dijous, 30 de gener del 2014

ALGO MÁS SOBRE LA PARADOJA DEL REFERÉNDUM



Que alguien desde fuera de Cataluña vote sí a la independencia, si esa fuera la pregunta -y así lo hemos de entender en la medida que se dice que la independencia o no de un territorio español es cosa de todos los españoles- puede obedecer a una multiplicidad de razones tan amplia que la propia consulta quedaría desvirtuada en el supuesto de una victoria del "sí". Exactamente de la misma manera que deslegitimada en el supuesto del "no", por razones simétricas. No digamos ya si, como en la paradoja que apuntaba en la entrega anterior, saliera que "sí" en el resto de España y el "no" en Cataluña.

Porque el "sí" puede ir desde el hartazgo por la "lata" hasta el más escrupuloso respeto por el derecho de autodeterminación, pasando por una amplia horquilla de razones, y disposiciones, de lo más variadas. Pero el problema no es que se vote «sí» desde el hastío, desde el despecho, desde la convicción que Cataluña es una nación que merece su estado propio en virtud del derecho de autodeterminación o, aun prefiriendo que Cataluña se quedara en España, desde la convicción que los catalanes nos queremos ir y facultarnos a ello con el voto afirmativo. No, el problema es qué se está en realidad votando en segunda instancia desde cualesquiera de estas actitudes. Resumiendo, desde Cataluña, la pregunta -subterfugios retóricos aparte- es muy simple "¿Quiere Vd. que Cataluña sea un estado independiente? Responda SÍ o NO".  Para el resto de España, en cambio, la ridícula y tramposa discusión que los politicastros catalanes han pergeñado sobre qué pregunta hacer sería, muy al contrario, de lo más procedente. Porque el escenario es otro. Pero precisamente por ello, absurda.

Ideas al vuelo, en su comentario a mi anterior post viene a decir en su intervención, si lo he entendido bien, algo así como que primero haría falta que los españoles se pronunciaran -en un nuevo escenario constitucional- sobre si permiten o no a los catalanes decidir posteriormente si quieren escindirse o no del resto de España. Luego, en todo caso, y para evitar la eventual paradoja, la población catalana debería pronunciarse sobre este respecto. A mí, con franqueza, me parece un procedimiento poco efectivo y, aun, menos aconsejable. Y conste que lo digo con el máximo respeto hacia su, también por otra parte, sensato criterio. Porque en el fondo, seguiríamos en las mismas. No lo digo en términos jurídicos, pero sí políticos y de la más elemental de las coherencias... hasta morales, si lo queremos decir así. Votar si uno va a poder decidir si otro se larga o no, abre, en función de los resultados, la posibilidad de escenarios harto complejos y conflictivos. Demasiado complejos y demasiado potencialmente conflictivos. 

Porque supongamos entonces que en la globalidad española sale un "no" rotundo y en Cataluña un "sí" apabullante... Con franqueza, pienso que aferrarse al marco legal ante una situación que dicho marco legal no puede resolver, no es sino atizar el fuego del problema por la vía de negarlo. Y problema lo hay. De eso no cabe la menor duda.

Uno ha pensado a veces, erróneamente, que estamos ante algo así como a la petición de divorcio por una de las partes -ya se sabe, aquello de "la parte contratante de la parte contratante de la parte contratante"- que la otra le niega amparándose en que para que haya divorcio debería haber una ley de divorcio que no existe y, caso que la hubiere, requiriere del consenso de ambos cónyuges. No es ciertamente así, claro que no. Entre otras cosas porque la supuesta unanimidad en la propia Cataluña sobre el tema está muy, muy lejos de ser, valga la redundancia, unánime. Ahora bien, si fuera así ¿Qué razones mínimamente legítimas podrían objetarse contra este deseo de separación, por más absurdo que sea, como lo es en mi opinión?

Por su parte, Manuel, en su siempre recomendable blog, enfoca el problema desde otra perspectiva que, a mí al menos, se me antoja mucho más cercana a la realidad cuando, citando a David Hume en conversación con Benjamin Franklin, aquél zanjó el tema de la independencia de las colonias americanas sentenciando "it's our own fault that we have not kept them". Es la inteligente asunción de (al menos una parte) de propia culpa ante un problema que, como nos sugiere el propio Manuel remitiéndose ni más ni menos que a Danny DeVito, es mucho más recurrente y correosa de lo que algunos puedan pensar.

