llamaríamos res extensa, aunque su proyección sí pueda serlo en parte o incluso totalmente. Podemos encontrar en este segundo ámbito denominaciones genéricas -«ciencias» del espíritu, artes, humanidades, «ciencias» sociales...-, o más progresivamente acotadas disciplinarmente en función de su objeto -historia, sociología, psicología, antropología, economía... y tantas otras-.
Está claro que la utilización del lenguaje matemático en las Geisteswissenschatf ha supuesto un gran avance en la comprensión de los fenómenos que constituyen su(s) objeto(s). Pero de ahí a la grosera equiparación-homologación que muchos de sus profesionales pretenden establecer con respecto a las ciencias propiamente dichas, hay un abismo. Porque son cualitativamente distintas. Un abismo que acaso se podría explicar desde la posición autorreferencial de inferioridad de unas respecto a las otras, que ha acabado incurriendo en el absurdo según el cual, por el simple hecho de que esté utilizando algún cálculo o modelo matemático para abordar mi  objeto, ya se supone que estoy haciendo «ciencia»... Claro, dicen, porque igual que los físicos, los economistas o los sociólogos utilizan las matemáticas para comprender los fenómenos que estudian. Ello sin reparar en la naturaleza cualitativamente distinta de uno y otro objeto. O para darle apariencia de verdad científica a lo que en realidad es una posición ideológica. (Continuará)

dilluns, 22 d’abril del 2013

EXCEL, LENTEJAS... Y GATO ENCERRADO



Siempre oí decir de niño que había que comer muchas lentejas porque llevaban mucho hierro. Más tarde me enteré que eso no era cierto. Es decir, que sí, que las lentejas llevaban hierro, claro, pero no en cantidades que destacaran significativamente de cualquier otra legumbre. Y si tal probidad en hierro se tuvo por cierta durante mucho tiempo fue porque, como luego se descubrió, el científico en cuestión se había equivocado con un decimal al hacer sus cálculos. Pongamos por ejemplo un 0.1 en lugar de un 0.01... Casi nada.

Un tema serio, el de la nutrición, qué duda cabe. No se debe jugar con las cosas de comer. Tantas lentejas ingeridas pensando que nos íbamos a convertir en ironmen y luego resulta que todo era un mito, un error humano; involuntario, por supuesto. Pero si el científico en cuestión hubiese sido a su vez un terrateniente con acres y acres dedicados al cultivo de dicha leguminosa, seguro que entonces el inocente error de comerse un decimal ya no se hubiera considerado tan «inocente».
Todo esto del "falso mito de las lentejas" me lo ha evocado la lectura del imprescindible artículo de Paul Krugman La depresión del Excel,  con el revelador subtítulo ¿Puede un error de cálculo haber destruido casi por completo la economía de Occidente? que aparece hoy en el rotativo "El País". Vale la pena leerlo, de veras, porque resulta que en un tema tan importante como el de la economía, el científico del hierro de las lentejas resulta ser un hacendado plantador montado en dólares lenticulares.
 
Y lo más curioso del caso es como, aun admitiendo el error de cálculo, no por ello apostasian de sus tesis y legitiman sus decisiones. Véase si no  Reinhard-Rogoff Response to Critique  . Algo así como: "si, vale, me he equivocado, pero tengo razón". Y luego dicen que la ideología ha desaparecido. Sin comentarios.

dijous, 18 d’abril del 2013

EL DESTINO DEL EURO



Interesante conversación hace unos días con un economista alemán de cierto prestigio. Como diletante en la materia, introduje el tema en forma de pregunta camuflando mi opinión, tratando así de evitar pasar por un palurdo: ¿No le parece a usted que tal vez España debería empezar a considerar seriamente su salida del euro?"

