No es que uno se
sienta especialmente entusiasmado por la LOMCE, pero tampoco puede compartir la
mayoría de críticas ramplonas que se le han dirigido. Y si reparamos en el "pequeño" detalle de que sus más furibundos
críticos son, en muchos casos, responsables directos de la catástrofe educativa
en que estamos sumidos y que ha ya malogrado a unas cuantas cohortes
generacionales, entonces es que la cosa es de juzgado de guardia.
Para empezar, la
LOMCE es, en aquello que tiene de positiva, una ley timorata que se queda en
soluciones a medias. En sus aspectos más negativos, huele a la vez a incienso y
a tecnocratismo ramplón. Pero hay dos aspectos cuya oportunidad no se puede negar.
El primero es el establecimiento de itinerarios académicos reglados a partir de
3º de la ESO o de los 15 años y la creación de una FP básica; el segundo, las
pruebas externas de grado –conocidas también como “reválidas”- que se establecen como
requisito para obtener el título de la ESO y de Bachillerato, respectivamente.
Y de este segundo aspecto vamos a hablar hoy.
“Reválidas” de
Bachillerato las hay prácticamente en toda Europa; como las hubo aquí hasta que
el franquismo las suprimió –decir que la “Reválida” es franquista es toda una
mostración del nivel discursivo de quien haga tal afirmación-. Así que no debe ser tan mala
práctica esa de las pruebas externas si países mucho más avanzados que el
nuestro –no sólo en aspectos educativos-, como Alemania, Francia o Italia las
mantienen. En el caso de Italia, por ejemplo, con pruebas orales y escritas.
Ahora bien, no nos
engañemos, una prueba de graduación externa no garantiza nada per se, ya que sólo es una constatación
de la (mala) salud del sistema educativo. Y para saber que el sistema educativo
está tràgicamente deteriorado, bastaría con echarles un vistazo a los
resultados de las pruebas PISA o con preguntarle a cualquier docente que no
haya estudiado bajo el yugo de la LOGSE y que no viva de ella. ¿Por qué, entonces, insisto en que se
trata de una medida absolutamente necesaria? La respuesta se encuentra en los
males congénitos y, sobre todo, en los adquiridos, del sistema educativo actual. En los espabiladillos y listillos que viven del sistema, vaya.
(Continuará)
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