No, ciertamente no estamos ante un problema que admita la analogía del divorcio unilateralmente rechazado, al menos en parte. Y sobre todo, dejando de lado que a uno le producen sarpullidos expresiones como "espíritu nacional" y otras por el estilo -se digan en castellano, en catalán o en tagalo-, porque aquí no se trata de dos individuos, sino en todo caso, y admitiendo una parte de la base del problema, de dos comunidades.  Y ello porque precisamente es la analogía de los pueblos o las naciones como individuos, o como conjunto de individuos envueltos por un determinado Volksgeist, la que nos están vendiendo unos y otros. Es la propia de los nacionalismos: la de los que dicen que unos no se pueden separar porque son sólo una parte del todo, y la de los que dicen que deben separarse porque son un individuo cuya individualidad está negada... Como siempre, la de los que tienen por costumbre decirle a uno qué es, cómo ha de ser y qué ha de pensar. Siempre las mismas unanimidades, siempre los mismos monolitismos identitarios...

¿Pero qué piensan de verdad los ciudadanos de Cataluña? ¿Por qué no comprobarlo de una vez? ¿Y por qué no plantearlo en términos de mínima sensatez, digan lo que digan las múltiples constituciones que en el mundo hayan sido, sean o vayan a ser?

Siguiendo a Manuel, no sé cómo lo plantearía Danny DeVito, pero me voy a atrever a anticiparme a él. ¿Por qué no un referéndum en el que los catalanes nos manifestemos inequívocamente sobre el respecto y, atendiendo a la envergadura y trascendencia de una decisión colectiva que iba a hipotecar a las próximas generaciones en un sentido que ignoramos, se impusieran como requisitos de validez una participación mínima de dos terceras partes del censo y tres quintos de votos afirmativos, o al revés, como se prefiera, una participación minima de tres quintas partes del censo y un voto afirmativo mínimo de dos tercios favorables a la independencia?

Creo que Manuel tiene razón, tanto en la cita de Hume como en que Danny Devito lo arreglaría sin despeinarse. Porque, total, si no somos seres colectivos y hay opiniones dispares, quizás lo más sensato sea preguntarles a los individuos, a los ciudadanos, qué opinan y zanjemos el tema de una vez. No fuera que acabemos lamentándonos, desde uno u otro lado, como tuvo que hacerlo David Hume... Que todo puede ser.

diumenge, 26 de gener del 2014

LA PARADOJA DEL REFÉRENDUM






Ayer, en Madrid, durante el transcurso de una amena e interesante conversación sobre el tema de la  independencia de Cataluña y la controversia que ha suscitado el anuncio de la consulta por el gobierno del Sr. Mas, "VD", uno de los participantes en dicha conversación, aportó una inteligente valoración que, a mi entender, nos mete de lleno en una paradoja de esas que ríanse ustedes de la Russell. Sólo que, eso sí, no en términos de lógica matemática, sino de lógica política, que también la hay o debiera haberla.

La controversia sobre el referéndum catalán radica fundamentalmente en su ilegalidad desde el punto de vista del marco jurídico determinado por la Constitución. De acuerdo con este marco, Rajoy sostiene que el único órgano con capacidad legal para convocar una consulta de estas características es el propio gobierno español, en tanto que detentor de los poderes del Estado de acuerdo con la Constitución. Unas facultades que, por otro lado, no piensa ejercer -ya ha dicho que no habrá referéndum-. Por otro lado, también de acuerdo con este marco jurídico-político, la consulta, de realizarse, debería incluir a todos los ciudadanos españoles con derecho a voto.

Lo que VD sugirió es lo siguiente. Diríase que si Rajoy se remite al supuesto extremo de que si hubiera un referéndum sobre la independencia de Cataluña la consulta debería hacérseles a todos los españoles, puede que sea porque tiene la absoluta certeza de que dicha consulta arrojaría un resultado contrario a la independencia. Pues bien, él afirmaba que quizás no debería estar tan seguro de eso, ya que en el resto de España empieza a extenderse la idea de que si los catalanes se quieren ir, pues que se vayan. Así que de celebrarse este referéndum, igual más de uno se llevaba una sorpresa.

