Las cuatro próximas -y últimas- intervenciones sobre el tema del asesinato de Prim acaso le pareceran a alguno un dislate o, en el mejor de los casos, un divertimento. Son ciertamente una fabulación y, en este sentido, pieza separada con respecto a las entregas anteriores. Pero igualmente verosímil. Se
trata de considerar la posibilidad de intervención, por activa o por pasiva, de una potencia extranjera en la muerte
de Prim.
La historiografía española, tal vez por una cuestión ligada al pathos ibérico, siempre ha tendido a minimizar, incluso a obviar, la importancia que las intervenciones extranjeras han tenido en los derroteros de la historia de España. Sin embargo, ello no es óbice como para que los siglos XVI y XVII no se puedan entender sin la supeditación a la política centroeuropea que determinó el reinado de Carlos V. Que nombremos a este monarca por su numeración imperial ya es de por sí un hecho que debiera dar que pensar. Lo mismo se puede decir de la guerra de Sucesión y de la subordinación a la política francesa que acarreará durante todo el siglo XVIII en la España borbónica.
¿Qué decir del siglo XIX? Se inicia supeditado igualmente a Francia, ahora con nuevos mandatarios como resultado de la Revolución. La derrota de Napoleón y la intervención inglesa en territorio español para luchar contra los franceses, unido a la inmediatamente posterior pérdida de la mayoría de colonias americanas -ayudadas a su vez por la misma Inglaterra que era aliada formal y tuteladora de España- dejan al país sin lo poco de política propia que le quedaba. A partir de aquí todo será supeditación, ya sea en la órbita inglesa o, a veces según el caso, en la francesa. Los cien mil hijos de San Luis son sólo uno de los ejemplos más manifiestos, pero no el único. ¿Quién financiaba a los carlistas a la vez que les impedía tomar Bilbao o enviaba a la legión inglesa para evitar el colapso militar "cristino" a comienzos de la primera guerra ? ¿A quién pidió permiso O'Donell para declarar la guerra a Marruecos? ¿Quién ocupó la Conchinchina y entró en Saigón para regalársela a Francia, sin quedarse luego sin un acre de aquellos territorios?
La relación de subordinación española respecto a Francia y a Inglaterra no era oscilante, sino constante y en unos términos muy claros a lo largo de todo el siglo XIX. A Francia hay que procurar por todos los medios no enojarla; a Inglaterra, en cambio, simplemente hay que hacerle caso. Unas relaciones de naturaleza muy distinta que situaban a España como potencia de segundo orden directamente subordinada a la Gran Bretaña, que no protegida por ella; el detalle es importante.
La tesis que voy a defender a continuación es que en una conspiración tan amplia y compleja como la que se llevó a cabo contra Prim, es imposible que a los británicos se les pasara por alto. Otra cosa es que simplemente dejaran hacer o que participaran activamente. La primera parte de esta tesis nos la sugiere implícitamente el propio Ian Gibson en su obra "La Berlina de Prim". La segunda podría tal vez desvelarse si supiéramos cómo y quién levantó la hipoteca que Montpensier había contraído con la Banca Coutts.
La tesis que yo defenderé es que Prim se había convertido en un problema para Londres, y Cánovas les preparó la Restauración como recambio y garantía de seguridad (para sus negocios) y de estabilidad (para la política hegemónica británica en el Mediterráneo). La única contrapartida: el poder en un remedo de parlamentarismo que asegurara, a su vez, el caciquismo y el secular retraso español, lo cual era un negocio para muchos, especialmente los ingleses. Dicho en otras palabras: apertura de mercado a los productos birtánicos y ni hablar de proteccionismo económico.
La historiografía española, tal vez por una cuestión ligada al pathos ibérico, siempre ha tendido a minimizar, incluso a obviar, la importancia que las intervenciones extranjeras han tenido en los derroteros de la historia de España. Sin embargo, ello no es óbice como para que los siglos XVI y XVII no se puedan entender sin la supeditación a la política centroeuropea que determinó el reinado de Carlos V. Que nombremos a este monarca por su numeración imperial ya es de por sí un hecho que debiera dar que pensar. Lo mismo se puede decir de la guerra de Sucesión y de la subordinación a la política francesa que acarreará durante todo el siglo XVIII en la España borbónica.
¿Qué decir del siglo XIX? Se inicia supeditado igualmente a Francia, ahora con nuevos mandatarios como resultado de la Revolución. La derrota de Napoleón y la intervención inglesa en territorio español para luchar contra los franceses, unido a la inmediatamente posterior pérdida de la mayoría de colonias americanas -ayudadas a su vez por la misma Inglaterra que era aliada formal y tuteladora de España- dejan al país sin lo poco de política propia que le quedaba. A partir de aquí todo será supeditación, ya sea en la órbita inglesa o, a veces según el caso, en la francesa. Los cien mil hijos de San Luis son sólo uno de los ejemplos más manifiestos, pero no el único. ¿Quién financiaba a los carlistas a la vez que les impedía tomar Bilbao o enviaba a la legión inglesa para evitar el colapso militar "cristino" a comienzos de la primera guerra ? ¿A quién pidió permiso O'Donell para declarar la guerra a Marruecos? ¿Quién ocupó la Conchinchina y entró en Saigón para regalársela a Francia, sin quedarse luego sin un acre de aquellos territorios?
La relación de subordinación española respecto a Francia y a Inglaterra no era oscilante, sino constante y en unos términos muy claros a lo largo de todo el siglo XIX. A Francia hay que procurar por todos los medios no enojarla; a Inglaterra, en cambio, simplemente hay que hacerle caso. Unas relaciones de naturaleza muy distinta que situaban a España como potencia de segundo orden directamente subordinada a la Gran Bretaña, que no protegida por ella; el detalle es importante.
La tesis que voy a defender a continuación es que en una conspiración tan amplia y compleja como la que se llevó a cabo contra Prim, es imposible que a los británicos se les pasara por alto. Otra cosa es que simplemente dejaran hacer o que participaran activamente. La primera parte de esta tesis nos la sugiere implícitamente el propio Ian Gibson en su obra "La Berlina de Prim". La segunda podría tal vez desvelarse si supiéramos cómo y quién levantó la hipoteca que Montpensier había contraído con la Banca Coutts.
La tesis que yo defenderé es que Prim se había convertido en un problema para Londres, y Cánovas les preparó la Restauración como recambio y garantía de seguridad (para sus negocios) y de estabilidad (para la política hegemónica británica en el Mediterráneo). La única contrapartida: el poder en un remedo de parlamentarismo que asegurara, a su vez, el caciquismo y el secular retraso español, lo cual era un negocio para muchos, especialmente los ingleses. Dicho en otras palabras: apertura de mercado a los productos birtánicos y ni hablar de proteccionismo económico.
Podrá parecer un desatino, pero quien tenga curiosidad, que siga leyendo.
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