¿Por qué
Inglaterra y no otra potencia? Pues porque no parece que pueda ser otro que la Gran Bretaña. Y fuera de Europa, acaso los EEUU. Empecemos por los norteamericanos.
Es cierto que por aquel entonces los yankees ya le tenían echado el ojo a Cuba, pero también lo es que Prim parecía llevar el tema con mucho tacto. Por un lado, estaba decidido a abolir la esclavitud y a dotar de autonomía política a la isla, conservando el mercado español pero abriéndose también al americano. Con estas dos medidas sorteaba las presiones abolicionistas de la opinión pública americana y daba pie a las inversiones y negocios de sus empresarios. Parece que Prim había barajado en algún momento la venta de Cuba a los EEUU, idea que luego desestimó. Al final, todo indica que su proyecto pasaba por una Cuba convertida en algo así como el Canadá español. Y esto no era algo que los americanos hubieran rechazado en 1870. Además, desde sus tiempos en los EEUU al salir de México, Prim era precisamente el interlocutor con los norteamericanos. Nada, pues, por este lado
De los
países europeos del momento con ciertos posibles, Alemania e Italia pueden
descartarse de entrada. Alemania, recién reunificada por entonces, porque no
tenía el menor interés en España. Prim le había ofrecido además la corona española
a un príncipe Hohenzollern. Este ofrecimiento hizo montar en cólera a Napoleón
III y poco después estallaba la guerra franco-prusiana. Italia, menos aún: el
rey finalmente elegido, Amadeo I, era hijo del rey italiano. Nos quedan Francia
e Inglaterra.
¿Qué decir
de Francia? Parece ser que Émile de Kératry, en nombre de la III República, le
había asegurado a Prim la posesión de Cuba y el
reconocimiento de la República española si se decidía a proclamarla, y a él
como presidente. Convencido de que la república no podía triunfar en España,
Prim rechazó la oferta sin que se supiera muy bien, tampoco, cuáles eran las
contrapartidas que pedía Francia.
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