Debería haberlo hecho ya hace como mínimo un año. Me replicó. De todos los millones supuestamente invertidos en rescatar a Irlanda, Grecia o Portugal, ni un euro se ha quedado allí. Para ser más exactos, ni un euro pasó tampoco por allí. Todos fueron directamente a pagar parte de la deuda de estos países con los bancos alemanes. La parte de deuda que les permite, con la complicidad del Estado alemán, maquillar su bancarrota real. Y con el estado actual de las primas de riesgo para estos países, que no hace más que aumentar con creces la deuda que se suponía que el rescate iba a enjuagar, la situación es completamente insostenible para ellos a corto plazo. Y aquí se incluyen España e Italia. En nuestro caso, con un mal disimulado rescate bancario escandaloso e ineficaz. Y la hipócritamente denominada "devaluación interna" -el "modelo" español para permanecer en la crisis- no es nada más que una subida de los impuestos que paraliza el consumo interno y destruye empleo sin que se compense con exportaciones ni con nada. Dicho en otras palabras, cada vez tendré que recortar más porque cada vez estaré recaudando menos.

Prosigue. El problema de fondo no es sólo estrictamente económico, sino también político. Europa se ha dotado de unas estructuras ineficaces cuyo esclerótico funcionamiento sólo sirve para, en todo caso, entorpecer. La democracia está secuestrada por los partidos y la pretensión de "Federación" en la zona euro es una quimera. Hay emisor de moneda, pero no autoridad monetaria real. Y una misma moneda no sirve a la vez para Grecia y para Holanda. Son realidades económicas demasiado distintas. Al euro como moneda le augura no más de dos años. Y contra más se demore, más traumática será su finiquitación.

La Unión Europea sólo puede aspirar a una especie de confederación. El problema político es la corrupción y la esclerotización del sistema. Me asegura que no es sólo un problema español o italiano. Los partidos políticos están en todas partes igualmente corruptos, véase por ejemplo lo que está empezando a salir en Francia. Y lo mismo puede suceder en Alemania. Puede que en algunos países, al estar en primera línea de la crisis, el panorama de la corrupción haya sido más patente, más explícito, pero no se trata en absoluto de ningún fenómeno inherente a la "idiosincrasia mediterránea". Al menos en este caso.

La democracia en Europa ha sido secuestrada por unos partidos políticos enquistados en el sistema. Hoy en día, el ciudadano no tiene posibilidad real de elección a la hora de votar. Salvando matices, superfluos en la mayoría de los casos o de orden menor en lo referente a la crisis que estamos padeciendo, en las grandes cuestiones no hay, en realidad, opciones alternativas entre las cuales uno pueda decidir.

¿Y cómo ve el futuro más allá del colapso del euro? le pregunto. Sólo puede haber futuro desde la recuperación de la democracia y de la conciencia democrática por parte de los ciudadanos. Que la ciudadanía recupere el control de algo que nunca debió perder. De lo contrario, me asegura, lo que tendremos es fascismo en toda Europa. Más o menos camuflado, pero fascismo.

¿Y cómo se puede recuperar esta conciencia activa ciudadana? le insisto. El problema no son las estructuras formales de las democracias, sino los partidos que han viciado el sistema. Afirma ver con gran simpatía el movimiento de Beppe Grillo en Italia, y que en Alemania se está preparando algo parecido para las próximas elecciones.

¿Y por aquí qué podemos esperar? España, me responde, no tiene la estructura productiva de Italia, por ejemplo, pero algo puede hacer si sabe reorientarse hacia el mercado latinoamericano, que sería algo así como su destino natural. Eso sí, ya podemos ir olvidándonos de aumentar significativamente nuestras exportaciones a Francia o cualquier otro país avanzado. Pero recuperando su propia moneda y actuando con cierta inteligencia -lo cual veo muy difícil, con franqueza (eso lo digo yo)- podría salir del atolladero en un tiempo prudencial. Dejando, eso sí, de comprarles Mercedes y AVEs a los alemanes y volviendo al SEAT y al Talgo.

