dijous, 18 d’abril del 2013

EL DESTINO DEL EURO



Interesante conversación hace unos días con un economista alemán de cierto prestigio. Como diletante en la materia, introduje el tema en forma de pregunta camuflando mi opinión, tratando así de evitar pasar por un palurdo: ¿No le parece a usted que tal vez España debería empezar a considerar seriamente su salida del euro?"

Debería haberlo hecho ya hace como mínimo un año. Me replicó. De todos los millones supuestamente invertidos en rescatar a Irlanda, Grecia o Portugal, ni un euro se ha quedado allí. Para ser más exactos, ni un euro pasó tampoco por allí. Todos fueron directamente a pagar parte de la deuda de estos países con los bancos alemanes. La parte de deuda que les permite, con la complicidad del Estado alemán, maquillar su bancarrota real. Y con el estado actual de las primas de riesgo para estos países, que no hace más que aumentar con creces la deuda que se suponía que el rescate iba a enjuagar, la situación es completamente insostenible para ellos a corto plazo. Y aquí se incluyen España e Italia. En nuestro caso, con un mal disimulado rescate bancario escandaloso e ineficaz. Y la hipócritamente denominada "devaluación interna" -el "modelo" español para permanecer en la crisis- no es nada más que una subida de los impuestos que paraliza el consumo interno y destruye empleo sin que se compense con exportaciones ni con nada. Dicho en otras palabras, cada vez tendré que recortar más porque cada vez estaré recaudando menos.

Prosigue. El problema de fondo no es sólo estrictamente económico, sino también político. Europa se ha dotado de unas estructuras ineficaces cuyo esclerótico funcionamiento sólo sirve para, en todo caso, entorpecer. La democracia está secuestrada por los partidos y la pretensión de "Federación" en la zona euro es una quimera. Hay emisor de moneda, pero no autoridad monetaria real. Y una misma moneda no sirve a la vez para Grecia y para Holanda. Son realidades económicas demasiado distintas. Al euro como moneda le augura no más de dos años. Y contra más se demore, más traumática será su finiquitación.

La Unión Europea sólo puede aspirar a una especie de confederación. El problema político es la corrupción y la esclerotización del sistema. Me asegura que no es sólo un problema español o italiano. Los partidos políticos están en todas partes igualmente corruptos, véase por ejemplo lo que está empezando a salir en Francia. Y lo mismo puede suceder en Alemania. Puede que en algunos países, al estar en primera línea de la crisis, el panorama de la corrupción haya sido más patente, más explícito, pero no se trata en absoluto de ningún fenómeno inherente a la "idiosincrasia mediterránea". Al menos en este caso.

La democracia en Europa ha sido secuestrada por unos partidos políticos enquistados en el sistema. Hoy en día, el ciudadano no tiene posibilidad real de elección a la hora de votar. Salvando matices, superfluos en la mayoría de los casos o de orden menor en lo referente a la crisis que estamos padeciendo, en las grandes cuestiones no hay, en realidad, opciones alternativas entre las cuales uno pueda decidir.

¿Y cómo ve el futuro más allá del colapso del euro? le pregunto. Sólo puede haber futuro desde la recuperación de la democracia y de la conciencia democrática por parte de los ciudadanos. Que la ciudadanía recupere el control de algo que nunca debió perder. De lo contrario, me asegura, lo que tendremos es fascismo en toda Europa. Más o menos camuflado, pero fascismo.

¿Y cómo se puede recuperar esta conciencia activa ciudadana? le insisto. El problema no son las estructuras formales de las democracias, sino los partidos que han viciado el sistema. Afirma ver con gran simpatía el movimiento de Beppe Grillo en Italia, y que en Alemania se está preparando algo parecido para las próximas elecciones.

¿Y por aquí qué podemos esperar? España, me responde, no tiene la estructura productiva de Italia, por ejemplo, pero algo puede hacer si sabe reorientarse hacia el mercado latinoamericano, que sería algo así como su destino natural. Eso sí, ya podemos ir olvidándonos de aumentar significativamente nuestras exportaciones a Francia o cualquier otro país avanzado. Pero recuperando su propia moneda y actuando con cierta inteligencia -lo cual veo muy difícil, con franqueza (eso lo digo yo)- podría salir del atolladero en un tiempo prudencial. Dejando, eso sí, de comprarles Mercedes y AVEs a los alemanes y volviendo al SEAT y al Talgo.

Se me olvidó preguntarle cómo iba  quedar el tema de la deuda después del euro. Pero a raíz de todo demás, intuyo que los bancos alemanes tendrán que comérsela en pesetas, liras y dracmas...
Lo dicho. Es tajante en que al euro le quedan como mucho dos años. Y sería antes si no fuera por la proximidad de las elecciones en Alemania. Merkel intentará aguantar por todos los medios hasta entonces, a menos que no ocurra en el ínterin algo inesperado. Y España, cuanto más tarde en largarse del euro, peor.

Bueno. En alguna próxima entrega haré algunos comentarios.

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