dijous, 22 d’octubre del 2015

PSOEZ «EDU.0/18»: PROUESTA DE MEDIDAS DE ACOMPAÑAMIENTO

 
 
 
 
 
              
 
Como ya podrán suponer los lectores más avispados, «EDU.0/18» es el lema que sugiero para la PSOEZ propuesta de escolarización obligatoria desde los cero hasta los dieciocho años. Como eslogan, suena la mar de molón.

Se trata de una medida cuya aplicación presenta una serie de retos a los cuales el sistema educativo debe saber adaptarse. Como ciudadano responsable y preocupado por la educación, me permito presentar una serie de propuestas de acompañamiento a esta medida, que someto al juicio de los expertos para que, aprovechando la fecunda experiencia de la LOGSE, se obtengan resultados similares, pero más consolidados, si cabe, en el tramo de edad 16/18, en consonancia con el espíritu de los obtenidos en todos los tramos inferiores con su implantación. Propongo para ello una drástica modificación de los planes de estudio hasta ahora vigentes, para que se implemente una nueva dinámica que nos blinde ante la eventualidad de cualquier vuelta atrás.

1.- PROPUESTA DE NUEVO PLAN DE ESTUDIOS:

PARA EDUCACIÓN INFANTIL: Queda como hasta ahora. Susceptible a extenderse hasta los cero años de edad. Las aulas deberían habilitarse en las mismas salas maternales, bajo supervisión de expertos pedagogos, para que los recién nacidos no experimenten ningún transtorno adaptativo del claustro materno al aular, pero puedan desarrollar libremente sus impulsos naturales bajo la benévola observación de acreditados expertos.

PARA EDUCACIÓN PRIMARIA: Se extiende desde 6 hasta los 14 años, incorporando 7º y 8º a los seis cursos actuales, respectivamente en los tramos de edad 12/13 y 13/14 años. Los objetivos de la etapa se mantienen invariables, pero aplicados ahora a un recorrido de 6 años, que facilitará su mejor adquisición y consolidación entre el alumnado.

PARA EDUCACIÓN SECUNDARIA OBLIGATORIA (ESO): Se mantiene en cuatro años, pero desplazándose del tramo de edad 12/16 al más razonable 14/18. Los objetivos se mantienen también invariables, pero desplazados a un universo de alumnado de dos años más de edad. El título de Graduado en ESO facultará para acceder a la Universidad. Prohibidos los exámenes y repeticiones de curso. Para favorecer el desarrollo de la autorresponsabilidad y el espíritu crítico, el alumno se autoevaluará y evaluará su nivel de satisfacción con el profesor. Tendrá efectos vinculantes.

PARA EDUCACIÓN SECUNDARIA POSTOBLIGATORIA:

FORMACIÓN PROFESIONAL: 1 o 2 años, según (banderillero o picador, por ejemplo, uno; diestro matador, dos). En el caso de los estudios de tauromaquia reseñados como ejemplo, se propone la supresión del término «matador», por razones de corrección política, y dejarlo en «diestro» o «torero», con la debida incorporación de los femeninos diestra, torera, picadora y banderillera.

BACHILLERATO: Queda suprimido, pero la titulación de Bachiller seguirá existiendo, adjudicada como acompañamiento al título de graduado en ESO, es decir, a todo el mundo.

 2.- VALORACIONES Y REFLEXIONES:
En la etapa postobligatoria,  teníamos hasta hoy el Bachillerato (de dos exesivos años), y la Formación Profesional (uno, en algunos casos dos). La extensión de la ESO hasta los 18 requiere de una profunda transformación de ambos estudios postobligatorios, cuya complejidad aconseja su reducción en aras a su simplificación, siempre buena si aporta innovación. Una reducción que se compensa con creces con la escolarización universal hasta los 18 años, con la cual se garantiza la equidad más que en ningún otro país del mundo. Se garantiza también la imposibilidad intelectual de percepción de cualquier diferencia.

En el ámbito de la Formación Profesional, urge la introducción de nuevas familias profesionales con creciente demanda social que requiere de la debida y diversificada oferta que dé cumplimiento y satisfacción a las expectativas de tales demandas. El sistema educativo no puede vivir al margen de la sociedad y hay que dignificar de una vez la FP. La eliminación material del Bachillerato puede coadyuvar a ello, pero es preciso que se evite la reaparición de la diferencia entre las distintas familias profesionales. Para ello deberán estudiarse las correspondientes medidas igualadoras.

