dijous, 23 de maig del 2013

¿RELIGIÓN O CULTURA RELIGIOSA?


Que a estas alturas de la película estemos todavía polemizando sobre la presencia de la religión en los planes de estudios es una clara muestra de la inmadurez cultural en que sigue inmerso este país. A derecha y a izquierda, por supuesto. Y es también un arma arrojadiza que entretiene a las respectivas parroquias mientras los verdaderos problemas siguen ahí enquistados sin que nadie muestre la menor disposición a, como mínimo, afrontarlos. En cualquier caso, y estando de moda el tema debido a la ley Wert, vayamos pues a por el tema: ¿que pasa con la religión en los programas de estudio?

Si bien el debate sobre la presencia o no de la religión en los curricula académicos es un síntoma de inmadurez cultural y una cortina de humo para desviar la atención de los auténticos problemas, no es por ello menos cierto que a su vez atestigua la grosera concepción que tienen, tanto la derecha como la izquierda, no sólo de lo que debe ser la enseñanza, sino también sobre el hecho religioso mismo. Porque una cosa es profesar una determinada religión, lo cual es un hecho individual entendido como la opción personal por un determinado credo, y otra muy distinta la religión como hecho cultural. Curiosamente, ni unos ni otros parecen reparar en este “pequeño” detalle.

Para la derecha confesional -la única que existe en España-, la presencia de la religión en los planes de estudio se entiende como la impartición de una determinada doctrina. Es decir, las clases de religión son en realidad clases de evangelización que, con mayor o menor fortuna, se llevan a cabo en centro públicos, al menos teóricamente aconfesionales, con profesorado nombrado directamente por el arzobispado de turno. En resumen, para la derecha, la religión en la escuela está para impartir doctrina.


En el caso de la izquierda, por su parte, hay que distinguir entre los planos teórico y práctico, por cierto, en franca contradicción. Por un lado, su posición testimonial sería contraria a la presencia de la religión en los planes de estudio, pero en la práctica, fue precisamente el PSOE quien entronizó la presencia de la religión en las aulas. Con matices tales como que no cuente a la hora de calcular la media en el expediente académico, pero impartida como una asignatura más y por personal nombrado por la Iglesia. Es decir, el Estado paga y la Iglesia adoctrina. Desde el plano teórico, y según el lugar del espectro en que nos situemos, el planteamiento iría desde la desaparición de cualquier contenido religioso en los curricula académicos, hasta la consideración de que la información sobre el hecho religioso ya puede encontrarse en los contenidos de materias como la Filosofía o la Historia. Que se trata de una posición algo esquizoide es evidente, ya que se postula una cosa y se practica otra. Pero ya se sabe, estamos hablando de la izquierda española, en el supuesto de que haya algo digno de tal nombre.

Y como no podía ser de otra manera, cada vez que se produce el relevo político y los recién llegados proceden a impulsar la enésima reforma educativa, la religión se convierte en el chivo expiatorio de unos y otros. Los unos, religión como impartición de doctrina, los otros, desaparición de cualquier contenido religioso.

Que esto se dé en una sociedad democrática bajo un estado de derecho constitucionalmente aconfesional es ciertamente patético. Pero que tanto unos como otros sólo entiendan la religión como impartición de doctrina, es intelectualmente descorazonador. Y eso sin entrar en las religiones “laicas” que de vez en cuando se sacan de la manga, como la famosa “Educación para la ciudadanía”.


En realidad, parece que ni derecha ni izquierda saben disitnguir entre lo que sería, por un lado, la adscricpión a un determinado credo religioso, una opción individual sin mayor trascendencia en un Estado aconfesional, y lo que, por el otro, es el fenómeno religioso como hecho cultural. La triste y cruda verdad es que, hoy en día, ni los alumnos que estudian religión, ni los que no, tienen las menores nociones, por ejemplo, de Historia Sagrada. Y en una sociedad occidental, como la nuestra, cuyo substrato cultural se fundamenta en la tradición grecorromana y en la judeocristiana, es imposible entender nada sin unas mínimas nociones sobre qué es el cristianismo y sus producciones a lo largo de la historia.

Huelga decirlo, pero insistiré en ello. No me estoy refiriendo a los contenidos de fe propios de confesión católica adoptados como credo personal, sino al cristianismo como fenómeno histórico y cultural. Y no sólo no podríamos entender la metafísica occidental, la ciencia moderna o nuestra propia historia, “cosas” que alguien acaso podría considerar propias de un intelectualismo “prescindible”, sino a mucho más, porque allí se encuentra la base, o una buena parte de la base que constituye el acervo cultural de las sociedades occidentales. Negarlo es tan grosero como sostener hoy en día que los fósiles marinos que encontramos en el Pirineo son conchas arrojadas por los peregrinos compostelanos.


Sin unas mínimas nociones del cristianismo como hecho religioso no podemos entender la pintura occidental -¿Qué nos diría el cuadro de la Anunciación?-, la música sacra, una catedral gótica o tantas otras cosas. A esto se le llama estar aculturizado, y precisamente esto es lo que les ocurre a las generaciones que se han “educado” bajo la LOGSE, hayan escogido o no la materia de religión.


El problema de la religión no es que cuente o no a la hora de hacer la media académica, sino que las alternativas sean impartirla como catequésis, como sostienen los meapilas, o su erradicación, como postula cierto laicismo grosero tan arraigado en la izquierda como los meapilas lo están en la derecha. Y claro, así nos va.

1 comentari:

  1. Y hay algo más triste, Xavier, porque el sectarismo de los políticos ya no sorprende a casi nadie, pero que en la propia sociedad los que más ruido meten sean o meapilas o matacuras...con lo fácil que es entender, primero, que las creencias son una cosa y los conocimientos otra y, segundo, que en una escuela pública solo deberían caber los segundos. En tu artículo (espléndido) queda muy bien reflejada la distinción, dentro de la propia Religión, de lo que sí encaja dentro del concepto "conocimientos" y lo que no. En efecto, como bien dices, la cuestión es que hay especialistas que podrían abordar con rigor los aspectos culturales, artísticos, filosóficos o históricos de la Religión, especialistas que, además, han accedido a la docencia mediante oposición y no por designio del Obispado. Lo demás, la doctrina, los dogmas, las creencias, absolutamente respetables (las mías, las tuyas, y las de quienes no las tengan) deben quedar para la escuela privada y no sufragarse con dinero público. De cajón de pato, que diría aquel.

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