¿Y cuál es el tema que no parece haberse planteado y que es lógica y cronológicamente anterior al dilema euro sí o euro no? Pues acaso sea preguntarnos en qué condiciones podemos seguir en el euro e inquirir a nuestros socios si están dispuestos a establecerlas. En román paladino: ¿Quieren ustedes que sigamos en el euro sí o no? Y si es que sí, y a ambas partes interesa, ya pueden empezar con los eurobonos al 3.5% o con los hombres de negro vistiéndose de rosa-mariposa o con lo que sea, pero en las actuales condiciones no se puede seguir. Y si es que no, pues adiós muy buenas. Se quedan usías con el euro y retorno a la peseta, con devaluación de un 35 o 40% y a sudar. Pero como mínimo a sudar por algo más que pagar intereses de prima de riesgo. Una prima de riesgo que, ya que ese le llama así, podría dejar de ser de una vez un eufemismo y pasar correr lo que su nombre indica: un riesgo real. Ya habeis matado a la gallina; ahora veremos cuando y como podremos pagar, porque lo primero es lo primero, así que a la cola. Y no creo que esta vez vinieran los cien mil hijos de San Luis. ¿Verdad que no?
Ante todo este galimatías de despropósitos, no puedo evitar la evocación de algunos pasajes de aquella biblia moral del capitalismo que es Advises to a Young man who wants to become rich, de Benjamin Franklin. Trataban estos pasajes sobre la forma de ganarse uno la credibilidad –algo de lo que, desde luego, no estamos sobrados por aquí- y como ser tenido por alguien serio y cumplidor facilita que el prójimo esté dispuesto a prestarnos dinero. Serio y cumplidor, claro. Y eso no basta con decirlo, hay que demostrarlo y Franklin suministraba sabios consejos para parecerlo, en el bienentendido calvinista que uno es lo que parece que es.
Pero resulta que ni el prójimo ni, menos aún, eso que llaman los “mercados”, son tontos. Serán amorales y hasta inmorales, pero no tontos. ¿Qué pensaría un eventual prestamista de alguien que, a la vez que le pide dinero, está incumpliendo sus obligaciones económicas contraídas anteriormente con terceros? ¿O de alguien que en lugar de reducir gastos en su tren de vida se dedica a no pagar a sus empleados? ¿O acaso recortar arbitrariamente el sueldo de los funcionarios públicos no es un incumplimiento en toda regla?
¿Se fiarían ustedes de alguien que aceptara un préstamo bajo la condición de no pagar deudas anteriores con otros acreedores? ¿Quién nos aseguraba que algún día no fuéramos nosotros a ocupar el lugar de esos "otros"? Yo, desde luego, no me fiaría. Y los mercados parece que tampoco.
¿Se fiarían ustedes de alguien que aceptara un préstamo bajo la condición de no pagar deudas anteriores con otros acreedores? ¿Quién nos aseguraba que algún día no fuéramos nosotros a ocupar el lugar de esos "otros"? Yo, desde luego, no me fiaría. Y los mercados parece que tampoco.
Sí, ya sé, me dirán que son ajustes que exigen Europa y los “mercados”. Y que si nos dejan el dinero es precisamente con la condición de que no se les pague, por ejemplo, a los funcionarios lo que se les debe, pero sí que se les inyecte a los bancos para que puedan pagar sus deudas a unos acreedores que son los mismos que ahora me imponen estas condiciones, incluidos los incumplimientos; el alfa y omega del capital, vaya. Sí, todo esto ya lo sabemos.
Pero mi planteamiento no es económico, sino anterior a lo estrictamente económico. ¿Qué credibilidad le puede merecer a uno alguien que le pide dinero a la vez que está incumpliendo en sus pagos a terceros? Me parece que no mucha. Aunque tales incumplimientos sean el resultado de ponerse en primer tiempo de saludo y plegarse incondicionalmente a las exigencias de los mercados, los mismos que han de prestar el dinero; o precisamente por eso… Yo creo que precisamente por eso.
Tanta sumisión, tanto "loqueustediga" y tanto incumplimiento en forma de recorte, por más que vengan impuestos por el propio prestamista, son poco de fiar. Y eso, desde luego, no hace que uno se gane el respeto ni la credibilidad de nadie. Ni del que le presta dinero. Además es indigno.
Pero mi planteamiento no es económico, sino anterior a lo estrictamente económico. ¿Qué credibilidad le puede merecer a uno alguien que le pide dinero a la vez que está incumpliendo en sus pagos a terceros? Me parece que no mucha. Aunque tales incumplimientos sean el resultado de ponerse en primer tiempo de saludo y plegarse incondicionalmente a las exigencias de los mercados, los mismos que han de prestar el dinero; o precisamente por eso… Yo creo que precisamente por eso.
Tanta sumisión, tanto "loqueustediga" y tanto incumplimiento en forma de recorte, por más que vengan impuestos por el propio prestamista, son poco de fiar. Y eso, desde luego, no hace que uno se gane el respeto ni la credibilidad de nadie. Ni del que le presta dinero. Además es indigno.
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