Se me olvidó preguntarle cómo iba  quedar el tema de la deuda después del euro. Pero a raíz de todo demás, intuyo que los bancos alemanes tendrán que comérsela en pesetas, liras y dracmas...
Lo dicho. Es tajante en que al euro le quedan como mucho dos años. Y sería antes si no fuera por la proximidad de las elecciones en Alemania. Merkel intentará aguantar por todos los medios hasta entonces, a menos que no ocurra en el ínterin algo inesperado. Y España, cuanto más tarde en largarse del euro, peor.

Bueno. En alguna próxima entrega haré algunos comentarios.

dilluns, 15 d’abril del 2013

ESCRACHES Y CHUSMA POLÍTICA



Comentaba el joven Marx que todas aquellas pamplinas medievales sobre el honor y el arrojo guerrero propios la nobleza, no ocultaban sino la holgazanería más desmedida y chabacana. Hoy con el "honor" de los políticos escrachados y sus compañeros de viaje, sería la desvergüenza y el más patético de los cinismos. Porque la apelación a algo en que ya nadie cree, es patética. Me estoy refiriendo a los sarpullidos que ha levantado el fenómeno escracher entre sus supuestas víctimas y a la celeridad con que han desarrollado medidas represivas para ponerle coto. Una celeridad que contrasta con la extrema lentitud de que hacen gala en otras materias que, para ellos sin duda, deben ser anecdóticas.
Aun manteniendo intactos todos sus privilegios, dicen sentirse acosados cuando un grupo de "desahuciados inmobiliarios" se planta a la puerta de su casa increpándoles su cinismo y su displicencia. Y entonces descubrimos que, como Al Capone llorando mientras escuchaba a Carusso, también los políticos tienen sus sentimientos ¿Cómo no? Muy bien, nos damos por enterados, hasta ahora no se había notado.
Y lo más enternecedor es cuando, con este morro que se lo pisan, aluden al daño que puede hacerles a sus familias, sobre todo a sus hijos. Imagínense ustedes los traumas que puede producir entre la delicada y sensible progenie de los políticos, que el hasta entonces respetable dignatario y amante padre/madre entre los suyos, resulta vituperado por una cuadrilla de desalmados que no quieren seguir pagando la hipoteca de una vivienda de la que han sido echados. Ya se sabe como son los pobres, gentes desagradecidas que muerden la caritativa mano que les da de comer...
Poco importa que los tribunales europeos hayan dicho que esta práctica atenta contra todo sentido del derecho y que, además, es inmoral. Tampoco parece preocupar el trauma infantil de los niños que ven como les echan de sus casas y le condenan a la miseria. Al contrario, hasta puede que, para estos "otros" niños, sea un ritual iniciático para que se vayan enterando de lo que les espera en la vida... Curiosa asimetría que alguien se preocupe por el trauma de un niño cuyo papá es objeto de escrache, pero que se quede indiferente ante el del que es arrancado de su casa.
Y claro, cuando algunos resabiados deciden ir a protestar frente al domicilio de los responsables políticos, la reacción es al unísono y unívoca: reprimir, fomentar la delación y poner multas. Así como eventuales penas de cárcel. Que nadie se extrañe que dentro de poco a un escracher pillado in fraganti le caiga más multa y cárcel que a cualquiera de los honorables encausados ante los que protestan. Quieren cortarlo de cuajo porque les da pánico. Y tienen razones sobradas para ello; para que les dé pánico, quiero decir.
No me gusta el escrache. La verdad, me parece francamente de mal gusto. Pero me parece mucho peor la corrupción y la "condescendiente" tibieza con que se está tratando por parte del sistema y sus poderes fácticos. Es decir, ellos mismos y sus mamporreros. O quizás los mamporreros sean ellos. Porque, claro ¿Cómo queremos que reaccione alguien a quien echan de casa a la vez que obligan a seguir pagando por lo que le han quitado, mientras observa los obscenos espectáculos de corrupción con que, día tras otro, nos obsequian los mismos que se niegan a corregir esta aberración?
En la magistral película de Ettore Scola "La nuit de Varennes" -el modelo de la no menos magistral "Stage Coach" de John Ford, trasladado a la revolución francesa- uno de los protagonistas le replica a la princesa que no entiende cómo el pueblo puede ser tan desagradecido con su rey legítimo: "han descubierto que son pobres".
Los desahuciados lo están descubriendo también. Y que mientras la justicia blinda a banqueros convictos y a políticos corruptos, a ellos les quitan la vivienda y, si encima protestan, les multan y meten en la cárcel. Un descubrimiento interesante. Y revelador.

