Llenaste mis tardes de domingo en
una edad cuyos años ya no recuerdo, con tus alias “Kim Tarao” y “Cristobalito
Gazmoño”. Y pude reconocerte hasta en “Los últimos de Filipinas”. Te perdí de
vista luego muchos, muchísimos años; no es que no te viera, es que no te miraba,
hasta la saga “torrentina”. ¡Qué gran
actor fuiste, coño!
Del gimnasio a la casacampo, y de la casacampo al gimnasio. Ese
era el lema de “Kim Tarao”, un boxeador metido a caricato que había acabado
como su apellido indicaba. De Cristobalito, mejor que lo dejemos correr, hay
tantos hoy que igual... eso, dejémoslo.
Me duele mucho que te hayas ido,
Toni, Kim, Cristobalito... Y puestos a
citar tránsitos recientes, los “payasos de la tele” me pillaron de
protorevolucionario –exiliados anticastristas algunos- y a JR Ewing solo le vi
alguna vez en el antiguo UHF –ya me sobraba por entonces el “proto”- y lo de matar live a un perro bajo los azotes de Lola Gaos –que en paz descanse- para
que los “Furtivos” aparentaran serlo de verdad, pues me pareció una atrocidad. Qué te diré.
Tú, en cambio, siempre modesto en tu grandeza,
como mi inolvidable “Locomotoro”, apacentaste muchas tardes de unos tiempos
cuyo provecho ahora empiezo a entender.
Sólo puedo decirte lo que siempre
se me ocurre en estos casos, y siempre de verdad: ¡HASTA SIEMPRE! Gracias, muchas gracias por los momentos me
hiciste pasar.
Pocos se lo merecen tanto como tú.
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