En estas estamos. Claro que teniendo en cuenta nuestra endémica CEDH –Constante Española de Demora Histórica-, para cuando se haga algo será como siempre, tarde y mal.
También podemos expresarlo menos formalmente: al paso que vamos, o salimos del euro o nos echan. O nos intervienen hasta el corvejón, que es de lo que seguramente se trata. Porque es indiscutible que la actual situación no se puede aguantar por más tiempo. Nadie la podría aguantar. También está claro que las medidas que se han adoptado no están sirviendo para nada. Muy al contrario, están empeorando la situación y nos están sumiendo en un proceso de retroalimentación sin solución de continuidad. Si suben los impuestos, se reducen los salarios y aumenta el desempleo, baja el consumo. Y se recauda menos.
Luego, para cubrir el diferencial entre las estimaciones de recaudación y la recaudación efectiva, hay que endeudarse. Y como los “mercados” no lo ven nada claro, este endeudamiento se lleva a cabo en unas condiciones draconianas que hipotecan cualquier atisbo de recuperación. No hace falta ser economista para entenderlo. Es tan simple como si digo que con un patrimonio de 1000 euros y una deuda de 500, mi nivel de endeudamiento es del 50%. Pero si mi patrimonio se reduce a 500 euros, entonces mi nivel de endeudamiento pasa a ser del 100%. Y no digamos ya si para cubrir los plazos de esta deuda me he de endeudar nuevamente a intereses estratosféricos. Lo dicho, sin solución de continuidad, al menos bajo los parámetros en que se están moviendo el gobierno, la oposición y el Sursum Corda.
Porque a lo mejor el problema está en aquello que no existe, es decir, en un planteamiento general de base y un criterio claro sobre adónde vamos y adónde podemos plantearnos ir. Hay, en realidad, una cuestión previa a si salimos o no del euro, o si nos echan o nos dejan quedarnos, que no es exactamente lo mismo, y es en qué condiciones podemos y/o debemos quedarnos en el euro. Hombres de negro aparte. Un tema que nadie parece haberse planteado.
Lo que no se puede hacer, desde luego, es seguir con las quejas pacatas y los gimoteos lastimeros de nuestros (ir)responsables políticos, reprochándoles timoratamente a los mercados que no sepan apreciar los esfuerzos que están haciendo para someterse incondicionalmente a sus dictados. Ni con unas medidas que no pueden convencer a nadie, ya se trate de un tiburón financiero o de una sardina arruinada en el último eslabón de la cadena económico-alimentaria. Ver a este clónico de Chiquito de la Calzada que está a cargo de la economía lamentándose de la insensibilidad de los mercados me recuerda a Max Estrella, detenido en comisaría, exigiendo verse con el ministro. El esperpento, vamos.
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