diumenge, 4 d’octubre del 2015

¡A POR LAS CUP!

 


Ahora van a por las CUP, formación que está siendo sometida a la misma presión mediática que en su momento se ejerció sobre ERC, y que concluyó con la bajada de pantalones de Junqueras ante Mas, la lista conjunta y la pérdida entre ambos de diez diputados, yugulando, de paso, las expectativas de crecimiento de ERC y neutralizándola sin solución de continuidad. Ahora, tras el fracaso del invento «Junts per Mas», se está conminando a las CUP para que arrimen el hombro. Y como se hacen los remolones, la campaña mediática ha empezado.

Es la misma modelo de presión a que fue sometida ERC en su momento para salvar a Mas, la que se cierne ahora sobre las CUP. Con ERC les salió bien la jugada, y ahora tratan de repetirla. Además, si la cosa funciona, hay premio con regalo: de paso, se cargan a las CUP. Según me cuentan, los más proclives a tragar son los exdiputados, los tres que no han repetido. Y esto es un serio inconveniente para Mas y los suyos, porque ha dado al traste con la laboriosa tarea de domesticación y adocenamiento que pacientemente se había llevado a cabo, por si las moscas, durante los últimos tres años; es decir, por si acaso algún día fueran necesarios sus servicios. Pero, cosas del asambleísmo, resulta que van y no repiten porque las bases eligieron a otros. Y ya la tenemos liada. La nueva dirección de las CUP no parece que de momento esté por la labor, pero igual que en ERC había quintacolumnistas –que se lo pregunten a Junqueras si no-, los hay también en las CUP, y ya han empezado a mover sus fichas.

Aunque muchos los consideren una panda de descerebrados, lo que no se les puede negar a las CUP, al menos hasta ahora, es su coherencia; algo, por cierto, muy inusual en política. Otra cosa son sus propuestas, con las que se puede coincidir o no, desde la salida de los Països Catalans de la UE, de España y del euro, hasta su anticapitalismo más bien ramplón, pasando por la presidencia coral de la Generalitat. Pero aquí no estamos hablando de su discurso, sino de su coherencia. Entendieron estas elecciones como un plebiscito y dijeron en su momento que no apoyarían una declaración de independencia si las opciones independentistas no alcanzaban más del 50% de votos, y se mantienen en ello. Dijeron igualmente que no apoyarían la investidura de Mas como presidente, ni la de nadie que estuviera relacionado con los recortes y la corrupción, y lo están manteniendo también.

La incógnita es si resistirán la presión. A juzgar por sus nuevos dirigentes, que uno ve por ahora más preparados que a los anteriores, se diría que, aparentemente al menos, son más bien poco proclives a componendas y mercadeos, se diría que sí. También su carácter asambleario hace más difícil este tipo de prácticas. Pero ya digo, la presión será fortísima, y no sólo la externa, con todo el lobby independentista poniéndolos en el punto de mira, sino también la interna a través de los quintacolumnistas, que están empezando ya a tener una presencia mediática claramente tendenciosa.  No sólo Mas se está jugando su supervivencia política, también la casta adherida al poder desde hace treinta años y el propio lobby que configura el aparato propagandístico del independentismo se están jugando en cierto modo su supervivencia. O al menos su continuidad en las mismas condiciones que hasta ahora.

Que ERC sucumbiera a la presión era más que previsible; la sumisión al amo está en su código genético, y con esta finalidad fue refundada, aupada y empesebrada en su momento por Jordi Pujol. Pero el caso de las CUP es muy distinto. Son antisistema, anticapitalistas, asamblearios, antieuropeos, antiamericanos y, también, independentistas. Su ADN no es el de los infelices de ERC, ni tampoco es homologable con la izquierda abertzale vasca, sino que más bien entroncaría con la tradición libertaria que tanto arraigo tuvo en su momento en Cataluña; pasada, esto sí, por el tamiz del independentismo. Pero me atrevería incluso a decir que no son nacionalistas, al menos en la medida que no encaja en los parámetros clásicos de la ideología nacionalista. El Estado español es para ellos la quintaesencia de la opresión burguesa y de clase, la encarnación del capitalismo global y explotador. Que como se come esto de ser independentista y no nacionalista, o a santo de qué asocian la liberación nacional con la emancipación de clase, es algo que habría que preguntárselo, en todo caso, a ellos. Pero está muy claro que se trata de algo muy distinto a la mentalidad pequeño burguesa del arquetípico botiguer de ERC, o del empresario del capitalismo de amiguetes de Convergencia.

En este sentido, las CUP son una verruga que la ha salido al independentismo, una rara avis con la cual ahora les toca lidiar a los de siempre si quieren salvar los muebles. La maniobra es la misma que se realizó con ERC, pero las CUP no son ERC. Tampoco tengo demasiadas dudas de que, si la maniobra fracasa, se intentará recurrir al tamayazo. Y una cosa sí tengo bastante clara. Si por cualesquiera procedimientos –exceptuando, quizás, el tamayazo- las CUP acaban, aun parcialmente, en el redil del Sr. Mas y facilitan su investidura, será su fin. Una parte se iría con toda probabilidad a Podemos, y la otra se diluiría en el independentismo oficial. Ya veremos…

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