Las condiciones económicas
que Alemania está imponiendo a países como Grecia, Portugal, Italia o España
son más duras que las que se le impusieron a la propia Alemania después de su
derrota en la Segunda Guerra Mundial. Y aquí no hay Plan Marshall. No estaría
de más que lo tuviera en cuenta de vez en cuando esa señora con memoria
histórica de pez antes de impartir lecciones de moral luterana y de austeridad.
No sé como hubiera podido
ser la Unión Europea bajo otras circunstancias, pero lo cierto es que la de hoy
es la de los mercaderes. Una simple unión monetaria sin autoridad política pensada exclusivamente para negocio de los bancos. El Banco Central
Europeo no presta dinero a los Estados, sino a los bancos particulares. Algo
inédito en cualquier otro lugar del mundo, ya sea Liberia o los Estados Unidos.
Y un euro sobrevalorado porque le interesa a Alemania, que dicta la política monetaria
que más le conviene y que así puede comprar a precio de saldo el Lebensraum que tantas veces había
intentado en vano conquistar militarmente.
Nadie está libre de culpa en
esta crisis, pero las acusaciones de gandules y despilfarradores que, implícita
y explícitamente, se vierten contra los países meridionales son, cuando menos,
cínicas. Sí, es verdad que aquí la corrupción ha campado a sus anchas sin el
menor escrúpulo, pero también lo es que el gran negocio lo han hecho los
alemanes. O sus bancos, para ser más exactos.
Para empezar, habría que
recordar que ni en los peores tiempos de ZP la deuda pública española fue un
problema. Con ello no estoy justificando ni las corruptelas ni el putiferio que
se organizó con los astronómicos dispendios de ayuntamientos corruptos e
irresponsables, de autonomías delirantes y de un estado decrépito reconvertido
en inmobiliaria. Pero aún así, España no tenía un problema de deuda pública. No
debemos olvidarlo, sobre todo ahora que se le exige y se le impone a la cosa
pública una dieta de adelgazamiento que, sin más, lleva a la pura y
simple muerte por desnutrición. El problema vino por la deuda privada. Esa
deuda que se está enjuagando con dinero
público, generando una deuda soberana que, ahora sí, ha alcanzado niveles
insostenibles.
Lo de siempre, los
beneficios de los bancos cuando las vacas gordas, son para ellos, y el Estado
que simplemente deje hacer; pero sus pérdidas cuando llegan las vacas flacas,
entonces sí, que venga el Estado y les inyecte dinero público. Eso es el libre
mercado: la ley del más fuerte.
No sé si, como dice Revilla,
habrá vida más allá del euro. Lo que sí sé es que dentro del euro, no. A los
únicos que les interesa el euro hoy en día es a los alemanes, por eso seguimos
en él... sin solución de continuidad. Y encima la nibelunga rugiendo como la marabunta.
Magnífica reflexión, querido Xavier. La foto es una maravilla de síntesis.
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