Ciertamente, las razones por las cuales en el resto de España se pudiera votar «sí» a la independencia de Cataluña serían de lo más variado, yendo desde el puro y simple hartazgo hasta el respeto por el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Pues bien, fue este comentario especulativo sobre la victoria del «sí» a la independencia de Cataluña en un referéndum español, como «posibilidad», la que da lugar a un «posible» escenario del que se sigue una situación tan paradójica como imprevista, pero no por ello imprevisible. Veamos.

Vaya por delante que una victoria del «sí» en un referéndum extendido a toda España es más que improbable y que eso no lo ignora nadie. Pero no por ello «imposible», al menos si entendemos «posible» en su sentido originario: cognoscitivamente representable. Es decir, no estamos ante una contradicción que precisamente por ello sea impensable, como sería el caso, por ejemplo, de un círculo cuadrado, o que Rajoy y Mas se vayan de copas juntos. Pues bien, vayamos a por la paradoja.

Votar por la independencia es decidir la secesión de un territorio, y para eso sí que es soberano el pueblo español. Así lo admite el propio Rajoy cuando afirma, contra el referéndum catalán, que lo que ocurra con un territorio español es cosa de todos los españoles. 

Pues bien, supongamos que el referéndum arrojara una victoria global del «sí» en toda España, pero que territorialmente en Cataluña, y precisamente en Cataluña, venciera el «no». ¿Qué pasa entonces? ¿Es constitucional que la mayoría de la población decida la separación, o la exclusión, de un territorio que hubiera votado que no se quiere separar? ¿Cómo habría que interpretar entonces eso de la soberanía nacional?

Porque según el propio Rajoy, la eventualidad de un referéndum circunscrito a Cataluña está totalmente cerrada... incluso, hemos de entenderlo así, para que ratificara o no nuevamente la decisión española de darle puerta. De modo que, siguiendo a Rajoy y sus mariachis, si el pueblo catalán no es nadie para decidir por su cuenta si se va o no, menos lo iba a ser para decidir que se quedaba contra una decisión soberana expresada en referéndum por el pueblo español soberano.

¿Choque de trenes con los papeles intercambiados? ¿Lo ha pensado bien Rajoy? Sí, supongo que sí, pero circunscrito al ámbito restrictivo de un pragmatismo que opera sólo con lo probable en el sentido de lo inmediato. Es decir, pensando que un referéndum en toda España iba a arrojar un rotundo «no» a la independencia y neutralizando de este modo el incierto resultado que pudiera darse en Cataluña. Pero precisamente por esto, este actuar pro doma sua  le lleva a obviar la inferencias que de su sentido de estado se desprenden claramente a juzgar por su posición en este tema.

Que se den las circunstancias como para que se produzca en España esta paradoja -la expulsión de un territorio que opta por seguir integrado-, es altísimamente improbable... a corto plazo. Pero como ya sabemos, los políticos sólo piensan a corto plazo. Y sus concepciones globales parecen ajustarse a las propias exigencias que tal inmediatez impone. Sin pensar que tal vez, más adelante, puede que de ciertos polvos conceptuales aparezcan luego lodosos defectos de forma y de contenido. Ante un problema, atenerse exclusivamente a legajos con el fin de justificar la propia posición, por más que éstos sean los que marcan el orden jurídico, es más que problemático, porque puede dar lugar a paradojas como la que modestamente se me ocurrió a raíz del comentario de este amigo.

Porque según todo el argumentario que se está esgrimiendo contra la celebración de un referéndum en Cataluña, lo que se infiere es no sólo que los catalanes no podemos decidir si queremos ser independientes o no, sino también que toda España sí que puede decidir echarnos sin más. 

Lo dicho, improbable, pero no por ello imposible. Y paradójico.

dimecres, 22 de gener del 2014

REFLEXIONES CATALANAS, O LO QUE SEAN (22-01-2014)




A medida que el despropósito independentista hispano-catalán -que independentistas los hay en ambos lados, al menos en el sentido excluyente del término- se enquista e institucionaliza debidamente con las inevitables torpezas declarativas y actitudinales repartidas a partes iguales en sendas orillas del Iberus, cada vez va tomando más cuerpo entre las escasas corrientes de opinión no soliviantadas, que en este país son y han sido más bien escasas, la idea que si el problema lo tuviera que resolver el sentir mayoritario entre la ciudadanía, o entre los sentires mayoritarios de ambas ciudadanías, entiéndase el sentido común -lo cual no significa una mayoría electoral, pero sí sociológica-, se resolvería a amplia satisfacción de ambas partes en no mucho más de veinticuatro horas.

