Para unos es la noche del
fuego y de los petardos, de las verbenas y del jolgorio, ésta del solsticio de
verano, la más corta del año, que la onomástica cristiana situó como el día de
San Juan; una antigua fiesta pagana asimilada por el cristianismo. Para mí
siempre será, por encima de todo, el día de Eratóstenes. En un día como mañana
de hace más de veintidós siglos, este griego genial determinó por primera vez
el perímetro de la Tierra con un error mínimo, de unos 70 km, sobre las
estimaciones actuales.
Eratóstenes vivió entre el
276 y el 194 a.C. Fue durante muchos años el director de la biblioteca de Alejandría
y debió ser alguien excepcional incluso para una época excepcional como la
suya. Astrónomo, matemático, lógico, óptico, filósofo y poeta, fue además vencedor
en su juventud de las cinco pruebas de los Juegos Olímpicos, por lo que se le
conoció con el sobrenombre de Pentathlos.
Según la tradición, al quedarse ciego con ochenta y dos años, decidió morir
de inanición porque consideró que en semejante estado no le valía la pena vivir.
Entre sus muchos descubrimientos
tenemos la criba de
Eratóstenes, un algoritmo para detectar números primos; el establecimiento
del ángulo y el arco de la eclíptica y el intervalo entre los trópicos; la esfera
armilar; el calendario de 365 días anuales y uno de 366 cada cuatro, conocido
como calendario juliano y «casi» como
el nuestro actual, conocido como gregoriano; el primer reloj solar... También
escribió tratados sobre la comedia ática, la obra homérica, de filosofía moral,
de lógica, óptica... Pero lo que le hizo más famoso fue la determinación del tamaño
y perímetro de la Tierra.
En la ciudad egipcia de Siene
-hoy Asuán-, había un pozo en el fondo del cual el Sol se reflejaba
perpendicularmente el día del solsticio de verano y los objetos verticales no
proyectaban sombra alguna durante este día.
Esto significaba que la ciudad estaba situada sobre la línea del trópico
y que su latitud era la misma que la de la eclíptica. Eratóstenes asumió que Siene
se encontraba exactamente al sur de Alejandría, con lo cual si determinaba la
distancia exacta entre ambas ciudades y medía el ángulo de inclinación del Sol
en Alejandría el mismo día que este se proyectaba verticalmente en Siene, podría
obtener la longitud del arco, su ángulo y, a partir de ahí, el perímetro de la
Tierra.
Es cierto que cometió varias
imprecisiones. Siene no estaba exactamente al sur de Alejandría ni tampoco
justo en la eclíptica; la distancia medida o estimada entre ambas ciudades
tampoco era exacta. Finalmente, consideró que la Tierra era una esfera perfecta
y que, por lo tanto, cada grado de latitud se correspondía con un arco
idéntico, lo cual tampoco es así. Curiosamente, sin embargo, todas estas
imprecisiones se compensaron mutuamente entre ellas, anulándose en gran medida,
y el resultado fue de una precisión sorprendente para los medios de la época.
Unos 150 años después,
Posidonio hizo un nuevo cálculo tomando como referencia la posición de Canopus
y el arco estimado desde Rodas y Alejandría, respectivamente. Como resultado
obtuvo un perímetro de la circunferencia terrestre sensiblemente menor que el
de Eratóstenes. Ptolomeo adoptó las estimaciones de Posidonio y en esta
diferencia podría hallarse el motivo de la polémica entre Cristóbal Colón y los
sabios de Salamanca, cuando el primero creía posible el viaje a las Indias por
occidente, según las estimaciones de Ptolomeo, mientras los segundos lo
juzgaban imposible, basándose en las de Eratóstenes.
Geográficamente tenían razón
los helmáticos basados en Eratóstenes, pero lo que no sabían era que América
estaba en medio de la ruta. Evidentemente, Colón nunca hubiera llegado a las
Indias por occidente. Otra cosa es si su pretensión era llegar verdaderamente a
la Indias o si sabía que había algo en medio. Hay indicios para pensar, tanto
que sí como que no. Pero de esto ya hablaremos, en todo caso, otro día.
Baste por hoy con este
humilde homenaje a Eratóstenes, en la vigilia del día en que, siglos atrás,
llevó a cabo su admirable proeza. Para mí, el 24 de junio será siempre el día
de Eratóstenes.
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