Si
Roma no paga a traidores y ya sabemos quiénes son, la pregunta
es ¿quién es Roma? ¿Quién se encuentra en la cúspide del asesinato de Prim? Y
como siempre: Qui podest?
Por
estas páginas han pasado la práctica totalidad de los implicados con cierto nivel de relevancia en
la muerte de Prim. Falta citar a algunos elementos menores, o no tan menores,
pero que en ningún caso serían ni los paganos ni los cerebros, sino simples
ejecutores.
Algunos incluso parece que estén allí para desorientar, tema muy
a propósito, evocando a Valle Inclán.
¿Quién
salió directamente beneficiado con la muerte de Prim?
No
fue Montpensier. Si una vez tuvo alguna oportunidad de convertirse en rey de
España, fue fugazmente y el duelo con muerte del 12 de marzo de 1870 enterró
sus aspiraciones junto con el cadáver del Borbón Don Enrique.
Siguió
insistiendo y conspirando aun a sabiendas de que no iba a ser aceptado, ni en España
ni en Europa. Gastó dinero a espuertas comprando periodistas y periódicos enteros,
diputados y generales. Todo en vano. El naranjero,
como se le conocía en Sevilla, o el "combien?", su apodo entre los libreros de Madrid, no invirtió bien los beneficios obtenidos con la
venta de las naranjas de San Telmo.
En
la votación del 16 de noviembre de 1870 sque e realizó en el Congreso para elegir
al que iba a ser el nuevo rey de España, de 311 votos depositados, los
resultados fueron los siguientes:
En blanco.....................................................19
votos
Luisa Fernanda de Borbón..............................1
voto
Alfonso de Borbón (futuro Alfonso
XII)..........2 votos
Espartero........................................................8
votos
Antonio de
Orleans( Montpensier)................27 votos
República
española.......................................63 votos
Amadeo de
Saboya.....................................191 votos
27 votos de 311 no es mucho, que digamos. Si
además tenemos en cuenta que habían sido comprados a precio de orillo, Montpensier
acababa de culminar uno de los negocios más ruinosos de la historia, y con una
hipoteca de 5.5 millones de pesetas por levantar.
Que
Montpensier tuvo mucho que ver parece fuera de toda duda. Que alguien le
utilizó, también. Ya fuera azuzando su odio y ansias de venganza; ya fuera, más prosaicamente, induciéndole
a pensar que todavía le quedaba alguna oportunidad de serlo. En cualquiera de los
dos casos, Montpensier no pasó de mero edecán. Poco empaque para alguien que
aspira a ser rey, aunque sea de España. Su muerte, al sobrevenirle un ataque de
apoplejía mientras estaba cazando patos, es toda una metáfora. Y hasta un
atisbo de justicia histórica. Sic transit
gloria mundi, Montpensier, sic
transit gloria mundi.
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