Alberto
comenta hoy en su blog un artículo de Muñoz Molina en “El País” que no puedo calificar sino de imprescindible. En él se
hace eco de algo que realmente debería haber sorprendido a propios y
a extraños desde hace años. Es decir, desde que la izquierda
renunció a la instrucción pública y, en un auténtico giro
coperniquiano de signo regresivo, se dedicó a combatirla con una
saña sólo comparable al celo con que hubiera debido defenderla.
Y
creo que alguien debería algún día explicarnos cómo ocurrió.
Aunque sólo fuera para satisfacer la curiosidad de los que todavía
estamos perplejos ante algo que, desde la ingenuidad sin duda, sólo
podemos calificar como contra natura,
como una perversión cuyas consecuencias estamos hoy padeciendo sin
que se vislumbre solución de continuidad alguna.
Alguien
podría decir que es uno más de tantos despropósitos que trajo
consigo el naufragio de la izquierda, o su vampirización. Y
seguramente que no le faltaría razón. Pero en el caso que nos
ocupa, se trata de algo más que una renuncia más o menos
contemporizadora como a las que nos tiene acostumbrados. Más que de
una renuncia, se trata de una abdicación que corrompe su ideal
originario. Si la izquierda fue una vez ilustrada, hoy es, hay que
decirlo, furibundamente antiilustrada. Y con la cobertura de su
pretendida legitimidad moral, se ha dedicado a destruir lo que
hubiera debido ser su gran obra: una instrucción pública digna,
gratuita y de calidad.
Podríamos
hablar, ciertamente, de cómo la pedabobería, la pedagocracia y la
pedagofilia han hecho estragos; de cómo la pasión enfermiza por el
eufemismo, el subterfugio, el relativismo ramplón y la
trivialización, han acabado adulterando el propio concepto de
instrucción, substituido hoy por denominaciones borrosas que diluyen
su función originaria y primordial; de cómo bajo la apariencia de
la igualdad de oportunidades se ha creado un sistema profundamente
discriminatorio; de cómo la fascinación papanatas por las nuevas
tecnologías nos ha llevado a confundir, una vez más, el fin con los
medios; o de cómo los grupos sociales que más deberían haber
defendido la instrucción pública han actuado con demasiada
frecuencia como cómplices activos de su destrucción... Pero con
franqueza, todo ello me parece anecdótico si lo comparamos con la
renuncia explícita al ideal ilustrado que fue su bandera y cuya mera
evocación, hoy en día, conlleva la automática acusación de
“reaccionario” o “nostalgico del pasado”, cuando no de
“franquista” o partidario de la eugenesia activa.
Decía
el olvidado Juan de Mairena que lo que hay que construir es “una
escuela popular de sabiduría superior, no una escuela superior de
sabiduría popular”. Se optó
por lo segundo. Más cómodo, más simpático,más fácil y, sobre
todo, más útil desde una cierta manera de entender las cosas.
Quizás ahí se encuentre el meollo del asunto.
En
cualquier caso ¡Bien por Muñoz Molina!
Absolutamente de acuerdo con todo lo que expones, Xavier. No hace mucho leí (me lo ha recordado la frase de Juan de Mairena pero no sé dónde lo leí) una diferenciación de Ortega entre "el individuo noble y el plebeyo", no en función de la sangre o la cuenta corriente, sino en que "el noble se sabe imperfecto y se impone un camino de perfectibilidad", mientras el plebleyo se considera perfecto. Era algo así, pero me pareció curioso y menos clasista de lo que a primera vista pudiera parecer. Quiero decir que, en el fondo, parece que se han cambiado las tornas: lo populista ha ganado a lo elitista (en el buen sentido) y los que deberían tratar de evitar el clasismo son,en la práctica, quienes arrojan a la sociedad a aquel. Clasismo e igualitarismo en la estupidez son lo mismo, en realidad, porque si no se propicia la excelencia, nunca los mejores (no en un sentido social ni económico sino en el del mérito, el esfuerzo, etc) tendrán ninguna posibilidad de ascenso social.
ResponElimina...pues parece que, en determinados sectores, Muñoz Molina es una especie de esquirol, por "tibio" (entiéndase por "tibio": "sensato", "moderado"...) más que nada. Mal asunto que se descalifique a las personas de mayor nivel intelectual por su poca predisposición al hooliganismo....
ResponEliminaAcaso sea porque estamos en una sociedad culturalmente hegemonizada por hooligans. Resulta fácil decirlo o escribirlo, pero pensarlo es verdaderamente aterrador.
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