Durán no podría dedicarse a la docencia porque los profesores ganan muy poco. Eso afirmaba anteayer en unas declaraciones a Catalunya-Ràdio, a raíz de su propia afirmación que de no seguir en política, a qué se iba a dedicar. Porque los profesores ganan muy poco. Y claro, no podría mantener su tren de vida.
¿Desdén o solidaridad? La verdad es que tanto da lo uno como lo otro, pero yo más bien diría que le traicionó el subconsciente. Acostumbrado a los mejores hoteles y a las salas VIP, es normal que el estatus de un docente -ni aun universitario, no digamos ya un maestro de primaria o un profesor de instituto- le debe parecer que tiene muy poco glamour.
Así que él no está para esas cosas tan sacrificadas como peor remuneradas, donde además te toca aguantar a cretinos analfabetos que dicen que los docentes tenemos poca formación, demasiadas vacaciones y que no sabemos motivar a los alumnos.
No es extraño que Duran no quiera ser profesor. Sabe muy bien la demagogia que los políticos como él, la clase política en general, llevan practicando desde hace años, desacreditando a los profesores, a base de recortes salariales y desautorizaciones profesionales, y convirtiendo el mundo de la docencia en un cortijo para manejos politiqueros y chanchullos clientelistas de sus protegidos, los pedagócratas, a quienes han encargado el desmantelamiento del sistema público de enseñanza de este país y su reconversión a fines meramente asistenciales.
Por eso, como lo sabe muy bien, no quiere ser profesor. En cualquier caso, son unas afirmaciones altamente significativas. Eso sí, y porque es cosa rara en un político, se agradece la sinceridad.
No hay ni uno sólo que se libre: son malvados hasta cuando dicen la verdad. Lo cierto es que unos meses de invierno en mi centro, con apenas 13 grados en las aulas, le venían muy bien para aprender algo muy importante: el sabor de la humildad. Gracias, por nuestra defensa, amigo Xavier.
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