dijous, 11 d’abril del 2013

EL TIMO DE LA CAVERNA



Como en la obra de Platón, pero al revés. La verdadera realidad del mundo político se nos está revelando en tales niveles de cutrez que sólo se puede entender desde el itinerario inverso al que siguió aquella infeliz criatura cuya única realidad hasta entonces habían sido las sombras de las figuras reflejadas por la hoguera que a sus espaldas ardía en la lóbrega caverna donde transcurría su vida.

Liberado de sus cadenas, vio primero los objetos que proyectados constituían lo que hasta entonces había sido su única realidad. Luego, al salir de la caverna y asomarse al exterior, la luz del Sol le cegó. ¿No podría en algún momento desear volver a la seguridad de su antigua gruta? O si por el contrario, regresara a ella para contarles a sus compañeros todavía encadenados la nueva realidad que había descubierto ¿No iban éstos a indignarse ante tales y tan delirantes afirmaciones o hasta incluso le matarían si les liberaba de su inconsciente prisión para que conocieran por ellos mismos?

Hoy la verdad no parece encontrarse en el exterior, al menos el de la casta política, sino en las alcantarillas. Justo al revés que en el inmortal relato platónico, el descubrimiento de la realidad política trascurre por un itinerario que va de la luz de las apariencias hasta las penumbras subterráneas donde se cuece lo real, lo que de verdad subyace a una luminosa apariencia de democracia tras la cual moran la corrupción y la desfachatez. Y lo peor de todo es que hemos accedido sólo a la primera sala de tan hedionda caverna. Nos quedan por explorar aún un sinfín de galerías ignotas.

Pese a todo, el engaño sigue funcionando. Y sigue funcionando no porque no conozcamos o no podamos conocer la pútrida realidad que acecha tras las apariencias, sino porque no queremos conocerla o sólo nos interesa parcialmente, que es lo mismo que renegar del conocimiento; igual que los infelices liberados de sus cadenas que no querían abandonar el miserable asiento al que habían estado encadenados.

Vivimos políticamente en una realidad externa cuya verdad radica en las sombras interiores que se materializan en sobres de Bárcenas, bolsas deportivas y tesoros reales que, sólo a veces, salen accidentalmente al exterior y turban las idílicas imágenes de unos chorizos que se fingen dignatarios; de unos gañanes cuyas patas de cabra sólo podemos soslayar mirando hacia el otro lado... Nosotros, tan libres a diferencia de los cavernícolas platónicos que no podían desviar su mirada de la pared de las sombras.

El itinerario del prisionero de Platón en el Mito de la Caverna era un recorrido de la apariencia a la verdad; el de la clase política en este Timo de la Caverna que nos han montado, es el de una realidad travestida cuya esencia se encuentra en las interioridades del cinismo y cuyo primer motor es la avidez por enriquecerse sin importar los medios y sin reparar en nada, absolutamente en nada.

Cuando la realidad se degrada hace su aparición la farsa, y a ésta le sucede el esperpento. Hemos vivido en la farsa durante demasiados años. Y la actitud de ciertos políticos nos indica claramente que estamos llegando a la era del esperpento.
Sigue valiendo la pena leer a Platón.

dimarts, 9 d’abril del 2013

¡TE NOS HAS IDO, JOSÉ LUIS SAMPEDRO!



