dissabte, 17 d’octubre del 2015

HIJOS DE LA LOGSE



Rayanas en la cuarentena están ya las vanguardias de las generaciones que han sido escolarizadas con la LOGSE. Y se nota, cómo no iba a notarse. Un amigo me comentaba no hace mucho que en primero de ingeniería de la Complutense hay estudiantes con problemas para entender el sistema métrico decimal. Y sabía de lo que hablaba. Sí, ya sé que los antilogse somos cada vez menos y muy pesados, además de poco imaginativos y de seguir firmemente persuadidos de que Astronomía y Astrología no son disciplinas equiparables, ni cuestión de opiniones o creencias igualmente respetables; de que la primera es una ciencia y la segunda una superchería; de que una cosa es el respeto personal y otra el intelectual, y que el hecho de que toda persona sea de entrada respetable no implica que lo haya de ser también todo lo que diga o crea.

También llevamos años denunciando que no son hechos independientes que, por un lado, cada vez haya más gente que crea en supercherías y que, por el otro, la ciudadanía esté más domeñada y manipulada por políticos a su vez más inescrupulosos y analfabetos, sino relacionados entre sí y consecuencia del creciente nivel de aculturación e ignorancia que se da entre la población. Y que igual que el turista medio no está viajado ni aunque haya dado cien veces la vuelta al mundo, el hiperespecialista sin formación cultural general, ignorante incluso de ramas paralelas a las de su propia especialidad, es la antesala a la barbarie que ya denunciaba Ortega en los años veinte del siglo pasado.

Y que todo esto es en gran medida el resultado de un sistema educativo hecho a la medida de una sociedad cortoplacista y sumida en el aquí y ahora de la más burda inmediatez, que se enorgullece y regodea de su ramplonería y la eleva a la categoría de virtud. Y que la formación cultural básica que ha de dotar a una persona de capacidad de discernimiento y criterio, no es en sí lo que uno adquiere en la universidad –donde en todo caso se amplia y profundiza en ámbitos de elección propia-, sino a lo largo de proceso de instrucción que uno recibe en Primaria y en Secundaria, la antigua enseñanza media.

¿Y a cuento de qué viene todo esto? Se preguntarán… Pues de dos noticias que, si bien merecerían un tratamiento separado, pienso que están íntimamente relacionadas. Al menos para un jeremíaco antilogsiano como un servidor, y no me resisto a citarlas en un mismo post bajo este genérico título de «Hijos de la LOGSE». Ustedes verán.

La primera la pueden leer aquí. Si es verdad o no es un extremo que no puedo garantizar, pero sí su verosimilitud. Cierto también que no es como para sorprenderse tanto si tenemos en cuenta que, hace ya un tiempo, se destapó el escándalo de la prueba de cultura general en las oposiciones a maestro de Primaria en Madrid, con «graduados» respondiendo que el Ebro el Tajo y el Guadalquivir pasaban por Madrid –eso es centralismo y lo demás, tonterías-, que gallina era un mamífero o que el palabro «disertación» significa dividir un todo en partes más pequeñas. ¿Lo recuerdan, verdad? Pues bien, si por entonces quedaba el consuelo de que, al menos en Madrid, y dado el carácter eliminatorio de esta prueba, semejantes orates nunca superarían unas oposiciones, ahora resulta que ya los tenemos dentro. Claro que, bien pensado, lo de incorporar la «h» a «echar» puede que esté relacionado con las nuevas tendencias de la ortografía natural –por cierto, una contradictio in termini-, porque si no ¿A qué venía que nos tuvieran que decir aquello de que del verbo «echar» lo primero que había que echar era la «h»? Por algo sería ¿o no?

Luego van apareciendo padres escandalizados por la condición ignorante de los maestros de sus hijos, como pueden constatar si siguen el enlace de más arriba. Con docentes escribiendo observaciones en los exámenes de sus alumnos «kon» «desaprobechadas» oportunidades de haber disimulado su ignorancia. Pero tiene razón Pérez-Reverte, el problema no son estos maestros o profesores orates, sino el sistema. Un sistema que no les exigió ni les enseñó, y que luego se escandaliza cuando se hace pública su ignaridad. Muy especialmente porque se haga pública, que es lo único que importa.

Y la verdad les diré. En mi opinión lo extraño es que estas cosas no ocurran con más frecuencia. Porque vamos a ver. Si es la misma condición de «padre» que se indigna con las faltas de ortografía de un maestro, la que luego exige que se le apruebe a su hijo un examen en blanco. O el sistema que favorece que un instituto que decida aprobar a todo quisqui porque si no el alumnado se va al del barrio de al lado porque allí impera el aprobado general, o tantas otras cosas… entonces ¿de qué nos sorprendemos? ¿De qué nos escandalizamos?

