El segundo problema es,
claro, el problema del receptor. En tanto que discente, el alumno es el
destinatario de los contenidos transmitidos por el emisor, es decir, el
docente. Vamos a dejar ahora de lado el problema anterior del emisor, y supongamos
que, efectivamente, no hay ningún problema de pérdida de contenidos en que un
profesor de filosofía imparta sus clases sobre Platón en inglés. Muy bien. Pero
¿y el receptor? ¿Qué pasa con los alumnos?
Una vez más, hemos de
resaltar el pequeño detalle de que ninguna de las lenguas que se hablan por las
Españas, ni siquiera el LAPAO, es el inglés ni se le asemeja remotamente, más
allá de su pertenencia a la común matriz indoeuropea, con la excepción del
euskera y, acaso -lo ignoro- el supracitado LAPAO. Vamos a imaginar incluso que tuviéramos
el sistema educativo casi perfecto del supuesto sobre el que bromeábamos en la tercera
entrega. Es decir, un supuesto hipotético en el cual, excepto en el caso del
inglés, el sistema educativo funciona y nuestros alumnos son, en todo el resto
de materias, los primeros de los informes PISA con tres cuerpos de ventaja
sobre los segundos. En inglés estarían, por alguna rareza acaso genética, al
mismo nivel que están actualmente, es decir, deplorable.
Aun así ¿Cómo se puede
pretender que aprehendan los mismos
contenidos en una lengua que no les es en absoluto familiar y en la cual, en
cualquier caso, nunca se podrán expresar ni entender como en la(s) suya(s)
propia(s)? ¿Pretendemos acaso que aprendan la misma biología o la misma
filosofía, y en el mismo tiempo, si se les imparten las clases en inglés? Si
alguien sostiene esta pretensión, siento decirlo así, es que no ha entendido
nada... o que no le importa qué aprendan y cuánto.
Alguien podría argumentar
que no se trata de empezar a soltarles las clases de física en inglés de buenas
a primeras. Que el proceso ha de ser gradual y que, debidamente llevado a cabo,
el alumno de Torrelodones puede plantarse con 10 o 12 años teniendo sin problemas
el inglés como segunda lengua. Vana e ilusa pretensión. Porque esto puede sin
duda ser así... si estuvieran viviendo en Inglaterra, pero no si viven en
Torrelodones. Esta pretensión es tan absurda como la de ciertos métodos de
enseñanza de idiomas extranjeros que pretenden que adultos o niños aprendan
esta lengua de forma «natural», sin previos conocimientos de gramática o muy
rudimentarios, como la aprenderían si estuvieran viviendo en Chelsea. Una vez
más, el problema es que no están viviendo en Chelsea; si lo hicieren, puede que
entonces que no necesitaren ir a una academia de inglés. Al menos según tan
vanguardistas métodos.
Hay gente que necesita un
baño de realidad urgente, a ver si se sacan de encima el hedor pedagógico y las
estupideces que le son propias. ¿Alguien puede imaginarse de verdad una clase
de filosofía en inglés a alumnos de nuestro primero de bachillerato, o de
historia a los de tercero de ESO? ¿Es que realmente no se han enterado del
deplorable estado de nuestro sistema educativo?
Cada vez que oigo a algún
político cantar las bondades de implantar el inglés como una lengua vehicular
más del sistema educativo, no puedo evitar que surja la duda: ¿Es un imbécil o
es un cínico?
Tal vez ambas, Xavier, cínico e imbécil a partes iguales, reparto equitativo en ambos hemisferios cerebrales. Enhorabuena por la saga sobre el "bilingüismo pedorro" (con perdón). Coincido plenamente en todo y me permito, humildad de English teacher por delante, sugerir que el factor más determinante para aprender una lengua extranjera recibe el nombre de "voluntad". En el bando receptor, por supuesto. Sin eso no hay nada.
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