Te leí ávidamente en mi adolescencia y juventud, y te seguí la pista durante muchos años más... Hasta que, debe hacer unos meses, puede que unos pocos años, sólo sabía de ti cuando aparecías, en estos cicateros y tan democrático-plurales medios adscritos al trilerismo (es decir, todos) como aquel viejo chocho al que intentaban en vano ridículizar por su «extemporaneidad»...  como si se las hubieran con un anciano vulnerable y voluble, propenso a la notoriedad en sus últimas singladuras vitales... ¡Pobrecillos! Saber mantener la dignidad y la entereza es algo que no pueden concebir unos tiempos y unas gentes con tanta propensión a la sensibilería mítico-mediática con que deberemos seguir lidiando los que vamos quedando.

Eso último no lo decían, ni siquiera lo insinuaban, más bien pretendían caricaturizarte... ¡ellos, los caricatos!. Porque superabas con nota incluso la crítica del más feroz de los montaraces paniaguados de uno u otro bando. Tu muerte les habrá tranquilizado porque les eras molesto. Como una almorrana sobre sillares que, como el colchón de la princesa del cuento, no pueden ignorar al garbanzo que yace bajo las suaves colchas que pugnan por amortiguar las posaderas de tanto farsante como hay... Allá, si existe ese lugar, donde las hemorroides son la penitencia que conviene a la desfachatez moral, tú podrás sentarte muy tranquilo. De veras que sí. Y de veras que te lo deseo.

No te conocí personalmente, pero me permitirás que en este improvisado elogio te diga que, más allá de haberte leído y admirado, celebre también tu sensatez al demorar tu muerte oficial cuarenta y ocho horas. Hasta en esto fuiste lúcido. No te hubiera podido tolerar entre otros obituarios igualmente recientes. No por ti, ya me entiendes... sino por las inevitables comparaciones propias de conversaciones triviales con peores conversadores... Aquello de ¿Sabes quién se ha muerto «también»?

Y otra cosa más, José Luis Sampedro: acaso más allá de tu indiscutible obra literaria, permíteme una rápida e improvisada triología, "Octubre octubre... ", "La sonrisa etrusca" y "La vieja sirena", quizás lo que para mí ha sido de ti siempre lo más importante es la integridad, y la humilde entereza con que supiste jactarte siempre de ese honor que otorga haber sido soldado  republicano.

Y ahora, sabiendo de tu muerte, permite de un anónimo y anodino seguidor tuyo que te diga, no me preguntes por qué, que con unos cuantos más como tú, lo hubiéramos conseguido... Tú sabes perfectamente a qué me refiero.

Sólo se me ocurre, fíjate como son las cosas, despedirte con unos versos en catalán -naciste en Barcelona, al fin y al cabo-, quizás por la Ítaca en que recién has amarrado. Sirvan de adiós con toda mi admiración y ¡HASTA SIEMPRE!


BON VIATGE PELS GUERRERS,
QUE AL SEU POBLE SÓN FIDELS,
FAVOREIXI EL DÉU DELS VENTS,
EL VELAM DEL SEU VAIXELL!


dilluns, 8 d’abril del 2013

SICOFANTES



Un viejo y «noble» oficio el de sicofante. En la antigua Grecia, de donde proviene el término, y  luego en Roma, proliferó al amparo del poder y de las facciones que se lo disputaban. El procedimiento era sencillo; hoy resultaría mucho más complejo, a la vez que sin duda impracticable. Un anacronismo, vaya. Pero ya se sabe, los griegos y los romanos eran muy simplones. Nosotros, en cambio, somos mucho más sofisticados. Por eso estamos en la sociedad del conocimiento y en el mundo «mundial» de la globalización (Por cierto, vaya perogrullada esa de «mundo mundial»).

Supongamos que un determinado personaje público empezaba a resultar molesto más allá de lo inquietante para según quien. Pero no estamos hablando de un mindundis, no; de ser así se le despachaba sin más contemplaciones. El personaje en cuestión gozaba de popularidad y tenía sus seguidores. Así que de darle el pasaporte sin más, nada de nada. Los antiguos griegos sabían distinguir muy bien entre un crimen y un error.

