Esta es la pregunta que me
asalta desde que se divulgó la entrevista secreta entre los señores Artur Mas y
Mariano Rajoy. Porque no es exactamente lo
mismo una cosa que la otra, aunque pueda parecerlo y hasta en determinados
ámbitos se utilicen ambas locuciones indistintamente. Y en el caso que nos
ocupa, está claro que la primera referiría a un replanteamiento de las propias
posiciones, acaso abandonándolas o renunciando a ellas implícitamente, lo cual
metafóricamente expresaríamos como un retorno a las posiciones anteriores en
el orden del tiempo. La segunda, a su vez, nos remitiría a la sensación también
metafórica, pero con analogías más sincrónicas que diacrónicas, en el orden de las
vivencias, que puede producir la primera. En román paladino: que ya
escuece en ERC.
A lo mejor no es ni una cosa
ni la otra, sino simplemente lo que en catalán llamamos "fer marrada". Una expresión, ésta, de difícil traducción
al castellano. Literalmente sería el recorrido que sigue un bucle, algo así
como "dar un rodeo", pero más bien en el sentido de "corregir el
tiro" sobre la marcha. Eventualidad nada descartable, sobre todo si éste
te ha salido por la culata. Es decir, un replanteamiento que no es un plan
B, sino un gesto forzado ante la
perspectiva de un escenario sin solución de continuidad como en el que se ha
metido Mas con su aventura soberanista.
Sea como fuere, hay algunos
aspectos de los que parece que se han tratado en esta reunión que indican
claramente un enfriamiento de las veleidades independentistas. Precisamente por
ello el "tribuno" Turull, con un semblante cariacontecido, se esforzó
en recordar que no ceden un ápice en sus aspiraciones al referéndum. Lo que no
dijo es si dichas aspiraciones volverán a empaquetarse como género
literario/sentimental o si permanecerán inalterables en ámbito de la acción
política. Pero algo debe haber si tenemos en cuenta el contexto, por un lado, y
los sarpullidos que ha producido en forma de declaraciones entre algunos de los
más conspicuos compañeros de viaje.
En lo referente al contexto,
parece evidente que ante la insostenible situación económica en que se encuentra
la Generalitat de Catalunya, tanto
por méritos propios como ajenos, el propio Mas se ha percatado, o alguien le ha
hecho percatarse, de que la estrategia de la tensión está llegando a un impasse que amenaza con fecha de caducidad
a la vista. No puedes estar recortando a diestro y siniestro y pretender a la
vez que los «recortados» sigan tragándose indefinidamente la milonga de que "tota la culpa és de Madrid".
Hasta la estupidez humana tiene sus límites. Tampoco, en otro orden de cosas,
los escándalos de corrupción entre los mismos próceres patrios invitan a ciegas
adscripciones. Malos tiempos para la épica...
Ignoro si habrá caído en la
cuenta de que una estrategia de tensión siempre favorece al más fuerte, y que
acaso no calibró bien sus propias fuerzas, ni las del independentismo en
general, antes de emprender la aventura hacia unos derroteros que evocan
claramente el origen de dicho término, pero podría inferirse de lo que hasta ahora
se sabe de la reunión que ha mantenido con Rajoy. En fin, errare humanum est, como decían los clásicos. En cualquier caso, y si realmente lo es, bienvenido sea el retorno al sentido común, al seny.
Pero claro, después de tanta
rauxa, de tanto temperamentalismo, la
vuelta al seny deja a algunos en
fuera de juego -me pregunto si también a él- y ante el más que
previsible rasgado de vestiduras que escenificará ERC, el escenario que se le
presenta a CIU es bastante complicado. Por un lado, ha soliviantado a sus
propias bases con un irredentismo que no se correspondía con su idiosincrasia,
acaso presente como dotación genético-sentimental, pero con escasa disposición, más allá de la mera testimonialidad, a embarcarse en
tan incierta singladura; por el otro, su propia clientela más genuinamente independentista
migró a ERC en las últimas elecciones que él mismo había convocado anticipadamente
para conseguir, Mas dixit, una mayoría excepcional. Con tan
escasas alforjas, su posición de debilidad, agravada por el pacto que le pone
en manos de la verdadera conciencia independentista que es ERC, parece fuera de
toda discusión.
Como era de esperar, ERC no
ha interpretado este último gesto como una maniobra táctica. Y ello no sólo
porque constitutivamente anden faltos de la misma, sino porque a la
sensación de coitus interruptus que
les sobreviene se añade la sospecha, o la
certeza, de que aquí hay cuerno.
¿Será así realmente? No lo
sé, desde luego. Pero las noticias que hoy aparecen en los medios insinúan que
CIU se está planteando una "diversificación" de alianzas
parlamentarias, que incluirían al PSC y, de bajo mano, para salvar la cara, incluso al PP. La contrapartida parece clara.
Si todo esto es así, el
problema será ahora lidiar con las expectativas frustradas de los que habrán
sentido la marcha atrás como un coitus
interruptus. En cualquier caso, lo dicho: si se trata de una vuelta al
sentido común, bienvenida sea. El tiempo nos lo dirá...
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