¿Qué
decir de Francisco Serrano y Domínguez, el general «bonito», llamado así por su carácter presumido y sus
amores con una Isabel II aún adolescente?
Ambicioso
y de lealtades más bien tibias, cambió de bando varias veces a lo largo de su vida.
Dejó a Espartero por Narváez, quien a su vez le alejó de la alcoba de Isabel II,
"exiliándole" a Granada. Posteriormente se adscribió a la Unión
Liberal de O'Donell, pasando a la muerte de éste a ser su cabeza visible. En un nuevo giro, empezó a conspirar contra Isabel II. Junto
a Prim y Topete, formó parte del triunvirato de "La Gloriosa" en
septiembre de 1868.
En
el gobierno provisional, Serrano ocupó primero el cargo de primer ministro,
siendo desplazado luego por Prim a ejercer de "regente". Tras la
muerte de Prim y la llegada de Amadeo I, volvió a ser primer ministro, cargo en
el que repitió después del golpe de estado de Pavía, instaurando una especie de
dictadura republicana. Fue desplazado del poder por el golpe militar que impuso la restauración borbónica.
Adscrito luego al partido liberal, se escindió de él para militar en un pequeño
grupo, "izquierda dinástica", cuya actividad fue irrelevante. No supo
adaptarse al nuevo modelo de la Restauración canovista. Murió el 25 de
noviembre de 1885, a los 75 años de edad. Ese mismo día fallecía también
Alfonso XII.
De
la rivalidad entre Prim i Serrano se ha dicho mucho. Galdós, en cambio, parece minimizarla. Con la llegada de Amadeo, Prim tenía todos
los números para ser aún más fuerte, y eso implicaba necesariamente el
debilitamiento de Serrano. Se le ha situado como cómplice pasivo de la muerte
de Prim, y también como instigador directo. Su jefe de escolta, José Mª Pastor,
había sido detenido por un intento previo y frustrado de matar a Prim. Parece
que Serrano, ya como primer ministro, impidió ciertas diligencias judiciales
relacionadas con éste. Unos lo
atribuyen a la intención de proteger a su asistente, otros a su propia
implicación en el complot.
Hay pistas que llevan
ciertamente hacia Serrano y a una posible entente con Montpensier. Pero si fue
así, alguien engañó a alguien. Montpensier nunca fue rey, y Serrano no parece
que le diera nunca su apoyo. Por otro lado, tampoco parece que, al menos a
partir de 1868, Serrano fuera borbónico. Más bien intentó ser el Mac-Mahon español.
Si bien en términos contemporáneos diríamos que estaba bastante a la derecha de
Prim, también lo es que ciertos aspectos ambos sostenían posiciones muy parecidas: la inevitabilidad de dotar a Cuba de algún tipo de autonomía, por
ejemplo, es algo que ambos habían sostenido. Eso sí, Serrano nunca tuvo el
genio político de Prim, aunque acaso sí un mayor instinto de conservación.
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