Y en eso que empezaban a aparecer por los tabernas de Atenas unos personajes que pagaban las libaciones de los parroquianos y, como pagar daba derecho a hablar, a que te escucharan, entablaban conversación con ellos. Al principio, el «discurso» no debía distar mucho del que Shakespeare pone en boca de Marco Antonio durante los funerales de Julio César.  "¡Qué gran hombre! ese ... y que suerte tenemos en Atenas de disponer de alguien así..."

Pero como lo bueno si breve, dos veces bueno, el sicofante pronto iniciaba las debidas maniobras para llevar a los incautos bebedores de gorra a su terreno, es decir, a aquello por lo cual le pagaban. "Pero ¡ah! ¿Sabéis lo que me han dicho de buena tinta?..." Y allí empezaban las confidencias propias del in vino veritas... hasta ponerle a caer de un burro. Al cabo de un tiempo, el prohombre en cuestión estaba tan desacreditado ante sus propios feligreses que cualquier eventualidad que le acaeciera, ya fuera la condena al ostracismo, la cárcel o un «desafortunado accidente» que lo mandaba al otro barrio, era recibida con tácitas aprobaciones, cuando no entre los vítores y aplausos del democrático pueblo ateniense.

Un pueblo simple, sin duda, esos griegos, como lo fueron también después los romanos, que les imitaron en esto como alumnos aventajados. Hoy en día, en cambio, con la libertad de prensa propia de una sociedad democrática y de derecho, y con los gurús mediáticos y sus tertulianos de toda laya y jaez erigidos en paladines de la democracia y la libertad de expresión, estas cosas ya no pueden suceder. Porque estamos en una sociedad madura, no como los pobres griegos o romanos.

Y por eso, precisamente por eso, ya no es necesario que se les estudie. No fuera a ser que a algún tarado se le ocurriera establecer inadecuadas comparaciones que, como es bien sabido, son intrínsecamente odiosas. Por eso no incurriremos en ellas. ¡Y porque es tan evidente!


dimarts, 2 d’abril del 2013

LA SOMBRA DE JUAN DE MAIRENA




Alberto comenta hoy en su blog un artículo de Muñoz Molina en “El País” que no puedo calificar sino de imprescindible. En él se hace eco de algo que realmente debería haber sorprendido a propios y a extraños desde hace años. Es decir, desde que la izquierda renunció a la instrucción pública y, en un auténtico giro coperniquiano de signo regresivo, se dedicó a combatirla con una saña sólo comparable al celo con que hubiera debido defenderla.


Y creo que alguien debería algún día explicarnos cómo ocurrió. Aunque sólo fuera para satisfacer la curiosidad de los que todavía estamos perplejos ante algo que, desde la ingenuidad sin duda, sólo podemos calificar como contra natura, como una perversión cuyas consecuencias estamos hoy padeciendo sin que se vislumbre solución de continuidad alguna.


Alguien podría decir que es uno más de tantos despropósitos que trajo consigo el naufragio de la izquierda, o su vampirización. Y seguramente que no le faltaría razón. Pero en el caso que nos ocupa, se trata de algo más que una renuncia más o menos contemporizadora como a las que nos tiene acostumbrados. Más que de una renuncia, se trata de una abdicación que corrompe su ideal originario. Si la izquierda fue una vez ilustrada, hoy es, hay que decirlo, furibundamente antiilustrada. Y con la cobertura de su pretendida legitimidad moral, se ha dedicado a destruir lo que hubiera debido ser su gran obra: una instrucción pública digna, gratuita y de calidad.