Una prueba de ello podría ser el excelente análisis de César Molinas con el que ya enlacé en mi último post sin más comentario que su, en mi opinión, preceptivo carácter de lectura obligatoria que debiera tener para tirios y para troyanos. Lo curioso y, sobre todo, esperanzador del caso, es como a uno le han llegado críticas elogiosas de dicho artículo provenientes de ambos bandos. Directa o indirectamente, me consta de muchas personas significadas por su independentismo o por su hostilidad hacia él que, en cambio, lo valoraron muy positivamente, por más que repartiera estopa sin que ninguno de ellos salieran en modo alguno indemne, sino más bien, en atención a sus posiciones sobre el tema, más bien trasquilados. Si estas referencias mías no son simple anécdota es que, entonces, o no se dieron por enterados o hay un espacio para la esperanza. Hay que añadir, eso sí, que también me consta que en todos estos casos se trata de personas con un nivel cultural de medio-alto para arriba.

Y a lo mejor es precisamente ahí donde radica el problema, pero acaso también su solución. Cuando allí se nos habla de unas clases políticas bunkerizadas y sólo pendientes de sus más inmediatos intereses de casta a brevísimo plazo, se está describiendo un escenario lamentablemente hiperreal: el nuestro, el que estamos viviendo cada día. El contencioso independentista actual no sólo es un fracaso de la política, en el supuesto de que alguien haga en este país «Política», con mayúsculas, sino la más palmaria demostración de que los politicastros de que disponemos no sólo no son ellos la solución -ni las propuestas de que se valen-, sino una parte esencial del problema.
Y eso sí que es un problema. El problema siguiente es cómo resolver el anterior.

diumenge, 19 de gener del 2014

UN GRAN ARTÍCULO

Hoy, en "El País", un gran artículo cuya lectura recomiendo encarecidamente. Hacía tiempo que no leía algo tan bueno, no sólo por sus contenidos, sino también, y sobre todo,  por el discurso de fondo. Vamos, de lectura obligatoria para tirios y troyanos, aunque lo más probable es que ni unos ni otros se den por enterados.

dissabte, 18 de gener del 2014

FELONÍA Y DESFACHATEZ



Cuando se diseñó lo que iba a ser el belén catalán, alguien cayó en la cuenta que tambien tendría que haber una izquierda. Y eso era complicado, porque como ya les había dicho Einstein, durante su estancia en Barcelona, a unos nacionalistas que se le presentaron como también de izquierdas “Thas past nicht züzamen”, o lo que es lo mismo: ambas cosas no se pueden dar a la vez.

Que el PSC tiene de socialista más bien poco, o nada, es algo fuera de discusión; pero que ahora se le esté denostando por su voto contra la consulta ayer en el Parlament de Catalunya, a la vez que todos los medios de comunicación se lanzan a enaltecer a los tres diputados que rompieron la disciplina de voto, alineándose con el bloque independentista, esto, la verdad, no es que sea de un cinismo similar a la afirmación de Mas según la cual el 80% de la población catalana quiere la independencia... Es mucho peor, es una demostración de mala fe que sólo su propia estupidez les impide ver hasta qué punto se están poniendo en evidencia. La especialidad de la casa independentista ha sido desde siempre urdir falsedades como realidades, para luego rasgarse las vestiduras culpabilizando al que siempre fue como él nunca dijo que fuera.

Defender el derecho de estos tres diputados a votar según su conciencia -en el supuesto que tengan- y hurgar en la herida del PSC es, con franqueza, y digamoslo así, muy partidista y escasamente "patriótico". Baste imaginar que hubiera sido al revés. Es decir, que el PSC en su Consell Nacional hubiera aprobado por una mayoría del 80% votar a favor de la propuesta de "Mas &Junqueras" y tres diputados hubieran desobedecido votando en contra y alineándose con el PP y Ciutadans. ¿Qué hubieran dicho entonces los domeñados medios abonados al pesebre de la subvención, de estos tres diputados socialistas que hubieran votado contra la decisión del órgano legítimo de su partido? Por desgracia, no es muy difícil de imaginar. Pero es que la cosa no se acaba aquí. Ni su cinismo, desde luego, tampoco.

