Como en la obra de Platón,
pero al revés. La verdadera realidad del mundo político se nos está revelando
en tales niveles de cutrez que sólo se puede entender desde el itinerario inverso
al que siguió aquella infeliz criatura cuya única realidad hasta entonces habían
sido las sombras de las figuras reflejadas por la hoguera que a sus
espaldas ardía en la lóbrega caverna donde
transcurría su vida.
Liberado de sus cadenas, vio
primero los objetos que proyectados constituían lo que hasta entonces había
sido su única realidad. Luego, al salir de la caverna y asomarse al exterior,
la luz del Sol le cegó. ¿No podría en algún momento desear volver a la
seguridad de su antigua gruta? O si por el contrario, regresara a ella para
contarles a sus compañeros todavía encadenados la nueva realidad que había
descubierto ¿No iban éstos a indignarse ante tales y tan delirantes
afirmaciones o hasta incluso le matarían si les liberaba de su inconsciente
prisión para que conocieran por ellos mismos?
Hoy la verdad no parece
encontrarse en el exterior, al menos el de la casta política, sino en las alcantarillas.
Justo al revés que en el inmortal relato platónico, el descubrimiento de la
realidad política trascurre por un itinerario que va de la luz de las apariencias
hasta las penumbras subterráneas donde se cuece lo real, lo que de verdad
subyace a una luminosa apariencia de democracia tras la cual moran la
corrupción y la desfachatez. Y lo peor de todo es que hemos accedido sólo a la
primera sala de tan hedionda caverna. Nos quedan por explorar aún un sinfín de
galerías ignotas.
Pese a todo, el engaño sigue
funcionando. Y sigue funcionando no porque no conozcamos o no podamos conocer
la pútrida realidad que acecha tras las apariencias, sino porque no queremos
conocerla o sólo nos interesa parcialmente, que es lo mismo que renegar del
conocimiento; igual que los infelices liberados de sus cadenas que no querían
abandonar el miserable asiento al que habían estado encadenados.
Vivimos políticamente en una
realidad externa cuya verdad radica en las sombras interiores que se
materializan en sobres de Bárcenas, bolsas deportivas y tesoros reales que,
sólo a veces, salen accidentalmente al exterior y turban las idílicas imágenes de
unos chorizos que se fingen dignatarios; de unos gañanes cuyas patas de cabra
sólo podemos soslayar mirando hacia el otro lado... Nosotros, tan libres a
diferencia de los cavernícolas platónicos que no podían desviar su mirada de la
pared de las sombras.
El itinerario del prisionero
de Platón en el Mito de la Caverna
era un recorrido de la apariencia a la verdad; el de la clase política en este Timo de la Caverna que nos han montado, es
el de una realidad travestida cuya esencia se encuentra en las interioridades
del cinismo y cuyo primer motor es la avidez por enriquecerse sin importar los
medios y sin reparar en nada, absolutamente en nada.
Cuando la realidad se
degrada hace su aparición la farsa, y a ésta le sucede el esperpento. Hemos
vivido en la farsa durante demasiados años. Y la actitud de ciertos políticos
nos indica claramente que estamos llegando a la era del esperpento.
Sigue valiendo la pena
leer a Platón.
Mis felicitaciones y enohrabuena(s), Xavier, por el artículo: es magnífico. Que las musas sigan inspirándote por mucho tiempo.
ResponEliminaEspléndido el texto. Acertadísimo el anagrama. Qué difícil no pensar en la trilogía de los Wachowsky:
ResponElimina-Matrix es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.
-¿Qué verdad?
-Que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás, naciste en cautiverio. Estás atrapado en una prisión que no puedes ver ni tocar. Una prisión para tu mente.