En este sentido, la nueva familia profesional de la «Tauromaquia», con la debida titulación reglada de la figuras profesionales de banderillero, picador y diestro, no ha de ser sino un avance de lo que realmente deberá marcar el futuro de la Formación Profesional en el país, adecuándola a sus necesidades y requerimientos. Se está estudiando también la introducción de nuevas familias profesionales representativas de actividades ampliamente constatadas, hoy en una suerte de limbo educativo, como «Prostitución» (hetero y homo), o «camello». Y también una nueva especialidad estrella de la nueva FP: «Paraduría», que prepararía para el oficio de parado o desempleado, el más extendido, sin que hasta ahora haya sido objeto de la debida formación para ejercerlo.

Para las especialidades «clásicas» de la FP –electrónica, mecánica, administrativo, técnico informático etc-, y con el fin de evitar el resurgimiento del nefando espíritu elitista que caracterizaba al anterior sistema educativo, se recomienda que de la FP dual se pase a la FP integral; es decir, que se lleve a cabo íntegramente en las empresas del gremio que corresponda, como en la Edad Media. ¿O no funcionaba por entonces bien la cosa y sin sobresaltos?

En lo referente al Bachillerato, su supresión se recomienda encarecidamente dada su manifiesta falta de encaje y sentido en el nuevo marco educativo. Por un lado, sus contenidos curriculares, distribuidos en especialidades, son anacrónicos y contrarios a las nuevas tendencias educativas. Las especialidades son una cosa de los siglos XIX y XX, y consecuencia, a su vez, de los nefastos siglos XVII (la Revolución científica) y XVIII (la Ilustración). Lo que se enseñaba en el Bachillerato, además, ya está hoy en día en internet.
Es también recomendable que la lengua vehicular sea en todas las etapas el inglés, muy especialmente en sus ricas y variadas e inagotables modalidades de «slang». Se contratará para ello personal nativo debidamente acreditado, como estibadores portuarios, camioneros, albañiles y camareros de pubs, «eastenders» preferentemente. Se ha comprobado que el dominio de la lengua inglesa en su variante culta incita a veleidades intelectuales y elitistas cuya aparición hay que evitar para el bien de la igualdad.

Por el otro lado, las exigencias de la especialización en el mundo universitario moderno, carecen de relación con los contenidos genéricos propios del clásico currículo del antiguo Bachillerato, «explicado» por licenciados universitarios –fracasados, además, porque no consiguieron «conectarse» como profesores  de Universidad, y tuvieron que limitarse a ganar unas oposiciones-, sin preparación pedagógica y carentes por completo de inteligencia emocional, que sólo entienden de exámenes y de aprobados o suspensos, empeñados en la obsoleta dicotomía según la cual hay una respuesta correcta y el resto son incorrectas, e ignorando altivamente hechos constatables como que los alumnos de hoy en día saben más de la vida que ellos, que habiendo calculadoras y correctores automáticos carece de sentido saberse las tablas de multiplicar o disponer de rudimentos de ortografía, o que el conocimiento que no se olvida es el que no se aprendió, con lo cual ya no se podrá decir que la mayoría de cosas que a uno le enseñaron en la escuela las olvida luego.

Y una última razón en favor de la supresión del Bachillerato, ésta para reticentes obsesivos. No se puede retrasar más la edad de acceso a la Universidad. Allí ya pagarán de lo lindo los que vayan y se compensará así, parcialmente, el incremento de gasto que comporta la escolarización hasta los 18, que para eso está la privada concertada. Y los que quieran aprender algo, pues que paguen. Además, la Universidad fue siempre cosa de ricos ¿no? Pues que vayan ellos. Y que inventen ellos.

Hay también un efecto colateral altamente positivo que hace aún más deseable tal medida. La escolarización obligatoria hasta los 18 acarreará un cambio legislativo que reducirá el universo de la población activa en dos años, con el consiguiente impacto en las estadísticas del paro, para regocijo de ministros o consejeros de economía, y de políticos de toda ralea en general. Al menos durante los dos primeros años, podrán proclamar altaneramente que el paro está bajando. ¿Qué más se puede pedir?

Sí, algo más. Ya puestos en ello, y enardecido al calor del entusiasmo por la propuesta del PSOE y sus salvíficos efectos, uno hasta estaba por sugerir la reimplantación del servicio militar obligatorio de dos años, con los cual, también al menos durante los dos primeros, las estadísticas del paro bajarían ostensiblemente. Pero como esta medida sería impopular, podría substituirse por algún tipo de voluntariado «obligatorio» de la misma duración en alguna ONG. Sí, es una contradicción, pero qué más da. Los afectados no estarían en condiciones de percibirlo…

Y fíjense ustedes, dos y dos, cuatro. Cuatro años de vertiginoso descenso del paro; justo el periodo de una legislatura. Reelección asegurada para otros cuatro años; ocho en total. No estaría mal ¿no?
Y luego, claro, el diluvio ¿pero a quién puede importarle esto?

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