El estilo de ciertos
ridículos es endémico. Ahistórico y eterno como lo era la philosophia perennis. A veces hasta, no por ello menos cutre, entrañable. Pertenece al pathos.
Creo recordar que fue muy a
finales de los sesenta o principios de los setenta. Durante el mes de julio empezaron
a circular rumores sobre una epidemia de cólera. Ni la prensa, ni la radio, ni
la televisión se dieron por enteradas. Cuando los rumores dejaron de serlo para
convertirse en certezas -había habido ya algunos muertos-, apareció en televisión
un individuo que decía ser el director general de sanidad, o algo así, para
acallar los alarmismos y asegurar que sólo había habido algún caso de diarrea
estival, lo cual no era nada extraordinario durante la canícula. Así que todo
el mundo a su casa y Dios en la de todos; que hay mucha maldad acechando y que se la
tienen jurada a la España de Franco. Ya me entienden. Y que como no hay fútbol en
verano, la gente se aburre y da a pábulo a los chismorreos. Nada, que eran cuatro cagarrinas trompeteras y punto.
Dos días después, un alto
comisionado de la Organización Mundial de la Salud, un señor con pinta de inglés,
serio y con cabello cano -eso destacaba en una España de calvos con
brillantina-, apareció anunciando en un más que aceptable castellano, que se habían
producido casos de «cólera» en distintos lugares de la geografía española y que
se recomendaba encarecidamente la vacunación masiva de la población. Las colas
fueron antológicas. Lo recuerdo porque coincidió con el
día de mi cumpleaños.
Ahora con el rescate que no
es rescate, porque si fuera rescate sería intervención y no estamos
intervenidos porque conservamos la soberanía nacional, aunque menos porque ha
habido que solicitar ese préstamo de cien mil millones de euros -1011€-
pero que tampoco es un préstamo, porque
si lo fuera, al ser de tal cuantía y estar destinado a sanear una banca en
quiebra técnica, pero muy saneada, cabría pensar que tal vez sí que es un rescate y no un préstamo
para no se sabe bien qué, resulta que, como antaño, hay palabras prohibidas.
Aquella vez fue «cólera». Tuvo que venir un extranjero a pronunciarla. Ahora es
«rescate» y más aún «intervención». A ver quién la dice.
Por cierto ¿Dónde estaba don Mariano? Porque sabemos dónde
estará hoy: en el fútbol. ¿Pero dónde
estaba ayer y por qué no salió él a dar la cara?
¿Está España intervenida
o no? Pues igual que la hija de aquella señora que, cuando su vecina le
preguntó si era verdad lo que circulaba por el barrio, que su hija estaba
embarazada, respondió confidencialmente y en voz baja: "Sí, pero sólo un
poquito".
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