Sorprenden de entrada los paralelismos entre las muertes
de Prim y de Kennedy: la intuición de que una poderosa urdimbre estaba detrás
de ambos magnicidios; la torpeza de las respectivos sistemas policiales y
judiciales; la sospechosa eliminación de supuestos sicarios y la desaparición,
como si se los hubiera tragado la faz de la tierra, de otros; la sospecha de
que los poderes del Estado se dedicaron a obstruir las investigaciones; la
creencia popular según la cual en ambos casos se conocía la verdad por parte de
los altos poderes Estado, una verdad que estaba ocultándose … Incluso en el
terreno de la anécdota histórica, resulta que en ambos casos se intentó
echarles la culpa a los cubanos.
Pero aquí se acaban los paralelismos. Estamos
probablemente, en ambos casos, ante una conspiración de Estado que tuvo como
consecuencia la muerte violenta del primer mandatario de la Nación; unas
muertes no resueltas policialmente. Pero lo mismo que, de ser así, explicaría en el
caso de Kennedy que aún hoy, casi cincuenta años después, no se haya resuelto
el caso, es precisamente lo mismo que en el caso de Prim no resulta explicable,
y ahí aparece la primera gran diferencia.
Porque si el asesinato de Kennedy fue una conspiración de
Estado, ésta se dio dentro de un régimen que sigue siendo el mismo cincuenta
años después. Cabría por lo tanto pensar que las mismas razones por las cuales
no se desveló en su momento siguen valiendo hoy como secreto de Estado.
En el caso de Prim es todo lo
contrario. En los EEUU no se ha producido ningún cambio de régimen desde la
independencia de Inglaterra; en España los ha habido a decenas y de todos los
colores en este mismo periodo de tiempo. Así por ejemplo, la razón fundamental
que en la novela de Gibbon mueve al periodista Boyd a apresurar su viaje, es
precisamente la inminencia de un cambio de régimen. Era sensato suponer que
tras una restauración borbónica, el interés por resolver el asesinato de Prim
iba a entibiarse mucho. Como efectivamente fue. ¿Pero sólo la Restauración
canovista no tenía demasiado interés en perseverar en el caso Prim?
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