Podríamos hablar, ciertamente, de cómo la pedabobería, la pedagocracia y la pedagofilia han hecho estragos; de cómo la pasión enfermiza por el eufemismo, el subterfugio, el relativismo ramplón y la trivialización, han acabado adulterando el propio concepto de instrucción, substituido hoy por denominaciones borrosas que diluyen su función originaria y primordial; de cómo bajo la apariencia de la igualdad de oportunidades se ha creado un sistema profundamente discriminatorio; de cómo la fascinación papanatas por las nuevas tecnologías nos ha llevado a confundir, una vez más, el fin con los medios; o de cómo los grupos sociales que más deberían haber defendido la instrucción pública han actuado con demasiada frecuencia como cómplices activos de su destrucción... Pero con franqueza, todo ello me parece anecdótico si lo comparamos con la renuncia explícita al ideal ilustrado que fue su bandera y cuya mera evocación, hoy en día, conlleva la automática acusación de “reaccionario” o “nostalgico del pasado”, cuando no de “franquista” o partidario de la eugenesia activa.


Decía el olvidado Juan de Mairena que lo que hay que construir es “una escuela popular de sabiduría superior, no una escuela superior de sabiduría popular”. Se optó por lo segundo. Más cómodo, más simpático,más fácil y, sobre todo, más útil desde una cierta manera de entender las cosas. Quizás ahí se encuentre el meollo del asunto.


En cualquier caso ¡Bien por Muñoz Molina!

dilluns, 1 d’abril del 2013

CAÍN Y ESA GENTUZA (III)



En cualquier caso, y volviendo a lo nuestro, no parece que las razones de una situación tan deteriorada como la que ha llevado al descrédito de la política radique en el sistema electoral o en la estructura de los partidos y las listas cerradas. Es cierto que hay desajustes que se pueden y deben corregir, pero que los criterios que deberían aplicarse dependan de cómo a cada cual le vaya en el baile, no parece tampoco de recibo. De modo que ha de haber algo más originario. A ver qué decían los clásicos.

Y los clásicos, cómo no, son Platón y Aristóteles. Para Platón, el gobierno de la polis había de estar a cargo de los mejores. Aristóteles, por su parte y sin excluir la excelencia, se inclinaba por los más ricos. El argumento era muy simple: si ya son ricos, no necesitarán robar del erario público. La plutocracia cartaginesa parecía ser el ejemplo a seguir.

Es evidente que más allá de las categrías propias de la época y de su eventual extemporaneidad trasladadas ad pedem lettera a nuestro tiempo, sí hay algo que, no obstante, llama la atención. Que el conjunto de la clase política española no se caracteriza por incorporar a «los mejores» es tan evidente que hasta ruboriza entrar en detalles. Y tampoco los ricos, por cierto, parecen tener especial interés, al menos en estar en primera plana. Otra cosa es que manejen los hilos.

Por lo tanto nuestra clase política parece más bien constituida por mediocres ávidos de enriquecimiento. Y no parece que con un sistema de lists abiertas y elección mayoritaria fuere a arreglarse el problema. Más bien al contrario. A los mediocres ávidos de riqueza se añadirían los salvapatrias por cuenta propia a costa de los bolsillos ajenos. Y de eso hace ya suficiente tiempo como para que nadie pueda alegar ahora haberse visto sorprendido en su buena fe. Que algunos precedentes hay, tan cierto como que están esperando su oportunidad.

Pero entonces, y admitiendo que estamos en una democracia donde el pueblo elige a sus gobernantes ¿Cómo se explica tanta tolerancia, si no complicidad, con unas corruptelas y unos corruptos que siguen siendo votados? Al menos en una democracia, esto no puede explicarse sin una aprobación tácita de la ciudadanía, ya sea por activa o por pasiva.

Inevitablemente, no se puede sino concluir que esos políticos son un reflejo del pueblo al que representan. Reza un viejo dicho que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen.

La verdad, y concluyendo, tal vez la respuesta esté en Antonio Machado cuando decía

 

La envidia de la virtud,

hizo a Caín criminal,

¡Gloria a Caín! hoy el vicio,

es lo que se envidia más