Te leí ávidamente en mi
adolescencia y juventud, y te seguí la pista durante muchos años más... Hasta
que, debe hacer unos meses, puede que unos pocos años, sólo sabía de ti cuando
aparecías, en estos cicateros y tan democrático-plurales medios adscritos al
trilerismo (es decir, todos) como aquel viejo chocho al que intentaban en vano
ridículizar por su «extemporaneidad»... como si se las hubieran con un anciano
vulnerable y voluble, propenso a la notoriedad en sus últimas singladuras
vitales... ¡Pobrecillos! Saber mantener la dignidad y la entereza es algo que no pueden concebir unos tiempos y unas gentes con tanta propensión a la sensibilería mítico-mediática con que deberemos seguir lidiando los que vamos quedando.
Eso último no lo decían, ni
siquiera lo insinuaban, más bien pretendían caricaturizarte... ¡ellos, los caricatos!. Porque superabas con nota incluso la crítica del más feroz de
los montaraces paniaguados de uno u otro bando. Tu muerte les habrá
tranquilizado porque les eras molesto. Como una almorrana sobre sillares que,
como el colchón de la princesa del cuento, no pueden ignorar al garbanzo que yace bajo las suaves colchas que pugnan por amortiguar las posaderas de tanto
farsante como hay... Allá, si existe ese lugar, donde las hemorroides son la
penitencia que conviene a la desfachatez moral, tú podrás sentarte muy
tranquilo. De veras que sí. Y de veras que te lo deseo.
No te conocí personalmente, pero
me permitirás que en este improvisado elogio te diga que, más allá de haberte
leído y admirado, celebre también tu sensatez al demorar tu muerte oficial cuarenta y
ocho horas. Hasta en esto fuiste lúcido. No te hubiera podido tolerar entre
otros obituarios igualmente recientes. No por ti, ya me entiendes... sino por las
inevitables comparaciones propias de conversaciones triviales con peores
conversadores... Aquello de ¿Sabes quién se ha muerto «también»?
Y otra cosa más, José Luis
Sampedro: acaso más allá de tu indiscutible obra literaria, permíteme una
rápida e improvisada triología, "Octubre octubre... ", "La sonrisa
etrusca" y "La vieja sirena", quizás lo que para mí ha sido de
ti siempre lo más importante es la integridad, y la humilde entereza con que
supiste jactarte siempre de ese honor que otorga haber sido soldado republicano.
Y ahora, sabiendo de tu muerte,
permite de un anónimo y anodino seguidor tuyo que te diga, no me preguntes por
qué, que con unos cuantos más como tú, lo hubiéramos conseguido... Tú sabes
perfectamente a qué me refiero.
Sólo se me ocurre, fíjate como
son las cosas, despedirte con unos versos en catalán -naciste en Barcelona, al
fin y al cabo-, quizás por la Ítaca en que recién has amarrado. Sirvan de
adiós con toda mi admiración y ¡HASTA SIEMPRE!
BON VIATGE PELS
GUERRERS,
QUE AL SEU POBLE SÓN
FIDELS,
FAVOREIXI EL DÉU DELS
VENTS,
EL VELAM DEL SEU
VAIXELL!
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