A ver si nos entendemos. Las reglas del juego son las mismas para todos y vienen dadas de antemano. En un sistema de listas cerradas, un diputado electo lo es directamente a través del partido o formación bajo cuyas siglas concurre. Que el mecanismo de designación de los candidatos sea democrático o una merienda de negros no es algo que ahora mismo sea significativo. Se votan unas siglas y punto. Por lo tanto, las decisiones se toman colectivamente y en grupo, por mayoría. Una vez más, que estas decisiones se tomen votando a la búlgara o no, tampoco es algo que nos afecte en este tema de los diputados felones. Porque en todo caso, los mismos tejemanejes búlgaros que ahora pretenden denunciar son los mismos que les auparon a unas listas en que acaso no hubieran estado de haber mediado un proceso interno democrático: ni la señora Geli ni sus otros adláteres. El único que con toda probabilidad hubiera estado es precisamente el que prefirió renunciar a su condición de diputado antes que romper la disciplina de partido.

Si en otro tipo de listas electorales la cosa funciona de otra manera, eso es harina de otro costal. Aquí está muy claro que el PSC, pese a sus derivas y sus inconsecuencias, nunca ha sido independentista ni partidario de acciones unilaterales que vulneren la legalidad vigente. Y si alguien quiere pensar que esto es una forma elusiva de decir no al referéndum y no a la independencia, pues que lo piense. Pero que ahora se esté planteando expulsar a estos felones que ni siquiera tienen la intención de devolver sus acta de diputados es lo más normal.

No sé si el PSC está todavía a tiempo de corregir su deriva, recuperar la confianza de su antiguo electorado y convertirse en una alternativa a la demencia política del Sr. Mas y compañía. Ya digo, no lo sé y desde luego que, en el mejor de los casos, lo veo muy, muy difícil. Pero una cosa sí tengo clara, si no lo hace ahora, y eso pasa por expulsar a esos tres diputados felones, cueste lo que cueste, entonces seguro que no lo conseguirá nunca. Si no expulsa a esos tres, el PSC está definitivamente muerto; si los expulsa, ya veremos...


dilluns, 13 de gener del 2014

SACYR O EL ETERNO RETORNO DE LA CHAPUZA




Son nuestro referente más entrañable y la auténtica quintaesencia del «dasein» ibérico: Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. Ellos, y no los flojos de Don Quijote y Sancho Panza, reflejan ese pathos irreductible a cualquier noción allende los Pirineos y convierten la pluralidad y la diversidad tan propias de estos pagos en una raíz común a la cual no escapa nadie, nadie que tenga como propia alguna lengua subpirenaica... incluido el LAPAO. 

Siempre retorna, y cual ave Fénix renace de sus propias chapuzas. Es la chapuza hispana, desde el submarino que pesa demasiado, el aerouerto cuya pista no sirve para que aterricen aviones o SACYR y su canal de Panamá, al cual han "rajao" en ídem. La lista sería interminable. Cualquiera que sepa un poco de qué van las contratas públicas y cómo se estilan por aquí, me entenderá perfectamente.

Sabemos por wikileaks que los propios americanos ya dijeron que aquellos precios eran imposibles por baratos, que no había manera ni aun con mano de obra esclava. ¡Pobres gringos! a veces no entienden nada. Que no, que la cosa está muy clara y no se trata de si el precio es competitivo o no, ni de lo que digan los informes geológicos. Exactamente como tampoco importa si un aeropuerto está para que aterricen y despeguen aviones. No, aquí de lo que se trata es de trincar, sin más. 

