En Chipre nació Afrodita
-Venus, para los romanos-, según nos cuenta la leyenda. Y en Chipre ha decidido Frau Merkel aplicar el primer corralito de la historia en la eurozona.
De momento ha hecho marcha atrás ante las presiones de Putin, poco dispuesto a
que la mafia rusa se pille allí los dedos. Tanto lo primero como lo segundo, exigir un corralito y dar marcha atrás, son
síntomas altamente preocupantes.
No es ahora el momento de
discutir si Chipre debía entrar en la eurozona o no. Lo cierto es que si
debe tanto dinero debe ser porque alguien se lo prestó. Y haría negocio. Y como
no le parece a uno que los bancos alemanes sean las hermanitas de la caridad,
se supone que lo harían bajo una previsión de beneficios. De modo que si ahora resulta
que calcularon mal, pues que asuman su parte de riesgo. Pero lo de jugar a
rescatar para que en realidad recuperen su dinero robándoles sus ahorros a los
ciudadanos, es mucho peor que una broma de mal gusto. Es una canallada que,
además, sentaría un precedente de consecuencias imprevisibles.
La verdad, uno empieza a
entender porque los alemanes han perdido tantas guerras mundiales. A la que
asoman la cabeza, acaban cayéndoles mal a todo el mundo. Diríase que sirven
para locomotora, pero no para maquinistas.
Con la pretensión de imponer
un primer corralito, no sólo se está
imponiendo un estado de cosas que cada vez se parece más a la ley del oeste con
sus sheriffs macarras a lo Whyat Earp,
sus pistoleros matones y chulescos... y su "Juez de la horca", sino
que se vulnera de lleno el espíritu y la letra de la carta fundacional de la
Unión Europea que propició la creación del euro. Y con todo ello, las dudas en
todos los ámbitos -"mercados"
incluidos- parecen convertir las incertidumbres en palmarias certezas.
De momento, parece que quien
lo ha detenido es Putin. Toda una metáfora.
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