En realidad,
esta fabulación sobre la participación de la Gran Bretaña en la
conspiración contra Prim surgió de la lectura de la novela de Gibson y converge con algo sabido, aunque no por ello menos
obviado: el régimen de la Restauración se diseñó desde Inglaterra y de acuerdo
con los intereses de Inglaterra. Desde 1815 España era, en cierto modo, un
protectorado británico. Eso sí, a diferencia de Portugal, cuyas colonias
estaban bajo el paraguas británico,
en el caso de España no había ni paraguas, ni compensación ni reciprocidad.
Sólo apertura unilateral de los mercados españoles a los productos ingleses.
Digamos pues, que nada importante se movía en España sin el placet,
explícito o implícito, de la Gran Bretaña. Recordemos brevemente la trama de Gibson.
Un periodista
irlandés que trabaja para un rotativo londinense de izquierdas, viaja a España
a finales de 1873 para investigar la muerte de Prim. Se dirige primero a
Sevilla y, de allí se traslada a Madrid. A lo largo del relato viaja también al
País Vasco francés, donde se entrevista con Paúl y Angulo. En todo momento
queda meridianamente claro que está siendo vigilado y seguido muy de cerca. Que
se está enfrentando a algo que trasciende de largo las posibilidades de un gran
periódico inglés que sí puede, sin embargo, a través de sus
"contactos transnacionales", localizar a Paúl y Angulo y concertar
una entrevista con él.
Dentro de la
trama novelesca de la obra, Gibson nos deja muy claro que desde el mismo
momento en que Boyd abandona Londres, en España están al corriente de ello y de
las intenciones que le traen. Más exactamente, están al corriente aquellos que
precisamente no desean el menor avance en las investigaciones sobre la muerte
de Prim. Lo que al principio pueden parecer encuentros más o menos casuales,
acaban no siéndolo y, al final, llevan al periodista a una muerte con apariencia
de accidente en una batida de caza en Doñana.
Entrando
ahora en la fabulación literaria de la trama argumentativa, nos podríamos
preguntar quién sería, o quiénes serían, según Gibson, los que advierten a los "encontradizos"
españoles de la llegada del periodista de izquierdas y de las
intenciones que llevaba. Admito que esto no lo plantea Gibson como
investigación histórica, sino como trama novelesca, pero ahí está en cualquier
caso. Luego ¿En quién está pensando?
No creo que
un hispanista de mérito como él esté pensando en algún tipo de servicios de
inteligencia españoles. Ni que
los serranistas o los montpensierianos tuvieran un servicio de información cuyos
tentáculos llegaran hasta los periódicos ingleses de izquierdas. No, desde luego
que no. Gibson nos está introduciendo por la puerta de la trama novelesca la posible
complicidad inglesa en la muerte de Prim.
Con ello, vamos a parar a la primera
tesis que defendía al principio de estas intervenciones: es imposible que una
conspiración de una envergadura tal como la que acabó con Prim se les pasara por
alto a los ingleses. Si
simplemente dejaron hacer o tuvieron una
participación más activa, también parece Gibson bastante explícito: en la novela queda claro que ha de haber en Londres alguien o algo nunca citado ni aludido que no desea que se sepa qué o quién
está detrás de la muerte de Prim.
Prosigamos pues con nuestra fabulación ¿Qué hubiera podido llevar a Inglaterra a acordar con Cánovas la eliminación de Prim?
Querido amigo: aparte de la decepción que me causó la obra de Gibson (esperaba más de un historiador que una novela)la tesis que apunta no es descabellada. En mi libro no entro en el tema dado que no fueron los ejecutores. Evidentemente sus intereses eran claros pero se sirvieron del "entorno" de Serrano "calentandoles" sus mentes en el sentido de que mientras estuviera Prim nada tenían que hacer. Pero insisto que las cosas hay que probarlas y esa tesis, siendo verosímil, es difícil de probar.
ResponEliminaAcaso sea imposible probarla. Pero hay algo que me parece incuestionable más allá, incluso, de su verosimilitud: su coherencia lógica. En la forma estrictamente especulativa que me he planteado el tema aquí, sólo puedo partir del presupuesto según el cual la historia tiene sentido, lo cual es, ciertamente, una premisa cuestionable. En realidad no me ha preocupado en ningún mmento el tema de los ejecutores, sino el del urdidor de la trama. Y para ello, he de partir necesariamente del criterio que todo este embrollo ha de tener un cierto sentido. Un saludo.
ResponEliminaIgualmente, llegar a una afirmación a partir de un proceso de eliminación del resto de posibilidades puede no ser rigurosamente concluyente, pero no por ello menos revelador. En cuanto a los ejecutores y el calentamiento de su entorno, totalmente de acuerdo. Un saludo.