Trincar el contrato al precio que sea, vender las propias acciones en el mejor momento y a seguir mamoneando hasta que toque hacer la "espantá". A alguno igual le hacen ministro, no sería la primera vez. Además, aquí el personal está muy dispuesto a escuchar excusas patrioteras: que si es un complot de las grandes empresas americanas, que si el gobierno panameño nos escamoteó información, que si lo que pasa es que en realidad nos tienen envidia... Es el eterno retorno de la chapuza. Sin más. ¡Viva Pepe Gotera y Otilio! Al menos ellos nos hacían reír.

dimecres, 8 de gener del 2014

CONSIDERACIONES INTEMPESTIVAS SOBRE LA LOMCE



En mi modesto entender, la LOMCE se podría resumir como el despropósito resultado de la concurrencia entre el sentido común y la más grosera de las torpezas. A lo que sí hay que ser, desde luego, totalmente insensible, es a los berridos evacuados en su contra por la izquierda realmente existente y su séquito de caricatos.

La LOMCE es una ley inspirada en un par de ideas, no más, extraídas del más elemental de los acervos del sentido común en materia educativa, a saber, la importancia del esfuerzo personal en relación a los resultados y la contrastación de estos resultados a partir de pruebas externas de graduación, como contrapunto -refuerzo negativo como condicionamiento operante, que dirían los conductistas- al deterioro real e inapelable de nuestro sistema educativo.

La verdad, no es que uno sea partidario de las pruebas externas en sí mismas, ni que las considere, ni mucho menos, la receta taumatúrgica que solucionará todos los problemas del sistema, pero se me antojan ineludibles como condición necesaria, no suficiente, a poco que seamos conscientes de los niveles reales de degradación del sistema educativo y las tupidas tramas de complicidades relacionales que dicha degradación ha ido generando a mayor abundamiento de sí misma. Y eso de "tupidas tramas de complicidades relacionales" entiéndase, lo digo muy en serio, en la línea de aquello otro de "las relaciones técnicas de producción y las relaciones sociales de producción que se corresponden a un modo de producción históricamente determinado". Donde dice "modo de producción", póngase "sistema educativo", y donde "relaciones técnicas y sociales de producción", léase "tupidas tramas de complicidades relaciones". De algo tenía que servir, después de tantos años, haber leído algo de estructuralismo althussero-harneckeriano.

Un par de ideas, decía, sacadas del más elemental sentido común que, a su vez, han sido mal desarrolladas, peor aplicadas -en su fase teórica, claro- y pésimamente vendidas, además de alevosamente politizadas con el más hediondo de los sesgos ideológicos. Diríase que su mayor enemigo es a la vez su mayor propagandista y máximo responsable, el propio ministro Wert.   Insisto una vez más, eso sí, ni caso de las críticas del PSOE y resto de la izquierda progre-pedagogista cuya única aspiración es volver a los tiempos de la LOGSE y para la cual hasta su presente avatar, la LOE es excesivamente exigente.

Así que no es en las críticas de Rubalcaba a la LOMCE donde repararemos en los males de la ley Wert. Lamentablemente, en ellas sólo hallaremos basura, y de la basura no hay exégesis. No, los males, o por decirlo más atemperadamente, las insuficiencias y deficiencias estructurales de la LOMCE sólo las podemos encontrar en sí misma y, sobre todo, prescindiendo de entrada tanto de sus detractores como de sus aduladores.

En realidad, estoy seguro de que si esta ley hubiera sido más coherente con el par de ideas elementales en que se inspira, por supuesto que menos sesgada doctrinariamente y sus deficiencias de diseño, menores, los beocios aún hubieran berreado más. Porque lo que en realidad están postulando desde la LOGSE, hace ya más de treinta años, es la pura y simple apología de la ignorancia desde un punto de vista utilitarista.

Concluyendo, la LOMCE quizás no arregle gran cosa, ya lo veremos, pero no es peor que la LOE o la LOGSE. Acaso no mucho, pero es mejor que ellas, así de simple. En el peor de los casos, lo que podría ocurrir después de la primera reválida de la ESO, es que el país sepa cuál es el verdadero nivel académico de sus alumnos. Cierto que sobran indicios y hasta pruebas consumadas como para saberlo de antemano con certeza absoluta, pero una cosa es que se sepa, o que se quiera o no saber, y otra muy distinta que un cuarenta o un cincuenta por ciento del alumnado se quede sin el título de la ESO, que es lo que ocurriría si la prueba externa se hiciera de acuerdo a lo que dicho concepto comporta.
Porque eso es lo que ocurriría, por eso precisamente, estoy convencido de que la desnaturalizarán hasta el punto de no llevarla a efecto sino en forma de parodia. Al tiempo.