Un amable seguidor de este blog que me ruega no publique su participación, me escribe para comentarme sobre "Estado o no Estado, he ahí el dilema", intervención que califica de "jeremíaca". Añade que estas visiones catastrofistas son más propias de otros tiempos y que no tienen otra función que la de infundir falsos miedos en un pueblo que mayoritariamente ha decidido llevar a cabo su destino por la vía pacífica, sin ningún tipo de violencia. Una prueba de que mi visión es sesgada y apuesta claramente por el "unionismo"(sic), la tendríamos en mi "ingenua" visión del Estado y la artificiosa(sic) distinción que establezco entre dicho Estado y el nacionalismo español de los "chicharros". Si fuera solamente algo más objetivo, prosigue, debería yo reconocer que el Estado siempre, desde hace trescientos años, ha sido el instrumento del nacionalismo español. Cortésmente concluye despidiéndose y cortésmente le saludo mientras procedo a contestarle.
En primer lugar, lo de "jeremíaco" me parece fuera de lugar. El profeta Jeremías anunciaba a su pueblo unos desastres en forma de castigo divino por haber olvidado a Yaveh, que en revancha, les olvidaría a ellos y les abandonaría a los invasores extranjeros que iban a reducirles a la esclavitud. Estamos hablando de los rudimentos de toda una teología de la historia, así que mucho cuidado con lo que afirmamos.
Yo me limitaba a decir precisamente lo contrario. La consecución del objetivo que los independentistas persiguen, la independencia de Cataluña, sólo tienen una posibilidad de conseguirlo, y es que el Estado muerda el anzuelo y acabe copado por "chicharros" que le den rienda suelta a lo que les pide el cuerpo hacia Cataluña. Visto desde la perspectiva independentista, lo que estoy diciendo no sería jeremíaco, sino más bien mosaico: hay una dura travesía del desierto tras la cual está el paraíso del independentista. Que pueda no gustar que la gente sepa cómo va a ser esta travesía del Sinaí, esto sería, en todo caso, harina de otro costal.
Pero es lo que hay. De modo que, se mire como se mire, de jeremíaco nada. Y ya puestos a añadir, diré que me horroriza pensar en el modelo de una Cataluña independiente controlada por los falsos profetas que nos están vendiendo este viaje y las trescientas familias que hay detrás. Sí, lo siento, a mí hablenme de modelos económicos y sociales y de derechos; no de patrias, que ya me conozco el percal.
Lo de mi "ingenua" visión del Estado, he de admitir de entrada que és lógico que él lo vea así. En realidad está incidiendo en la médula espinal del victimismo que da pábulo al discurso legitimador del independentismo. Pero mucho me temo que es más bien el nacionalismo catálán el que tiene una visión ingenua y muy poco elaborada de lo que es el Estado. No ya el Estado español o el que sea, sino que hay carencias categoriales serias que producen un grave dèficit en la concepción de la propia noción de Estado. Alguna otra vez he hablado de esto. No se puede pensar "El Corte Inglés" o "Zara" con las categorías propias de un "botiguer" para su "botiga". Y con ello no digo que el "botiguer" no pueda llegar nunca a gerente del Corte Inglés o de Zara -al contrario, ocurrió en ambos casos-, sino que si el botiguer los piensa con el aparato categorial propio de su "botiga", no entenderá nada, con todo lo que ello conlleva.
En lo relativo a la vía pacífica y a la renuncia explícita a cualquier tipo de violencia para conseguir el sin embargo irrenunciable objetivo de la independencia, sólo puedo objetar que esto no es algo que dependa de uno de los bandos. Pensar como válida una declaración unilateral de renuncia a la violencia es mucho peor que una ingenuidad, es una declaración de crasa ignorancia histórica. O de pusilanimidad.
Nunca he dicho que el Estado español -ni ningún otro- sea un modelo angelical. Si lo dijera, o más aún, si lo pretendiese, entonces estaría incurriendo en el error que denunciaba dos párrafos más arriba. Estaría aplicando categorías propias de las esferas de lo singular o lo particular, a la del universal. Tampoco he negado nunca que haya serios problemas que los catalanes hemos de resolver con el Estado español, ya sean de financiación, de estructura territorial o de lo que sea. Pero si pensamos que lo vamos a resolver abriendo procesos soberanistas dirigidos por falsos profetas -yo también sé evocar la Biblia- estamos apañados.
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