Pues no crean, siempre hay razones para sorprenderse. Y si no, lean esta extraordinaria noticia. ¿Qué? ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo? Pues les voy a contar una cosa. Algo que me ocurrió en Madrid, debe hacer aún no un par de años, y de lo que Alberto, nuestro profesor Atticus, fue también testigo. Verán.

Teníamos una reunión en el Ministerio de Educación y Cultura, solicitada por SPES, la Federación de sindicatos de secundaria española, para tratar de convencer al director general de turno del dislate que suponía el proyecto de decreto de especialidades que por entonces estaba pergeñando el ínclito Wert, actualmente de luna de miel pagada en la OCDE, en agradecimiento por los servicios prestados.

Tal vez fuera porque, al ser un viernes por la tarde, en el edificio del ministerio no había prácticamente ni dios y el conserje estuviera aburrido, o por cualquier otra razón, el caso es que el hombre estaba particularmente comunicativo, y mientras nos preparaban las acreditaciones para acceder al interior del edificio, empezó a hablarnos. Tenía toda la pinta de ser un hombre que llevaba trabajando allí un porrón de años. Tantos que muy probablemente consideraba que el ministerio era suyo, no sin parte de razón si atendemos a que los conserjes de toda la vida acostumbran a ser fijos –y auténticos señores del edificio que campan a sus anchas por sus dominios-, mientras que los ministros y su séquito de cargos y carguetes son interinos que están sólo de paso. Prosigamos.

El hombre estaba indignado y nos estaba explicando las razones de su enojo con un tono algo vesánico, pero también con cierto gracejo. Como ya sabrán ustedes, el por entonces ministro Wert era un gran aficionado al oprobio tenido por fiesta nacional que son las corridas de toros. Y como aficionado a la tauromaquia y en la convicción de que semejante salvajada es «cultura», decidió darles cobijo a los toreros en el sacrosanto edificio del ministerio, habilitándoles una sección para que se reunieran y dispusieran. ¡Toreros en el Ministerio de Educación! Esta era la razón de la indignación del conserje: la profanación del edificio del saber por los toreros. ¿Por qué no se reunían en otro sitio? ¿Por qué precisamente aquí? Se exclamaba no sin cierta socarronería. Otro nostálgico demodé, pensé. Y a continuación me planteé si tenía demasiado sentido que, ante tal tesitura, fuéramos a intentar convencer a todo un ministerio de que empresariales y filosofía son disciplinas distintas no intercambiables, y que un profesor de Biología no tiene por qué saber dibujo. Que lo de la polivalencia curricular era un camelo...

Ahora ya tendrá que callarse definitivamente. Él y todos los que pensamos como él, so pena de ser arrojados a las tinieblas exteriores. No sólo los toros son «cultura», sino que van a tener su propio ciclo formativo de Formación Profesional en nuestro sistema educativo reglado para que aquellos alumnos que lo deseen, puedan aprender el noble oficio de torero en las debidas condiciones de calidad y con titulación homologada. Y ya puestos a hacer, no veo por qué no se introduce también como una modalidad de bachillerato; hace mucho tiempo que ya no merece tal nombre.

Si es que ya les digo, eso de ser anti-LOGSE es muy poco trenddy. Por eso caemos cada día más antipáticos con nuestras jeremíadas. Y es que ni la Religión es lo que era. Seguro que ni los que eligen tal materia saben quién fue Jeremías. Y tampoco nadie sabrá, claro, si tenía razón con sus reproches y si acertó con las calamidades que anunciaba.
El último que apague la luz.

3 comentaris:

  1. La ignorancia ultrasatisfecha y el docilismo ciudadano se relacionan con más fuerza que la x y la y. A propósito de antilogsianos, si ad+ nos declaramos furibundos anti ebook y escépticos de la Galaxia Tic 2.0, entonces sí que se nos mira con condescendencia , como al yayo cascarrabias. En fin, O tempura, o amores... Acerca de la ortografía: Nunca olvidaré esa Fe de herratas con la que una venerable publicación educativa española confesaba sus gazapos del número anterior. ¿Acaso un duende irónico en tan sesuda e imprescindible publicación? Y para acabar, ¿por qué no una Fp de tertulianos arbitristas?

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  2. Martín, Martín, está la cosa para dar ideas... Xavier, estupendo el artículo. Con permiso, me lo llevo y lo difundo (igual que el siguiente). Un abrazo.

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  3. El "con" lo tiene bien escrito, míralo bien, tampoco nos pasemos
    ;-)

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