Seguía
uno todavía perplejo ante las deficiencias estéticas aducidas por
Artur Mas en lo concerniente a la legalidad de los contratos del tema
Palau y su presunta no esteticidad, cuando una nueva noticia me da la
pista de, como mínimo, cuál podría ser el modelo ético subyacente
a tan problemática estética. Aparece hoy en El País: el número
dos de la sanidad catalana -un tal Josep Mª Padrosa- contrata con
firmas que él mismo representa. De momento son 14 millones de euros.
Y
aquí sí que ya de forma definitiva, creo que hemos dado con el
modelo estético al que apuntaba Mas. Resulta que el número dos de
la sanidad catalana, en su calidad de cargo público, contrata a
empresas de las cuales él es el apoderado. Estéticamente es
impecable. Le podríamos llamar el modelo Juan Palomo, yo me lo
guiso yo me lo como. ¿Pero cuál
es el modelo ético subyacente a tal estética?
Veamos. En cualquier país civilizado,
algo así levantaría un escándalo descomunal y la inevitable cadena
de dimisiones se habría producido de inmediato. Y muy posiblemente
alguno daría con sus huesos en la cárcel. Que un cargo público se
esté enriqueciendo adjudicándose a si mismo contratos, no sé si será
ético para el señor Mas, pero desde luego que es una auténtica
indecencia, de la cual, por cierto, él es el responable último.
Pero en Cataluña no pasará nada. Al contrario. Y viniendo de donde
viene la noticia, seguro que se dirá que forma parte de la ofensiva
españolista destinada a dinamitar el proceso soberanista.
Pero volvamos a la pregunta anterior.
¿Cuál puede ser el modelo ético que subyace a la construcción y
gestión de las estructuras de estado para el futuro país
independiente? En principio, podríamos hablar, simple y llanamente,
de una ética del choriceo. Pero me temo que se ha llegado ya a unos
extremos de delirio que permiten suponer que no existe por parte de
los chorizos metidos a patriotas catalanes la menor consciencia de
culpabilidad. Estoy convencido de que se creen con derecho a hacerlo.
Y por eso acaso diría Mas que es ético, pero quizás no estético.
El
sentido patrimonialista con que estos tipejos abordan la indistinción
entre lo público y lo privado en provecho propio ,no es una simple
ética del choriceo, como sería, por ejemplo, el caso de Bárcenas o
tantos otros; no, es algo mucho peor y mucho más arraigado, tanto en
su ethos y como en su
pathos; es algo mucho más profundo: es su forma de entender el
futuro estado independiente catalán que dicen estar construyendo.
Es, en definitiva, su forma de entender Cataluña.
Un modelo fundado en la más profunda convicción de que Cataluña es suya. Es un modelo preilustrado y clientelista con claras reminiscencias feudalizantes en el cual un grupo de chorizos patrióticos se atribuye el derecho ancestral a disponer para su provecho del país que se han inventado. No es simple choriceo, sino algo muy sofisticado. Es el cleptopatriotismo. ¡Hay que joderse!
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