Desde
“Vora la platja” nos complace anunciar la institución de los
premios “babero de oro”.
Al igual que otrora se nos anunció
que un fantasma recorría Europa, hoy recorre las Españas campando a
sus anchas y arraigando hasta las trancas un no menos terrorífico
espectro, más pertinaz que la caspa, con la secular impunidad de
que han gozado siempre por estos pagos la estulticia, la ramplonería,
el fanatismo, la intolerancia, la envidia, la contumacia y la
insolente osadía de la ignorancia. Un espantajo, habría que decir
en realidad, que como el Ave Fénix resurge fatalmente de sus
cenizas, como la hidra reproduce multiplicadas cada una de sus
cabezas seccionadas... O como el diablo, cuya mejor trampa es
convencernos de que no existe, pero siempre reaparece.
El “babero de oro” se instituye
como legítimo y merecido reconocimiento a todos aquellos sujetos,
individuales o colectivos, que mediante algún acto público que les
haga acreedores a tal merecimiento, puedan ser considerados, sin
sombra alguna de duda, como genuinos e insignes “tontos de baba”.
Un galardón simbólico que les permitirá, no menos simbólicamente,
asearse de sus estultas excrecencias.
Los criterios de adjudicación serán
objetivos y no deberán obedecer jamás a motivo alguno de
discriminación por razones de lengua, ideología, clase social,
origen territorial, sexo o cualesquiera otros que pudieran
interpretarse como trato de favor a un candidato frente a otros, o a
una acto fundante frente a otros.
Asimismo, “babero de oro” no juzga
ni prejuzga una trayectoria determinada, sino que entiende sobre un
acto fundante notoriamente merecedor del más olímpico de los
desdenes y revelador de la catadura intelectual del galardonado, osea
su inequívoca condición de tonto de baba.
No se considerarán, por lo tanto y
bajo ningún concepto, las valoraciones y consideraciones morales que
determinadas acciones puedan inevitablemente incorporar, ni los
juicios morales que éstas pudieren insoslayablemente acarrear. Sólo
se considerará pues, y sin más, la condición estulta que
intelectualmente resulte inherente al acto fundante objeto de
consideración.
Anunciamos la próxima apertura de una
sección denominada “Galería de baberos de oro”, donde los
galardonados con tal mérito constarán junto al acto fundante que
les ha hecho acreedores a tal distinción.
La concesión de los premios “babero
de oro” no está sujeta a periodicidad ni secuencia temporal
alguna. Cada vez que un acto fundante se considere como eventual
merecedor al “babero de oro”, se valorará debidamente y, si
procede, se adjudicará. En el más que probable supuesto de que la
inevitable concurrencia fuerce un proceso de selección, el dictamen
será inapelable y ningún preseleccionado podrá reclamar derecho
alguno al premio.
Se aceptará la inclusión de
candidatos al “babero de oro” por parte de los pacientes lectores
de “Vora la platja”, siempre con la debida salvaguarda que, de
acuerdo con estos estatutos, compete a este blog en lo tocante a la
eventual concesión del galardón. “Vora la platja” se reserva
también el derecho a, en caso de duda, publicar en este mismo blog
un “babómetro” a fin de que los pacientes seguidores de este
blog puedan votar a su tonto de baba favorito.
Se excluye explícitamente la
concesión retrospectiva de cualquier “babero de oro”. La
inclusión de este precepto obedece exclusivamente al inabarcable
volumen de trabajo que la extraordinaria profusión de tontos de baba
entre los personajes públicos del país inevitablemente requeriría.
Ello no obstante, y en atención al
entrañable acto fundante, ya muy lejano en el tiempo, que
desencadenó la concepción y gestación del “babero de oro”
ejerciendo de auténtica fuente de inspiración, se procede,
excepcionalmente, a nombrar “babero de oro honorífico” y
auténtico “Primus inter baberus aureus” al
Subcomisario Amedo
en la consideración y reconocimiento
que merece el siguiente acto fundante:
Con motivo de una viaje cuyo objetivo era la contratación de un sicario portugués por parte de los servicios de inteligencia (SIC) de la policía española, y alojado en un hotel donde se cerró el trato, pagó la factura de su habitación con su tarjeta de crédito personal. Al parecer, se había fundido el metálico destinado al pago en un casino el día antes.
¡Bravo! Aguardo impaciente el nombre del siguiente a(¿des?)graciado con el babero de oro. Con tal cantidad de candidaturas, me figuro que la selección será dificultosa, así que suerte al jurado, que la va a necesitar.
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